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CRÍTICA: LA OSPA INTERPRETA LA 'NOVENA SINFONÍA' DE BEETHOVEN BAJO LA DIRECCIÓN DE ROSSEN MILANOV

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Autor: Aurelio M. Seco
14 de octubre de 2012
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Foto cortesía de la OSPA

Temporada de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias. 2º concierto de abono. "Novena Sinfonía" de Beethoven. Director: Rossen Milanov. Michelle Johnson, soprano; Margaret Mezzacappa, mezzo; Adam Frandsen, tenor; Luis Ledesma, barítono; Coro Lírico de Cantabria y León de Oro. Viernes, 12/10/12.

UNA "NOVENA" ENCANTADORA PERO SUPERFICIAL

      La "Novena Sinfonía" de Beethoven es una obra muy difícil de dirigir, como todas las del genio de Bonn. Sin embargo, entre sus sinfonías, la "Novena" ocupa un lugar especial por su complejidad y significado. Ya hemos contado en alguna ocasión la anécdota que algunos grandes maestros relatan con frecuencia sobre ella. Uno de los directores más mediáticos de la actualidad le hizo la siguiente pregunta al mítico Kurt Sanderling, después de asistir a uno de sus ensayos: "¿Maestro, a qué edad cree usted que debería empezar a dirigir la "Novena Sinfonía" de Beethoven?". El asunto no es baladí. Riccardo Muti esperó hasta los 46 años para hacerlo y, el maestro milanés Aldo Ceccato, hasta los 42. Entonces, la respuesta de Sunderling fue significativa: "Diríjala usted cuanto antes, porque las veinte primeras veces lo hará mal".

      La Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias eligió para su segundo concierto de abono la "Sinfonía nº 9 en re menor, op. 125 "Coral" de Beethoven, con su titular,  Rossen Milanov, al frente. Para la ocasión se contó con un interesante grupo de cantantes y dos conjuntos corales de gran nivel, El León de Oro y el Coro Lírico de Cantabria. Pues bien, lo primero que hay que decir es que las tres citas donde se ha realizado el concierto -Gijón, Oviedo y Avilés- han logrado excitar el contexto musical asturiano como pocas veces este año. Fue muy agradable ver prácticamente lleno el Auditorio Príncipe Felipe de Oviedo, una estampa que no es fácil encontrarse a lo largo de la temporada de la orquesta. Incluso se pudieron observar, minutos antes de comenzar la velada, largas colas en las taquillas del auditorio. Y aquí conviene hacer la primera reflexión. Es verdad que el Auditorio abre su taquilla durante toda la tarde, y que los aficionados tienen muchos días para adquirir una localidad. Sin embargo, cuando a falta de unos minutos para comenzar el concierto ya se hace evidente por las largas colas que muchas personas se van a quedar fuera, parece lógico pensar que la institución debería haber tomado algún tipo de decisión más provechosa, para sí misma y para los espectadores que, deseosos de comprar una localidad, se quedaron a las puertas sin oír la sinfonía. ¿Acaso puede la OSPA renunciar a miles de euros en una época de crisis? ¿No habría sido mejor ayudar a la única persona que estaba gestionando las entradas en taquilla y que, obviamente, estaba desbordada ante la situación?

      Ante este tipo de problemas, las entidades suelen optar por  ser estrictos con el protocolo, olvidando el grado de humanidad y flexibilidad que, en este tipo de casos, son de agradecer. El resultado fue que decenas de personas se quedaron  sin ver el concierto, frustradas y, quien sabe, puede que sin ganas de volver a gastarse su dinero en una entidad que, no lo olvidemos, lo necesita. Con el público conviene ser generoso y agradable.

      El resultado artístico del concierto dejó una sensación agridulce. Por un lado, fue muy estimulante observar el interés de la orquesta y el director por dar lo mejor de si mismos.  Por otro está la versión que, aun resultando  estimable en su factura técnica, resultó superficial y confusa en su concepto. Esta fue la razón fundamental por la que, una obra tan emotiva y dramática como la "Novena", no terminara de emocionar a un público que, con todo, respondió con muchos aplausos al gran esfuerzo de músicos, coristas y director.

