Por Albert Ferrer Flamarich
Sebastián Iradier: Canciones españolas. José Ferrero, tenor. Jaume Bartomeu, piano. Columna Música 1CM0349. Minutaje: 58:39.
Con el apoyo de la entidad Músicos sin fronteras, el sello catalán Columna Música ha comercializado un compacto que homenajea y reivindica a Sebastián Iradier (1809-1865) en ocasión del 150 aniversario de su muerte el pasado 2015. Se trata de un músico que conoció a algunos de los compositores e intérpretes más destacados del momento y fue interpretado en numerosos salones de la vieja Europa y de América. Como es sabido Bizet y Lalo lo tomaron como fuente de inspiración para obras como Carmen y la Sinfonía española.
La compilación presenta quince canciones sin justificar su procedencia o ciclo matriz. Éstas contienen letras firmadas por García Gutiérrez (Los ojos negros), Zorrilla (El molino), Clavero (La perla de Triana), Alcayde (El jaque) y por el propio Iradier (La rubia de los lunares). Alguna también ha llegado como anónimas (La Rosilla). Muchas pertenecen a una colección publicada en París con 25 canciones bajo el título Homage a sa Majesté la reine d’Espagne, Isabelle II, del Maestro Iradier. Chansons Espagnoles publiquees pour chant et piano avec texte français et espagnol que fue cantada por cantantes como Patti, Viardot, Marchiso o Carvallio. Además, algunas se publicaron con un título distinto del que conocemos en castellano y en este disco: por ejemplo El jaque apareció en la citada colección como Le contrabandier –ocupando el número 8- mientras que Una rosa lo hizo como llamada La rose de fincailles –número 17 de la colección-. Otras canciones pertenecen a una serie llamada l’ Echo d’Espagne Deuxième Collection de Chansons Espagnoles avec paroles espagnoles et italiennes aparecida en 1860 que constaba de seis números de los cuales cuatro eran de Iradier.
Entre éstos cabe citar La perla de Triana que es una serenata andaluza con dos partes diferenciadas: la primera a ritmo de seguidilla, rítmica y la segunda más lírica y con floreos. Semejantes tintes comparte La Rosilla, con ritmo de seguidilla, aparecida en la misma colección y que se reeditó en 1864 en otro compilatorio. Ambas ilustran un corpus que combina andalucismo, criollismo e influjo italiano pero en el que las fronteras quedan diluidas puesto que hay habaneras con dejes andaluces, canciones españolas con vocación operística (El jaque) de un Iradier que, por otro lado, compuso pocas romanzas de impronta italiana (Los ojos negros) y pocas boleras. La distinción entre ellas a menudo responde más a criterios temáticos que musicales. Por ejemplo Los caracoles es una canción andaluza a ritmo de vals.
En todas domina la inventiva melódica que asume cauces que van desde lo schubertiano (El molino), la influencia italiana (La lágrima) a la escena popular (Las amonestaciones). Otras combinaban baile (Los caracoles) y en algunas el piano ofrece una introducción (Una rosa, El jaque). En conjunto son obras con un acompañamiento sin grandes dificultades, a menudo discreto, relegando al piano a modo de cojín rítmico-armónico muy elemental, basado en ritmos de moda como el vals, la polca, el tango y la habanera. En este sentido escúchense El arreglito, La sevillana, Una declaración y La paloma. Ésta última, según las fuentes históricas fue su primera habanera en publicar y logró una fama mundial. Ejemplifica las credenciales de un arte compositivo en que el piano realiza un obstinado rítmico y la melodía juega con anacrusas en la voz en una melodía de frases regulares de ocho compases.
Sin duda el interés de las canciones reside en el aspecto colorista de las melodías, que se mueven en grados conjuntos en detrimento de la modulación y la variabilidad rítmica corrobora que Iradier fue un hábil armonizador. En algunas domina un particular interés por la variedad de temas musicales como en La sevillana o una mayor elaboración como en el famosísimo El arreglito. Ésta es la más desarrollada de Iradier, con letra de su pluma propia sobre un supuesto diálogo entre dos enamorados (una chinita y su pretendiente) y cierta riqueza harmónica (alternancia entre modo mayor y menor) y forma episódica.
La interpretación del tenor José Ferrero busca el idiomatismo en los dejes andalucistas pero cede a un concepto muy liederístico, clásico y académico de la canción de concierto. Es innegable que el enfoque no tiende a la espontaneidad, ni a una fluidez y ligereza que el oyente poco experimentado podría confundir con bagatelismo. Igualmente hay aspectos puntuales perfectibles como la coloratura floritura final de El arreglito cuyo color e impostación se resienten a la par que los floreos de La perla de Triana o la afinación en Los ojos negros (track 14 a 1:21). Pero ello no empaña una interpretación en la que busca dar expresividad y variedad al canto con una dicción excelente, puntuales medias voces y apianamientos. El suyo era una voz que tenía campo por recorrer y que empezaba a despegar. Una verdadera lástima porque, matices interpretativos al margen, José Ferrero empezaba a ser una de las voces líricas nacionales con una carrera seria por delante. Junto a él en este disco, Jaume Bartomeu cumple en su labor de acompañante redondeando una propuesta artística que es más que una mera recuperación del legado español de repercusión internacional.
La edición en la clásica caja de plástico contiene unas buenas notas firmadas por el propio José Ferrero que combinan lo biográfico del compositor con alguna indicación musical de las piezas. No obstante, que el libreto prescinda de los cantables es un error. Incitar al consumidor a buscarlos en la web de la discográfica rebaja los habitualmente caros costes de edición pero no facilita el conocimiento de este material al público. Poquísimos recurrirán a la página de internet. Es una realidad.
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