Por Albert Ferrer Flamarich
Sabadell. 20-4-16. Teatre de La Faràndula. Puccini: Madama butterfly. Miki Mori (Cio-Cio San), Andrés Veramendi (Pinkerton), Manuel Mas (Sharpless), Yayoi Toriki (Suzuki), Josep Ruiz (Goro), Samuel Peláez (Il Príncipe Yamadori), Sinho Kim (Lo Zio Bonzo), Laura Obradors (Kate Pinkerton), Joaquin Cornet (Yakusidé), Carles Pachón (Il comisario Imperiale), Xavier Casademont (L’ufficiale del Registro). Cor AAOS. OSV. Rubén Gimeno, director. Carles Ortiz, director de escena.
Se acaba la temporada de los AAOS con uno de los títulos más conocidos del repertorio y de mayor éxito entre los que han ofrecido: Madama butterfly de Puccini. Un reclamo popular que en el estreno del pasado día 20 llenó el teatro.
El equipo habitual formado por Carlos Ortiz y Jordi Galobart ha gestionado una producción clásica, realista, centrada en un decorado único (con mínimos pero eficaces cambios entre interior y exterior) y con puntuales toques poéticos como el juego de pétalos. La narración sencilla del argumento se vestía con la iluminación de Nani Valls y un juego de colores que reforzaba la centralidad de la figura de Cio-Cio San. Un rol encarnado por la soprano japonesa Miki Mori que reaparecía en Sabadell con un papel que domina vocal y escénicamente. Al principio con una voz con exceso de vibrato fue acomodándose en una línea cada vez más refinada, de timbre cálido que, sin jugar con grandes aumentos de volumen, solucionaba muy bien el carácter spinto. Además exhibió ocasionalmente algunos filados, apianamientos y no recorrió al registro de pecho para abordar las notas graves que no tiene. El matiz de numerosos pasajes aparejado a una desbordante faceta teatral amalgamaba una variedad de estados anímicos (ilusión, desesperación, tenacidad, resignación) contrastando una cierta idiosincrasia. La desconstrucción del aria “Un bel de vedremo” fue una magnifica síntesis de la capacidad de desposeer a la melodía de su preeminencia y otorgar diversos relevos y enfoques al texto, la emoción del personaje y la acción. Con la Suzuki de Yayoi Toriki, de enorme credibilidad dramática y vocalmente irreprochable e idónea, forma un binomio que por sí solo erige la producción.
También volvía Andrés Veramendi con un fraseo menos impulsivo y de sacudidas menos marcadas que el Calaf de la temporada anterior pero al que le falta verosimilitud escénica especialmente en el tercer acto. El centro y el agudo son amplios, dotados de metal, bien proyectados y encubriendo bien la emisión como lo demostró en el dúo del final del primer acto y en “Addio fiorito asil”. El instrumento en conjunto es bueno y tiene campo por recorrer si pule algunos vicios en la articulación y colocación en algunos finales de frase que son explícitamente melódicos. Como Veramendi el Sharpless de Manuel Mas tuvo más valor en la vertiente musical que en la actoral, no sobresaliendo aquí de los clichés de la gestualidad común operística. Una lástima porque, sin tener una actuación floja, una mayor presencia escénica potenciaría a un cantante con un instrumento más que correcto, homogéneo y musicalmente adecuado.
Rubén Gimeno, en la que es su última producción operística como titular de la Simfònica del Vallés, condujo una función que fue de más a menos sin especial personalidad pero con detalle teatrales y extrayendo un sonido bastante compacto sin tapar a los cantantes. Sin duda su experiencia como director de foso ha crecido en los últimos años. Quien también ha crecido artísticamente consiguiendo una regularidad muy esperada es el coro. Los refuerzos, especialmente jóvenes, han pulido la afinación, el equilibrio de cuerdas y la densidad de conjunto otorgando mayor regularidad a uno de los órganos fundamentales de la asociación. Lagunas de concertación aparte en el coro de invitados, sobresalieron las geishas y el "coro a bocca chiusa" magníficamente cantados.
Igualmente, adecuado Josep Ruiz (Goro) por la dicción y la inteligencia de un veterano cantante a quien el nuestro circuito operístico la ha dado la espalda durante años. Secundarios correctos con una clara mejoría de la dirección de cantantes: una antigua petición del firmante y que redondea el esfuerzo colectivo en la voluntad de ampliar méritos con humildad y sin desfallecer. Credenciales que son la garantía del éxito basada en las posibilidades de los AAOS.
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