Llegó el primer título de la temporada de ABAO-OLBE en este nuevo año con la reposición de la producción de Tosca firmada por Nuria Espert que se estrenara en 2004 en el Teatro Real de Madrid y que ya había sido vista en Bilbao en septiembre de 2006. En esta ocasión, la dirección de escena fue encomendada a Marco Gandini quien, ya sea por iniciativa propia o por petición expresa de la dirección artística, decidió omitir la escena que se pudo apreciar en la última reposición en Madrid, en 2011, en la que Tosca, después de haber asesinado a Scarpia, arroja el contenido de una copa de vino al Cristo que preside la mesa de despacho del barón, detalle escénico que suscitó en su momento cierta polémica.
Es fácil que el lector haya tenido la ocasión de presenciar esta producción en el teatro en alguna de las numerosas ocasiones en las que ha sido repuesta en el territorio nacional o bien mediante su visionado en DVD. Espert opta por enfatizar el poder de la Iglesia y presenta a Scarpia como sacerdote, quizás haciendo una interpretación bastante forzada de las palabras de Cavaradossi "fa il confessore e il boia". Sea como fuere, la escena más imponente de esta propuesta la encontramos en el Te Deum con el que se cierra el acto primero (foto), grandioso y espectacular. En conjunto la producción puede resultar un tanto monótona, ya que la estructura básica de la escenografía, los pilares de mármol rematados en columnas, permanece inalterable durante los tres actos, modificándose sólo determinados elementos de mobiliario para recrear el gabinete de Scarpia y situando en el centro de la escena, para el tercer acto, el paredón donde será ejecutado Mario. Producción clásica y que no aporta ninguna relectura especialmente rompedora ni provocativa del libretto más allá de lo comentado. Buen trabajo de iluminación de Vinicio Cheli aunque también un tanto falto de imaginación y variedad en el tercer acto.
La dirección musical fue encomendada al maestro francés Bertrand de Billy, especialmente conocido por los aficionados españoles tras haber sido director musical del Gran Teatre del Liceu desde 1999 a 2004, y que se presentaba en la ABAO por primera vez. No podemos considerarlo como alguien que preste excesivo apoyo a los artistas sobre el escenario. Su trabajo se concentró en la orquesta y de ahí salió quizás lo mejor de la noche: el sonido que consiguió extraer de la Sinfónica de Bilbao fue de lo mejor que se ha podido escuchar a esta orquesta en los últimos años. También se apreciaba que sólo levantaba la vista de la partitura en contadas ocasiones lo que puede deberse a un déficit de conocimiento de la misma o bien a un sobreponderación en el conjunto del detalle orquestal. Imaginamos que los cantantes sobre el escenario no podían esperar excesivas referencias del maestro y buena prueba de ello fueron algunos desajustes más que notorios entre foso y escenario que además el maestro no atajó con la prontitud que cabría esperar. Al margen de estos detalles insistimos en que el trabajo orquestal fue lo más destacado de la velada. También hemos encontrado más centrados que en otras ocasiones al Coro de la Ópera de Bilbao, con un mayor empaste entre las diferentes secciones.
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