Crítica de Raúl Chamorro Mena del concierto ofrecido por el chelista Sheku Kanneth-Mason y Guillermo García Calvo con la Orquesta y Coro Nacionales de España
Concierto británico
Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 25-XI-2023, Auditorio Nacional. Temporada Orquesta y coro Nacionales de España. Concierto para violonchelo, Op. 85 (Edward Elgar). Sheku Kanneth-Mason, violonchelo. Sinfonía núm. 1 “A sea Symphony” (Ralph Vaughan Williams). Sally Matthews, soprano. José Antonio López, barítono. Coro de la Comunidad de Madrid - Director: Josep Vila -. Coro Nacional de España- Director: Miguel Ángel García Cañamero -. Orquesta Nacional de España. Dirección: Guillermo García-Calvo.
Programa muy británico el de este Sinfónico nº 8 de la actual temporada de la Orquesta y Coro Nacionales de España, tanto por la música a interpretar como por la mayoría de los solistas convocados. A la hora de referirse al Concierto de violonchelo de Edward Elgar (1857-1934) es ineludible mencionar a la grandiosa y tristemente malograda prematuramente Jacqueline du Pré, pues recuperó la obra y volvió a instalarla en el repertorio, particularmente gracias a su espléndida grabación de 1965 bajo la dirección de John Barbirolli, que, precisamente, participó como chelista de la London Symphony en el estreno del concierto en 1919 a cargo de Felix Salmond, bajo la dirección de Albert Coates. Dicho estreno fue un fracaso y junto a la consideración de Elgar como un músico tardorromántico trasnochado, alojó la obra en el olvido.
El mediático, popular y jovencísimo violonchelista británico Sheku Kanneh-Mason tomó como lógico modelo - si es inevitable en general, no digamos tratándose de un artista inglés - la interpretación referencial de la Du Prè y acentuó el carácter melancólico y elegíaco de la pieza con un sonido bello y aterciopelado, aunque no especialmente caudaloso ni potente. El chelista natural de Nottingham demostró tener muy trabajada la obra, además de ser un artista sensible y musical, con un fraseo bien torneado, refinado, que puso de relieve los fundamentales y predominantes pasajes de tono melancólico como ese emotivo tercer movimiento. El violonchelo de Kanneh-Mason «lloró» apropiadamente y el artista, que atesora cierto carisma y poder comunicativo, transmitió ese tono lamentoso que alumbra toda la obra, para demostrar en el último movimiento, que también domina el arco con suficiente destreza. Guillermo García Calvo al frente de la Orquesta Nacional garantizó un acompañamiento ordenado y solvente, aunque se echó de menos mayor compenetración con el solista y colaboración en los pasajes de mayor densidad orquestal. Muy ovacionado, Kanneh Mason ofreció como propina una composición propia, Melody.
La Primera sinfonía de Ralph Vaughan Williams (1872-1958) es una monumental obra sinfónico-coral dedicada al mar y su relación con la humanidad en su concepto eterno. Sobre textos del poeta estadounidense Walt Whitman, el músico inglés estrena en 1910 una pieza que más parece una cantata que una sinfonía en su noción tradicional. Si Beethoven fue el primero en introducir en una sinfonía a la voz humana con todo un movimiento para coro y solistas, en esta primera de Vaughan Williams el coro participa en todos los capítulos de la sinfonía.
García-Calvo, director titular del Teatro de la Zarzuela hasta el año próximo y muchos años al frente de la Opera de Chemnitz, demostró su buena técnica y capacidad organizativa, pero no transmitió la sensación de motivar especialmente a la orquesta, más bien resultó manifiesta la sensación de no haber logrado una relación particularmente fructífera, ni plena de entendimiento con la agrupación.
De todos modos, batuta y orquesta pusieron de relieve el tono grandilocuente de la composición, además de conseguir momentos de gran belleza como el segundo movimiento en forma de nocturno y ese final en hermoso pianissimo, pero sin poder librarse de una impresión de acreditada solvencia sin ir más allá. En definitiva, de superficialidad fiada al efecto sonoro, en detrimento en muchos momentos de la claridad expositiva y los detalles.
Apabullante el sonido de los dos coros convocados -unos cien miembros en total-, el Nacional y el Coro de la Comunidad de Madrid, bien compenetrados y capaces de recoger el sonido cuando era requerido, pero más pendientes de ofrecer un sonido tocho y cada vez más abrumador que de los matices.
En cuanto a los solistas, la soprano de Southampton Sally Matthews mostró voz sana, pero sin particular atractivo, desguarnecida en el centro e inexistente en el grave y que gana timbre en la zona alta, pero fraseó con finura y resultó plenamente idiomática. Por su parte, al murciano José Antonio López, de emisión un tanto hueca, pero con cierta sonoridad, le faltó clase y nobleza, particularmente necesaria en su intervención del segundo movimiento, además de emitir algún que otro falsete inaudible.
Fotos: OCNE
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