Sárka - Leos Janácek. Teatro Maestranza - Sevilla. 5 Febrero 2013. Mark S. Doss - Barítono, Roman Sadnik - Tenor, Christina Carvin - Soprano, José Manuel Montero - Tenor
Janacek ya poseía reputación como compositor instrumental antes de
abordar el genero operístico, especialmente fuera de las fronteras
checas en países de habla germánica. Su primer acercamiento al género
fue con Šárka (1887), cuya historia se basa en un libreto de J.
Zeyer inspirado en la mitología nacional. La ibra no se estrenaría hasta
1925, habiendo sido revisada en varias ocasiones por el autor. De
corte eminentemente romántico, cuenta la historia del amor de una
amazona y un guerrero, mezclada con la lucha por el poder. Šárka busca
el escudo y el cetro de Libuse y al llegar a la gruta donde se
encuentra enterrada encuentra a Ctirad, el guerrero al que debe combatir
y derrotar. El amor surge, la amazona le engaña para conseguir el botín
y le da muerte. Comprendiendo su error se inmola con él en la pira
funeraria. Janácek, desalentado por los resultados conseguidos en su
primer acercamiento a la ópera, dio un giro a su trabajo, interesándose
por la música popular morava, fruto de lo cual nacería Danzas de Lassko, que daría lugar a su segunda ópera: Pocatek román (El comienzo de un romance). Su tercer trabajo - Jenufa-
le proporcionaría reconocimiento internacional.
Desde Sárka hasta el
final de su vida Janácek tuvo especial interés por la música coral, como
se puede observar en la intervención de los coros en esta primera
ópera, llegando a formular su propia teoría sobre la melodía del
lenguaje. La producción presentada en el Maestranza proviene del Teatro
La Fenice de Venecia y recuerda, de alguna manera, la arquitectura de
los templos asirios. Es la primera vez que la ópera se representa en
España. Un título, en definitiva, poco habitual en el cartel de los
teatros, puede que por ser un trabajo considerado ‘menor'.
Musicalmente la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla demostró la calidad de sus componentes y la dirección de Santiago Serrate
supo sacar los matices y la expresividad que la partitura exigía en
cada momento, dando el protagonismo que las voces pedían, llegando a
momentos exquisitos en la muerte del protagonista. Inicialmente Serrate
no figuraba como batuta pero en nada ha desmerecido su elección, pues
dio a la orquesta un sonido limpio, amplio, lleno de matices y un
protagonismo adecuado.
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