      Milanov es un artista con numerosas virtudes pero, tras el bagaje ofrecido en Asturias, podemos asegurar que también adolece de ciertas carencias que delatan falta de experiencia. Vayamos primero con las virtudes. Milanov ofreció una "Novena" encantadora, impetuosa por momentos, refinada en otros; desde luego, siempre llevada por un nivel de exigencia rítmica y sonora notable, al que los músicos de la OSPA siguieron con mimo. En nuestra opinión, poco cabe reprochar a director y orquesta desde el punto de vista técnico. Más bien habría que felicitarles por un esfuerzo tan sincero y profesional. Es cierto que la sinfónica asturiana tiene algunos puntos débiles que, se quiera o no, salen a relucir en ocasiones para el oyente más cualificado, pero el nivel ofrecido el viernes por los músicos fue notable. Otra cosa es que, lo ofrecido, haya sido suficiente para dar vida a una obra tan compleja como esta. Y no lo fue.

      La versión de de Milanov estuvo carente de la fuerza que da el dramatismo consustancial a esta música. La "Novena" es un auténtico testamento vital que, desde luego, requiere una lectura dramática mucho más profunda y uniforme, no desde el punto de vista analítico -estamos seguros de que Milanov conoce bien la partitura-, sino desde el punto de vista sonoro. Faltó trascendencia. La sensación general fue de superficialidad porque el estilo que imprimió el director también lo fue. Desde los primeros compases resultó evidente que las cuerdas necesitaban de un mayor peso sonoro, un sonido más denso y sustancial. Sus líneas melódicas parecían matizarse con colores frescos e impetuosos, en lugar de ponerse al servicio de una idea general dramática uniforme y profunda. Milanov sin duda rebuscó en la orquestación, y se preocupó de aclarar ciertos pasajes de la personalísima instrumentación diseñada por Beethoven, pero sin entender quizás que, en este autor, importa mucho más la idea que la orquestación.

      La idea que el director tiene de la obra fue lo que no funcionó. No resultó clara ni certera, ni para los músicos ni tampoco para el público. Por esta razón, la riqueza de matices orquestales, que estuvieron definidos con verdadera intención por los músicos, en ocasiones resultaron fuera de lugar. El primer movimiento resultó un tanto insustancial, algo realmente imperdonable en una partitura que, desde sus primeras notas, debe cargar el ambiente de expectación. Milanov interpretó el "Molto vivace" con excesiva rapidez, como si el grado de agilidad con se  toca fuera suficiente para dotar al movimiento de su preciosa energía, cuando lo fundamental estriba en su manera de tocarlo. La respuesta de la rapidez y el ímpetu rítmico no vale para todo. Por parecidas razones, el "Adagio" resultó insípido y sin profundidad.

      ¿Es que los nuevos directores no ven las grabaciones de los grandes maestros? Incluso existen largas sesiones de ensayos disponibles en DVD de maestros como Celibidache, donde el rumano explica cómo resolver los problemas sonoros de una obra para la que no sólo basta mover a la orquesta con decisión.

      Con todo, la versión dejó momentos emotivos, sobre todo en el último movimiento, gracias al excelente trabajo realizado por el coro. La partitura exige de las sopranos una tesitura alta constante, muy difícil de mantener. Desde el punto de vista interpretativo, a la versión quizás le faltó pasión y un sentido interpretativo más claro;  sin embargo, creemos que la calidad de esta interpretación abre una nueva época para la música sinfónico-coral en Asturias. La manera de frasear, la naturalidad del canto y la fiabilidad canora ofrecida por El León de Oro y el Coro Lírico de Cantabria, con toda seguridad han marcado una nueva referencia en la interpretación de esta obra en el Principado de Asturias, a pesar de no ser el repertorio al que el conjunto de Luanco dedica sus esfuerzos normalmente. La participación de los solistas resultó gris, si exceptuamos al barítono Luis Ledesma, que se hizo notar por su buen gusto interpretativo y bonita voz. El excesivo volumen de la OSPA tampoco ayudó a destacar sus participaciones.

      Cuando Milanov se hizo con la titularidad de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias, muchos se encargaron de repetir hasta la saciedad que lo que necesitaba la orquesta era un director joven que viniera a Asturias para crecer con la OSPA. Esto es lo que se quería y esto es lo que Rossen Milanov es. Esperamos que, dentro de algunos años, ese crecimiento mutuo permita a los asturianos ver una "Novena" diferente  y, desde luego, mejor.

 

 

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