Por Javier del Olivo
Salzburgo. 28/08/2015. Festival de Salzburgo. Gluck: Iphigénie en Tauride. Cecilia Bartoli (Iphigénie), Christopher Maltan (Orestes) Rolando Villazón (Pylade), Michael Kraus (Thoas), Rebeca Olvera (Diane). Coro della Radiotelevisione Svizzera. Dirección musical: Diego Fasolis. Dirección de escena: Moshe Leiser/Patrice Caurier.
Si hay un adjetivo que defina a la producción de Iphigénie en Tauride de Christoph Willibald Gluck, que se estrenó en el pasado Festival de Pascua de Salzburgo y que se ha repuesto en la edición de verano, es inteligente. Producción inteligente tanto en su versión teatral como lírica. Veamos porqué.
Gluck estrena en los escenarios parisinos Iphigénie en 1779, a pocos años de su muerte. Se considera su última gran obra y tuvo un éxito rotundo desde el principio de su andadura artística. Y no es de extrañar. La música, a veces tomada de obras anteriores, es de una belleza refinada y elegante, pero sin perder el sesgo dramático dentro todo de ese clasicismo que el maestro alemán tan bien definió en su partitura. Contribuye a la redondez de la obra un buen libreto del joven Nicolas-François Guillard que se basó sobre todo en la tragedia de Guimond de la Touche estrenada a mediados del s. XVIII y que a su vez bebía de la tragedia clásica de Eurípides. Guillard simplifica al máximo la historia para presentarnos a unos personajes atormentados, al borde de la desesperación. Una historia donde el amor desaparece, donde se nos presenta a una Ifigenia, con sus compañeras, aislada, prisionera, forzada a vivir entre los tauros y ser su sacerdotisa y donde sólo aparecerá algún atisbo de cariño en la relación fraternal, primero de Orestes y Pílades, y luego el de Ifigenia cuando reconoce a su hermano.