Por José Amador Morales
Salzburgo. Großes Festspielhaus. 15-VIII-2018. Robert Schumann: Sinfonía nº2 en do mayor op.61. Schubert: Misa en mi bemol mayor D.950. Krassimira Stoyanova, soprano; Alisa Kolosova, contralto; Michael Spyres, tenor; Maciej Kwasnikowski, tenor; Gianluca Buratto, bajo. Coro de la Ópera Estatal de Viena. Orquesta Filarmónica de Viena. Riccardo Muti, director musical.
Después de los incuestionables éxitos cosechados por Riccardo Muti en la pasada edición del Festival de Salzburgo, con la Aida verdiana y con un estupendo concierto sinfónico, el director napolitano volvía a ponerse al frente de una rutilante Filarmónica de Viena pareciendo así consolidar sus visitas anuales a este prestigioso festival musical.
En este concierto matinal (el tercero y último de este programa) dado en “Ferragosto” o día de la Asunción, festivo en Salzburgo como en tantas ciudades europeas, arribábamos casi a bocajarro y aun levitando tras las excelencias del Parsifal bayruthiano de la jornada precedente. De partida, nos encontramos con una Sinfonía nº 2 de Schumann presentada a manera de gingantesca y suntuosa obertura musical para lo que vendría después. Muti ofreció un Schumann rico en contrastes rítmicos y claridad de texturas, apoyándose en el suntuoso sonido que per se posee el conjunto vienés así como en su natural simbiosis con este repertorio. Tal vez a un mero nivel de hermenéutica musical echáramos en falta algún descubrimiento o plus expresivo, pero bendita rutina si viene de semejante prestación musical.
Comentábamos que la sinfonía del compositor sajón pareció una colosal introducción ya que la verdadera perla del concierto vino tras el descanso con una extraordinaria interpretación de la Misa en mi bemol mayor de Schubert. Una versión de gran impacto dramático, de la misma forma con la que Muti suele afrontar su Requiem verdiano, con extrema dinámica, plenitud de claroscuros, claridad en el juego polifónico y énfasis en frases y palabras determinadas tan bellos como expresivos. Las voces solistas cumplieron con adecuación, destacando aquí sin lugar a dudas el lujo de contar con una voz como la de Krassimira Stoyanova. El Coro de la Staatsoper vienesa firmó una actuación impresionante (fue merecidamente el más ovacionado junto a Muti), de extraordinaria gama dinámica y respondiendo de forma soberbia a todos los matices de Muti, que no es poca cosa.
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