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Crítica: Rune Bergmann dirige a la Filarmónica de Málaga

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Autor: José Antonio Cantón
4 de octubre de 2021

Modélico trabajo del director noruego Rune Bergmann en el segundo concierto de abono de la Orquesta Filarmónica de Málaga, con obras de Haydn, Dvorak y Brahms en el programa.

Rune Bergmann

Modélica dirección

Por José Antonio Cantón
Málaga, 30-IX-2021. Teatro Cervantes. Orquesta Filarmónica de Málaga (OFM). Director: Rune Bergmann. Obras de Brahms, Dvořák y Haydn.

   El director invitado para el segundo concierto de abono de la OFM, el noruego Rune Bergmann, ha significado todo un acierto dado el magnífico resultado logrado en un programa que, por su consideración de habitual en las salas de concierto, podía no suscitar demasiada expectación en el aficionado. Esa posible valoración previa quedaría ampliamente superada por una brillante interpretación.

   Este maestro escandinavo, desde los primeros compases que iniciaban la obertura del paradigmático oratorio La Creación, Hob.XXI/2 de Franz Joseph Haydn, quiso cuidar el tempo al máximo, como efecto expresivo para degustar las esencias musicales e intenciones dramáticas que contiene esta magistral obra que, en su introducción orquestal, refleja la oscuridad y el caos que podía existir antes de la creación del universo. Esta intención del compositor fue perfectamente comprendida por Rune Bergmann obteniendo una gestualidad cadenciosa en la métrica y brumosa en su dinámica, que podía generar ciertas reservas en algunos oyentes, pero que si se analiza con sentido, no era sino el reflejo musical de la nada, tratado magistralmente de una manera cuasi-impresionista. Ese espíritu se manifestaba con la seguridad y la elocuente serenidad que transmitía el director.

   Motivado por la sustancial diversidad de tratamiento que contienen las Variaciones sobre un tema de Haydn, Op.56a de Johannes Brahms, su conducción se diversificó con más recursos cinéticos, produciéndose un simultáneo efecto regidor del instrumento orquestal a la vez que motivador de cada sección instrumental. Desde el tema en el que se basa esta obra se percibía una lectura certera y precisa que iba convirtiéndose en una sonoridad clara y diáfana, sustentada en una musicalidad de fino estilismo romántico. La orquesta captaba sus detalles con todas sus consecuencias, generándose una especial conjunción colectiva de singular cohesión. El pasacalle que cierra estas variaciones fue tratado con la brillantez que requiere, dejando que surgiera lo mejor de cada músico en provecho de dar el mayor lucimiento a una interpretación en la que la articulación contrapuntística destacaba como significativo referente.

   Prescindiendo del atril, Bergmann se dispuso a la dirección de la Octava sinfonía en sol mayor, Op.88 del gran músico bohemio Antonin Dvořák. Quiso distinguir en todo momento la naturaleza modulante del primer movimiento, sirviéndose de la acentuada expresividad de los registros graves de la sección de cuerda, reforzada con un quinto contrabajo, dibujando las líneas melódicas que iban incrementando la alegría que desprende el primer movimiento hasta llegar a un manifiesta exuberancia en su conclusión.

   Sacó su vena romántica en la conducción del Adagio sin ningún tipo de amaneramiento o concesión a la galería, produciéndose en su narración el mejor sonido orquestal del concierto con el aliciente de un solo de violín a cargo de la concertino, la eslovaca Andrea Sestakova, toda una institución desde la fundación de la OFM, que desprendía con autenticidad estilística las mejores esencias líricas del compositor. El director quiso en este movimiento resaltar el diálogo de los instrumentos de madera con una destacada intervención de la flauta, como quedó de manifiesto en su parte central, antes de iniciarse su final que tradujo con un alto sentido dramático.

   Una elegante distensión cantabile transmitió en el tercer tiempo, sacando el mejor partido del oboe y el solista de percusión, Leopoldo Saz, que contra-percutió con gran maestría rítmica, resaltando la eficacia inspirativa del autor en este sentido, que siempre sorprende cuando su ejecución tiene la calidad de la que se pudo disfrutar en esta ocasión. Un muy bien llevado aire de danza determinó la coda final, dejando una sensación de plenitud en su escucha.

   El allegro final propició que se desataran todas las cualidades técnicas y artísticas de este maestro noruego en un alarde de creciente tensión rítmica y dinámica que llevaba a la OFM a su mejor expresividad, como la que se produjo en su conclusión, pasaje al que quiso imprimir un intenso carácter saturnal destacando la enorme capacidad de instrumentación que demuestra el compositor en este pasaje, uno de los más brillantes de su música sinfónica. Concluía así un concierto en el que se pudo admirar a un director experto, seguro de su arte y capacidad técnica, cualidades que llevaron a que la orquesta diera lo mejor de sí misma.

Foto: Trudie Lee

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