El Ciclo «Noches en la Ciudad Vieja» de La Coruña acoge un recital del violonchelista Santiago Cañón Valencia
Virtuosismo que encandila
Por Pablo Sánchez Quinteiro
La Coruña, 10-XI-2023. II Ciclo de Conciertos "Noches en la Ciudad Vieja". Iglesia de las Capuchinas. Obras de Damián Ponce de León, Albéniz, Bach.
Pocas veces recuerdo tanta expectativa en torno a un concierto como la que ha generado en Coruña la presencia del violonchelista colombiano Santiago Cañón Valencia. Su presencia tuvo lugar en el marco del festival «Noites da Cidade Vella», un atractivo ciclo de conciertos organizado por la Fundación Groba -¡uno más!- que tiene como objetivo llevar la música clásica y contemporánea a escenarios singulares de la ciudad. Todos ellos pensados para crear un ambiente íntimo que estreche al máximo el contacto entre los músicos y la audiencia.
La presencia del violonchelista Santiago Cañón Valencia en solitario con su cello en la iglesia de los Capuchinos de Coruña superó muy ampliamente las expectativas del festival. Esto se había reflejado en las redes sociales desde semanas antes, con una avalancha de opiniones y comentarios entusiastas que culminaron en una presencia masiva del público, ansioso por obtener una buena ubicación en el recinto. Antecedentes como el haber sido finalista en el 2019 del Premio Tchaivosky de Moscú, dónde ganó el premio del público, o ganador del BBC Next Generation Artist en 2022, marcan una carrera sólida y segura que, por ejemplo, en las últimas semanas le ha llevado al Wigmore Hall de Londres y a su presentación en el Teatro Monumental de Madrid con la Sinfónica de Radio Televisión Española. Su juventud, combinada con un dominio técnico impresionante y un carisma natural, han contribuido a su creciente leyenda que se traduce en la capacidad de Valencia para atraer multitudes. Es indiscutible que estamos ante una de las estrellas emergentes de este instrumento.
En el concierto de Coruña, Valencia ofreció un programa generoso y diverso. Comenzó desde lo profundo, con la música de Bach, en una soberbia afirmación de lo que es capaz de conseguir con las sagradas escrituras del cello. A partir de ahí, desarrolló un programa ecléctico a base de transcripciones propias junto a obras contemporáneas compuestas específicamente para él o por él. Utilizando toda una gama de recursos técnicos, estas piezas, aunque no necesariamente melódicas ni complacientes, adquirieron una nueva dimensión en manos de un intérprete de este calibre, transportando al público a los extremos del espectro sonoro del violonchelo. Composiciones que desmienten cualquier noción de que la música contemporánea esté agotada.
Su interpretación de Bach fue profundamente personal, pero a la vez coherente, otorgando nueva vida a tan veneradas piezas. El Preludio fue ya de entrada un absoluto subidón para lo sentidos, combinando un tiempo ágil con una exhibición de sensibilidad indescriptible, palpable en cada nota, cada una impregnada de un carácter distintivo y una vitalidad propia. La aparentemente más mundana Allemande, fue interpretada de forma introspectiva y reflexiva, destacando las líneas melódicas con la máxima sensibilidad. En las manos de Cañón Valencia la capacidad evocadora de esta música se multiplica hasta lo indecible. Un mínimo desliz técnico en la parte central de la pieza fue absolutamente anecdótico. En la Courante Valencia nos brindaría la primera gran exhibición técnica de la noche. Si el movimiento ha de ser rápido y fluido, con Valencia impresiona por una técnica prodigiosa que le permite mantener un ritmo vivaz sin sacrificar la articulación la claridad y la precisión de la articulación. Lo más abrumador es sin embargo su capacidad para dar vida a un sonido profundo y sincero, que llega directamente al corazón del oyente. La esperadísima Sarabande fue igualmente impactante. Meditativa y emotiva, Valencia utilizó un amplio rango dinámico que enriqueció la calidad contemplativa de la música. El primero de los dos Menuets fue deconstruido con ataques incisivos, por no decir mordaces, que lanzaban miles de interrogantes al aire, mientras que el segundo fue menos ceremonioso de lo habitual. Para concluir, la Giga fue interpretada con una energía que puso a todo el mundo a bailar en su fuero interno. Fue un nuevo despliegue de habilidad técnica con un tiempo vertiginoso y un final emocionante y vigoroso. En resumen, no sólo una demostración de la más excelsa técnica cellista, sino también una extraordinaria muestra de la comprensión profunda que Cañón Valencia tiene de la obra de Bach y de su capacidad para conectar con el público.
