Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 28-III-2021. Teatro de la Zarzuela. Saioa Hernández, soprano y Franceso Pio Galasso, tenor, en concierto. Obras de Francisco Asenjo Barbieri, José Serrano, Reveriano Soutullo-Juan Vert, Amadeo Vives, Miguel Marqués, Rafael Calleja-Tomás Barrera, Federico Moreno Torroba, Ruperto Chapí, Pablo Sorozábal, Manuel Penella, Tomás Bretón y Ernesto de Curtis. Vincenzo Scalera, piano.
Una radiante y primaveral tarde de Domingo de Ramos acogió este muy disfrutable concierto de la pareja en la vida real formada por el tenor italiano Francesco Pio Galasso y la soprano española Saioa Hernández. Esta última, después de sus grandes éxitos en Italia - especialmente en un plaza tan prestigiosa y complicada como es el Teatro alla Scala- retornaba al Teatro de la Zarzuela en el que había protagonizado las obras El gato montés (2012), Curro Vargas (2014) y La del soto del Parral (2015). A su vez, en septiembre de 2020 logró la soprano madrileña, por la vía de la sustitución, debutar con éxito en el Teatro Real como Amelia de la verdiana Un Ballo in maschera, previamente a la Abigaille de Nabucco prevista para el año 2022.
Ante todo, hay que resaltar la amplitud, belleza y compromiso del programa escogido, que planteaba una amplia representación de la Zarzuela restaurada. De Barberi a Moreno Torroba y Sorozábal, incluyendo fragmentos de óperas españolas como La Dolores, El gato montés y Don Gil de Alcalá. Asimismo, procede resaltar la entrega total de los dos intérpretes, su entusiasta predisposición en una tarde en la que, bien es verdad, predominó el forte, el sonido potente y caudaloso, sobre las sutilidades, pero uno agradece -especialmente en época particular de pandemia y general, dentro de la lírica, de hegemonía de las minivoces y de tanto timbre y expresión linfáticos- empaparse de sonido, de emisiones bien timbradas, de entrega sin reservas y expresión sincera, sin artificios, ni edulcoramientos.
Hay escasos papeles en nuestro género lírico destinados a soprano spinto o dramática, por ello se agradece escuchar la romanza de la duquesa de Jugar con fuego (1851) y la de Catalina de Los diamantes de la corona (1854) -propias de soprano lírico-ligera-, en la voz timbradísima, con cuerpo y redondez de Saioa Hernández a la que añade sentido del legato y cuidada musicalidad, aunque se echó de menos, eso sí, un mayor juego y variedad de dinámicas. De igual modo, en el dúo de Doña Francisquita -que la soprano madrileña refirió al público como especial por ser el primero que cantó con el tenor Francesco Pio Galasso cuando este recaló en Madrid –faltó ductilidad y algún ascenso resultó un punto abierto, pero trascendió la química y compenetración de la pareja, sin espacio alguno para lo gazmoño o excesivamente sacaroso. Previamente, el tenor italiano había mostrado un timbre sonoro y bien proyectado, aunque no bello, y un canto más extrovertido y entregado que sutil en una vibrante jota de «El trust de los tenorios» y el «Bella enamorada» de El último romántico, en el que pudo faltar algo de elegancia y aire ensoñador, pero Galasso completó largas frases apoyado en un fiato generoso y un registro agudo con un punto de tensión, pero potente y bien timbrado.
