Por Albert Ferrer Flamarich
Barcelona. 22-X-19. Iglesia de San Pablo del Campo. Obras de Bouzignac, Campara, Valette de Montigny, Casanoves, Gilles y del libro rojo de Montserrat. Coro Maîtrise des Bouches-du-Rhône. Marc Henric, bajo continuo. Samuel Coquard, director.
En el ejercicio de la crítica musical, a menudo, pesa el afán por centrarse en lo más destacado y mediático de la programación musical del país. Esto supone un demérito de otras actividades que, por menores y poco difundidas, menoscaba la imagen de una realidad musical mucho más diversa, rica y a veces cualitativamente superior a lo previsible. En este sentido, el crítico musical –y cualquier crítico de cualquier disciplina- debe atender otras programaciones que puedan ser una raíz de futuro y/o una alternativa nada desdeñable del hecho musical. Un ejemplo de lo referido fue el concierto ofrecido por los cantores del Maîtrise des Bouches-du-Rhône dirigidos por Samuel Coquard en la pequeña iglesia de Sant Pau del Camp de Barcelona. Un concierto que, en medio de la convulsión social y de la inestabilidad política de la región, quedó sin el amparo y cobertura necesarios para una velada muy reveladora.
Nacido como una iniciativa de corte social, este coro acoge voces procedentes de ambientes y familias sin muchos recursos económicos o con riesgo de exclusión social, a la manera del mediático aunque no menos fértil proyecto de Abreu en Bolivia. Su modelo educativo reparte los estudios obligatorios de primaria con numerosas horas de estudio musical de corte transversal, no sólo centradas en el canto. Ello contribuye a la labor de educación y democratización de la música como manifestación cultural, elemento civilizador y estímulo vital. Afincado en Marsella está compuesto por niños y niñas de entre 11 y 15 años de edad procedentes del colegio Andre Malraux. Esta temporada celebrará sus 25 años de actividad con distintos programas y repertorios de todos los géneros por Francia y España. En una de las citas, en Barcelona, presentó un monográfico titulado Camino a Montserrat, basado en maestros de capilla del sur de Francia y en la escuela montserratina de los siglos XVII y XVIII, también con la recuperación de obras olvidadas.
La labor de Samuel Coquard como director refleja a un muy buen preparador cuyos resultados denotan una sabia pedagogía a la vez que, en vivo, su gesto, secunda las voces y dibuja los aspectos técnicos para unas voces que cantan con autonomía y de memoria (mirando muy poco la partitura). Ello les facilita atender al director sin estar pendientes de la partitura, refuerza la sensación de disciplina que transmiten y ejemplifica el grado de exigencia y de solvencia de la formación de estos jóvenes cantores. Con la prestación de Marc Henri en el bajo continuo y director adjunto; la calidad del conjunto fue sorprendente, reveladora, de notable potencia y afinación constante en parte enfatizadas por la acústica de la pequeña capilla. La texturación logró espacialidad en la repetición de motivos a distintas voces, sin ascensos al agudo estridentes, con sonoridad plena y una depuración tímbrica –dentro de lo que una voz blanca permite- en la que la emisión no acusaba esa falta de redondez y toque áfono; así como con un encomiable cuidado en la pronunciación –más perceptible en los solos que en el conjunto-.
Todo quedó reflejado particularmente en piezas como la compleja Tota pulchra est de Guillaume de Bouzignac; la larga y poliseccional Cum invocarem de André Campara y el Laudate pueri de Narciso Casanoves que demostraron la capacidad para colorear con tintas veladas y matizadas la progresión musical lenta, bien sostenida, a la par que jugando con un equilibrio nada forzado y sí orgánico de las disonancias y la polaridad entre tensión y distensión. También meritoria fue la Beata viscera del mismo Casanoves, ésta de corte más operístico y estilo galante. Entre los pequeños solistas asombró con mucho la voz del español Pol Durán gracias a un fraseo magníficamente perfilado, afinación impoluta, articulación clara, ataques limpios –ni uno sul sotto-, agudos diamantinos y una estimable homogeneidad de registro, incluso en el grave que, aun no siendo su fuerte, solventa con naturalidad y un oscurecimiento del color nada ofensivo. Esperemos que el cambio de voz le favorezca en color y esmalte tímbrico, readaptando la musicalidad y facilidad para el canto que le caracterizan a sus trece años. Recuerden su nombre por si acaso: Pol Durán Derégnaucourt. Apunta a un futuro tenor o más probablemente a un contratenor. Y de los buenos.
Sin duda, fue un concierto dentro de la mejor tradición de canto coral infantil y una iniciativa que, salvo desconocimiento del firmante, en España no conoce iniciativas parecidas, por lo menos con una divulgación que supere los marcos estrictamente locales en que puedan darse. Este concierto además, formaba parte de una gira que este coro ofreció y que también lo llevó a participar dos días después junto a la emblemática Escolanía de Montserrat (los días 24 y 25 de octubre). Por cierto, entre las distintas grabaciones de este coro infantil cabe destacar la dedicada a la obra coral y religiosa del interesantísimo compositor francés Jean Langlais (1907-1991).
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