El resto de obras fue de un cariz bien distinto, demostrando la habilidad de Valencia para realizar las técnicas más sofisticadas imaginables en el violonchelo. Vertiginosas dobles y triples cuerdas; armónicos, artificiales y dobles; todo tipo de glissandi, y efectos percutivos perfectamente integrados en un todo polifónico impactante. La sensación que transmitía es de que no hay nada sobre el violonchelo que Valencia no pueda ejecutar a la perfección.
La ruta de la mariposa del compositor y percusionista colombiano Damián Ponce de León es una obra descriptiva y directa que al mismo tiempo estimula la imaginación del oyente. Su carácter minimalista nace de la evocación del aleteo de la mariposa, en forma de células repetitivas. Pero estas evolucionan hacia un discurso emocional que coloca al chelista al límite de sus posibilidades. No es casualidad que en el nacimiento de la obra surgiese el hecho luctuoso del asesinato de dos ecologistas mexicanos estudiosos de las mariposas monarca, pero también la propia detección de un tumor tiroideo, afortunadamente para el compositor, benigno. Sin embargo, no es una obra fúnebre, en absoluto. Cañón Valencia, quien estrenó la obra, ofreció una concepción memorable, exhibiendo un dominio absoluto del arco, armónicos limpísimos y un sonido magnífico. Pero, más allá de su técnica y maestría, lo que verdaderamente cautivó al público fue la manera en que Valencia infundió vida a su instrumento, haciéndolo respirar y palpitar con cada nota.
Por si fuera poco, el propio Cañón Valencia se siente llamado por la necesidad de componer para su instrumento; algo infrecuente entre los grandes chelistas del momento. Ascenso hacia lo profundo es una tarjeta de presentación de muy alto nivel que juega un papel central en sus recitales y en su última grabación discográfica. Construida en base a cuatro frenéticos clímax que se van construyendo sobre un excitante flujo continuo del discurso musical, la obra está repleta de efectos abrumadores que generan un escenario sinfónico impactante.
Antes, Valencia ofreció sus transcripciones de Recuerdos de la Alhambra y Asturias, que, aunque para los puristas puedan resultar provocadoras, trascienden a las versiones originales, adquiriendo en sus manos un carácter nuevo, ni mejor ni peor, sino simplemente enriquecedor. Es fácil concebir las dificultades técnicas que se autoimpone Valencia en estas versiones; una vez más llevando al instrumento y al instrumentista al límite de sus posibilidades.
El éxito fue tan indescriptible como merecido. Cañón Valencia calmó los ánimos trasladándonos al intimismo de El cant des ocells, pero sólo por unos instantes aplacó los aplausos y silbidos de un público puesto unánimemente en pié. Por si fuera poco, después del concierto atendió pacientemente a numerosos asistentes con los que intercambió palabras, fotos, dedicatorias
Sólo queda extender una calurosa felicitación a la Fundación Groba, destacando especialmente la contribución de Roge Groba y de Fernanda Flores. Ambos han sido artífices en dar vida a un ciclo que, tal como demostró magistralmente este concierto, no sólo enriquece el panorama cultural, sino que también consigue conectar con el público de una forma profundamente emotiva y significativa en estos tiempos de cambio y desafío global.
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