Crítica: Concierto de la Royal Scottish National Orchestra en Zaragoza

LA ROYAL SCOTTISH EN GIRA

   Por Juan Carlos Galtier
Zaragoza. 18-I-2017. Royal Scottish National Orchestra. I. Fliter, piano. P. Oundjian, director. Obras de Debussy, Falla y Tchaikovski. XXII Temporada de Grandes Conciertos del Auditorio de Zaragoza. 

   La visita a Zaragoza de la Royal Scottish National Orchestra dentro de su gira española fue un acierto por varios motivos: para empezar tiene toda la solvencia de las buenas orquestas británicas que nunca defraudan, con su sonido bastante particular. Además presentó un programa equilibrado y con tres obras muy interesantes.

   El concierto comenzó con el Preludio a la siesta de un fauno de Debussy, una obra clave en la música del siglo pasado que no tenemos tantas ocasiones de escuchar en directo. El delicioso solo inicial de flauta tuvo que resistir el “ataque” impertinente del sonido de un teléfono móvil que persistió en sonar en tan delicado momento; la flautista resistió en su concentración y tras ella el resto de solistas de viento madera, que hicieron un trabajo notable y delicado en esta obra que recibió una interesante versión por parte de un músico detallista como demostró ser el director Peter Oundjian a lo largo de todo el programa.

   Es de agradecer que una importante agrupación europea como esta incluya en su gira por España una obra española tan importante como Las noches en los jardines de España de Manuel de Falla. Nos comentaba hace un tiempo el maestro José Peris que la forma concierto no había tenido gran éxito entre los compositores españoles en líneas generales y lo concretaba en que Falla nunca llamó a esta pieza concierto para piano y orquesta; en efecto quizás se trata más de una obra concertante con piano que no busca tanto el lucimiento del solista como si un diálogo de igual a igual en el que piano y orquesta se complementan; justo en ese trabajo conjunto estuvo lo acertado de la versión de Ingrid Fliter y Peter Oundjian. El piano nunca destacó en exceso pero sí que hizo un buen trabajo en el diálogo con la orquesta y en general tejieron una versión que no buscó destacar los aromas españoles presentes en la obra sino quizás más la cercanía con la música francesa que, por cierto, acabábamos de escuchar.

   Reconozco que cuando veo una de las tres últimas sinfonías de Tchaikovski en un programa de concierto tengo algo de pereza antes de escucharlas pero luego si la versión está a la altura no queda más que rendirse a una música tan directa e inspirada como la del compositor ruso. Así no queda otra que decir que la versión de la orquesta escocesa y Oundjian nos hizo disfrutar mucho de esta música. Al director se le nota (y eso es muy bueno) su pasado como miembro de uno de los grandes cuartetos de cuerda de todos los tiempos y eso lo demostró en dos cosas, para empezar en un cierto sentido camerístico dentro de la obra que hizo que todo sonara con total claridad (lo cual le va perfecto a una música tantas veces interpretada llena de excesos como esta) y por otro lado impuso un interesante juego de dinámicas y contrastes muy propio del trabajo en un cuarteto, así los temas lentos sonaron suficientemente lentos y en contraste se buscó todo el nervio en los momentos más rápidos aunque sin perder nunca un equilibrio global en la interpretación y con una prestación orquestal de muy buen nivel por parte de todas las familias con una cuerda que sonó flexible y aterciopelada y unos metales que brillaron cuando debían y se integraron en el tutti sin tapar a nadie en los demás momentos. En resumen, una Cuarta de Tchaikovski así, bien merece su inclusión en cualquier concierto. El público lo agradeció y los escoceses nos brindaron el famoso vals de Masquerade de Khachaturian y una divertida incursión en el folklore escocés llevado aquí al campo sinfónico con brillantez.