Crítica del concierto de Sergei Yerokhin, Daniel Ciobanu y Jorge Luis Prats en el Festival Rafael Orozco de Córdoba, con la Orquesta de Córdoba bajo la dirección de Savador Vázquez
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Por José Antonio Cantón
Córdoba, 10-XI-2023. Gran Teatro. XXI Festival de Piano «Rafael Orozco». Solistas: Sergei Yerokhin, Daniel Ciobanu y Jorge Luis Prats (piano). Orquesta de Córdoba (OC). Director: Salvador Vázquez. Obras de Sergei Rachmaninoff.
La segunda jornada que el Festival ha dedicado a la integral de la obra concertante de Sergei Rachmaninoff ha tenido el aliciente de haber contado con la participación de tres solistas de reconocida trayectoria artística; el ruso Sergei Yerokhin, tocando el Cuarto concierto, Op. 40, el rumano Daniel Ciobanu con la Rapsodia sobre un tema de Paganini, Op. 43 y el excelso músico Jorge Luis Prats, nacido en Camagüey (Cuba), cerrando el ciclo con el Primer concierto, Op. 1.
Con un predominio de sentido estético sobre el aspecto técnico, el pianista moscovita se adentró en el primer movimiento tirando del tempo para realzar el contenido dramático de su inicio así como el carácter rapsódico de su segundo tema, dando la sensación de estar flotando sobre el teclado, lo que, por su amortiguada cinética, generaba una añadida atención por parte de Salvador Vázquez. Esta pausada disposición se presentaba más propicia para la lectura del Largo central, favoreciendo la melancólica nostalgia que contiene, prestándose la OC a tal expresividad con distintos momentos de acierto en el diálogo y en la sincronización de conjunto. En el abrupto e intenso torbellino que supone el Allegro vivace que cierra la obra, Yerokhin tuvo algún que otro lapsus que hubieron de reconducirse por parte de la dirección, lo que supuso al cabo un cierto deslucimiento en la interpretación general de la obra. Todo quedaba en el olvido con el exquisito bis ocupado por una esencial pieza de Alexander Scriabin, su Estudio Op. 2-1 en do sostenido menor, con el que expresó toda la musicalidad que en su día sorprendió muy positivamente con la obtención del Segundo Premio en 1987 del IX Concurso Internacional de Piano de Santander Paloma O’Shea, confirmándose como uno de los más brillantes discípulos del recordado y admirado concertista y maestro de pianistas, el georgiano Dmitri Bashkirov.
Daniel Ciobanu, consciente del lucimiento que comporta siempre la interpretación de la Rapsodia, Op. 43, se dispuso con gran concentración a su lectura que, en términos generales resultó correcta en estilo y con sobrada capacidad en mecanismo, superando con solvencia el apasionado posromanticismo que exigen sus primeras diez variaciones, que pueden entenderse como el contenido de un teórico primer tiempo concertante y lo que sería un último movimiento que se inicia en la decimonovena hasta el final de la obra. Lo más destacado de la interpretación se produjo entre las decimoprimera y decimoctava, espacio de la obra en el que se alcanzó el mayor grado de expresividad por parte de ambos elementos concertantes, realzándose el estimulante y controlado sentido rítmico que partía desde el pódium. Ciobanu correspondió a los intensos aplausos del público con dos bises de claro efectismo; una improvisación en la que demostraba una rica creativa espontaneidad polifónica al teclado, y la siempre sorprendente por «prestidigitativa» Mazurka en glissando de Ernesto Lecuona, que hicieron las delicias del respetable.
El concierto llegó a su momento más importante con la presencia de Jorge Luis Prats ante el teclado. Heredero del mejor pianismo cubano, es el más joven de esa tríada que se ha admirado en todos los escenarios del mundo completada con sus compatriotas Jorge Bolet y Horacio Gutiérrez. Su arte recuerda las mejores esencias del siglo XIX por la controlada displicencia expresiva de su toque y la rica y diversa sonoridad que saca al instrumento, permitiéndose superar hasta diez grados de intensidad dinámica. Se puede decir que personifica lo que siempre se ha entendido como un superpianista instalado en las esencialidades decimonónicas. Su canto del segundo movimiento del Primer concierto, Op. 1 ha sido el momento sublime de estas dos jornadas «Rach», haciéndose dueño absoluto de sus pentagramas. Salvador Vázquez, consciente de lo que estaba ocurriendo condujo la orquesta con especial sentido y cuidado, sabedor de la trascendencia artística del momento. Este Andante elevó muchos enteros el resultado final del conjunto de la obra marcando, por su elevado nivel artístico, una diferencia con el resto de programas.
Un público inmerso en una total complacencia pudo admirar el concentrado perfume caribeño que contiene la sugestiva canción del maestro Ernesto Lecuona, Siempre en mi corazón que interpretó como bis, transmitido como un cadencioso remanso, dejó las más auténticas y plácidas impresiones de cómo se convierte en música la forma de amar que se vive y siente en la Perla de las Antillas.
Fotos: Festival Rafael Orozco / Orquesta de Córdoba
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