Muy interesante y de agradecer la inclusión en el concierto de la romanza «Lágrimas mías» de El anillo de Hierro de Miguel Marqués, compositor mallorquín, autor de una importante obra sinfónica y que en sus incursiones en el teatro lírico buscó alejarse de los temas y aires populares tradicionalmente presentes en la zarzuela y dotar a sus creaciones de alto vuelo operístico. Este fragmento sí pide voz y expresión dramática y nos permitió disfrutar en todo su explendor de la calidad y atractivo tímbrico del material de Saioa Hernández, de su comunicatividad y expresión sincera a falta de mayor fantasía en el fraseo. La grabación por parte del inigualable tenor Tito Schipa de las Granadinas de Emigrantes difundió la pieza en Italia. Galasso ofreció una interpretación sentida con una dicción del español muy aceptable y sólo se perdió un tanto en el intrincado caracoleo de filiación flamenca del final. Con el maravilloso dúo del tercer acto de Luisa Fernanda conclusó lo que podría considerarse primera parte del concierto, que se interpretó, como es habitual en época Covid, sin pausas.
Montserrat Caballé encumbró a Saioa Hernández como «la diva del siglo XXI». Quizás en homenaje a la inolvidable cantante, la soprano madrileña -con cambio de vestido incluido, ataviada con un espectacular azul eléctrico- interpretó a continuación, dos romanzas de las que la Caballé dejó grabación «definitiva». En «Mi tío se figura» de El rey que rabió, Hernández captó nuestra atención desde el comienzo de su relato, mediante una dicción nítida –algo raro de encontrar en voces de enjundia, con carne en el centro- y ese peculiar poder comunicativo que atesora. Asimismo, la espléndida plegaria «Bendita Cruz» que canta Niña Estrella en Don Gil de Alcalá fue expuesta con indudable factura musical y diferenciando el sustrato íntimo y recogido de la primera parte de la pieza, para destacar a continuación, como corresponde, las maravillosas y emotivas frases –más expansivas- «Madre, estrella que me guías en mi camino…» culminando con un buen ascenso, un pelín abierto, bien es verdad. Por su parte, Francesco Pio Galasso, con la infalible «No puede ser» de La tabernera del puerto expuesta con entrega generosa, ardor, y agudos un tanto «por las bravas», pero bien timbrados y de indudable efecto en sala, obtuvo una calurosa ovación.
El apogeo del concierto fue la interpretación del intensísimo Dúo de Lázaro y la protagonista de la ópera de Tomás Bretón La Dolores. Galasso expuso de forma vibrante y arrebatada el intenso cantable inicial «Dí que es verdad que me llamas» con ascenso muy expuesto en la i de «paraíso», que resultó demasiado abierto. Tremendo fue el impacto en sala de las notas agudas de la Hernández -«mi amor del tuyo va en pos» -timbradísimas, percutientes, brillantísimas y, en definitiva el calor y la entrega de ambos, que merecieron los «bravos» y gran ovación del público. En las mismas coordenadas de alto voltaje y apasionamiento se desenvolvió el flamígero dúo de Iván y Amapola de La leyenda del beso «Amor mi raza sabe conquistar», apropiada elección para acabar el programa oficial «en punta». Previamente, Hernández recordó su Soleá de El gato montés hace unos años en el mismo escenario con la canción del primer acto.
La generosidad de los artistas tuvo como guinda las tres propinas que ofrecieron después de programa tan suculento. En primer lugar, Saioa Hernández interpretó con impecable combinación de intensidad y civilidad canora, la magnífica romanza de Los claveles de Serrano «Que te importa que no venga». Por su parte, Francesco Pio Galasso comunicó al público que interpretaría una napolitana, la vibrante Tu ca nun chiagne con letra de Libero Bovio y música de Ernesto de Curtis, pieza en la que el tenor originario de La Puglia se encontró en su salsa. El dúo-pasodoble de El gato montés puso brillante broche a un intenso evento en el que el público disfrutó de lo lindo y así lo demostró con sus calurosas ovaciones.
Espléndido como siempre, en su línea de excelencia demostrada durante tantos años y en un repertorio poco habitual para él, el pianista Vincenzo Scalera, capaz no sólo de acompañar con tanta brillantez como espíritu de colaboración con los solistas, sino también de marcarse un magnífico intermedio de La leyenda del beso (en transcripción para piano solo), una pieza que seguramente interpretaba por primera vez.
Foto: Lourdes Balduque
Compartir