Crítica: Concierto homenaje a Rogelio Groba en La Coruña

Concierto Homenaje al Maestro Rogelio Groba

Por Pablo Sánchez Quinteiro
La Coruña, 20-I-2024. Teatro Colón. Orquesta de Cámara Galega. Elisa D’Auria, piano y Joquín Fernández, violoncello. Rogelio Groba, director.

   El inicio del año musical en A Coruña nos ha traído un evento verdaderamente especial: la conmemoración del primer aniversario del fallecimiento de Rogelio Groba Groba, el destacado compositor gallego originario de Guláns (Pontevedra). Su partida, ocurrida el 31 de diciembre del 2022, ha marcado profundamente el panorama musical galaico. Por este motivo, un año después, el Teatro Colón de A Coruña ha congregado a la Orquesta de Cámara Galega, su concertino y director, Rogelio Groba, y a dos renombrados solistas, buenos conocedores de la obra de Groba: la pianista Elisa D’Auria y el chelista Joaquín Fernández. Y la respuesta del público fue abrumadoramente positiva. El Teatro Colón se encontraba repleto, un testimonio palpable del afecto y respeto que la figura de Groba inspira en A Coruña, la ciudad donde desarrolló gran parte de su carrera profesional.

   El programa de la noche fue una amplia y atractiva selección de obras para orquesta de cuerdas, tanto de tipo concertístico como puramente orquestal. El periplo musical se abrió con sus Cuatro bagatelas para orquesta de cuerda, una música de exquisita factura, escrita en un lenguaje accesible. Ya desde la primera pieza, Natural, se muestra su carácter etnogalaico, pero como es habitual en el compositor, trascendiendo lo puramente folclórico. Las acentuadas disonancias y el incisivo pulso rítmico, fueron recreados a la perfección por los miembros de la OCG. La bagatela Romántica sorprende por su intimismo, y su capacidad de decir tanto con una línea melódica extremadamente austera, en la que las distintas voces se entrecruzan con una limpieza prístina. Tras ella, la Elegante constituye un imaginativo Scherzo, en el que se entremezclan una vez más los ritmos galaicos con una sutil sofisticación. Finalmente, la OCG brindó una precisa interpretación de la breve y virtuosística Intrépida. Fue una exultante conclusión llena de destreza técnica y desbordante entusiasmo que se reflejó en una larga ovación.

   A continuación, Rogelio Groba, siempre un ameno comunicador, se dirigió al público —también al radiofónico, ya que el concierto fue transmitido en directo por la Radio Galega— para presentar la Sonatina para piano y cuerdas de 2017. Esta obra, con un programa oculto al estilo de la Sinfonía doméstica de Strauss, narra las primeras peripecias de uno de los hijos del compositor, desde sus primeros gateos hasta alcanzar cierta independencia. En este caso podríamos hablar de música infantil, evocando el encanto y la simplicidad lúdica de obras como Children's Corner de Debussy. 

   El homófono discurso que caracteriza al Allegretto fue construido con precisión por la orquesta y la solista, D’Auria, quien imprimió un sonido vibrante y luminoso. El hermoso Moderato retrato de la siesta del bebé, tiene una mayor riqueza melódica. De hecho, es un relato encantador e inspirador que, partiendo de la mayor serenidad, evoluciona hacia una melodía evocadora interpretada por la solista con un tempo ligeramente retardado, ejecutado a la perfección. Resultó una lástima que este delicado momento fuese interrumpido por los aplausos del público antes de que pudiera repetirse la tranquila introducción. El frenético Allegro vivace posee una cualidad casi cinematográfica, capturando con realismo vívido el caos del despertar de la criatura. Rebosante de humor, brilla por su vivacidad. Las escalas vertiginosas que constituyen su sección central fueron interpretadas por D'Auria con excelente precisión y musicalidad, añadiendo una dimensión emocionante y teatral a la pieza. El Allegro final recupera el carácter rítmico del primer movimiento, pero ahora alcanza una dimensión minimalista, que culminó en un eficaz crescendo. 

   D’Auria interpretó como propina la última pieza de las Danzas meigas (1997), la Danza Ritual Final. A pesar de que esta versión pianística no cuenta con la rica instrumentación del original orquestal -no olvidemos que la orquestación es una de las mayores virtudes que distinguen al compositor-, que por cierto tuvimos la suerte de escuchar hace cinco años bajo la batuta de Dima Slobodeniouk con la Orquesta Sinfónica de Galicia, esta adaptación para piano ofrece una nueva dimensión. D’Auria resolvió con una facilidad pasmosa, a un tiempo vertiginoso, las complejas secuencias y los torrentes de rápidos arpegios, demostrando una técnica impecable y una precisión extraordinaria que cautivó al público.

   Seguidamente, la orquesta interpretó O Fausto - Alalá para cuerdas (2017). Una obra de un carácter bien distinto a las anteriores, inspirada en una experiencia personal de Groba. Es una expresión musical de las sensaciones del compositor al observar desde una montaña cómo se acerca un amigo, reconocible a la distancia por su peculiar forma de andar. En esta obra, el elemento folclórico está completamente ausente, consistiendo en un elegante crescendo que se desarrolla de forma contenida y sobria. En sus pasajes más rapsódicos, la orquesta aportó un sonido lleno de matiz y riqueza, creando una atmósfera intensa y profundamente emotiva que inundó el Teatro Colón con una sensación de calidez reconfortante.

   El concierto culminó con el segundo concierto para cello del compositor, Concierto romántico para chelo y orquesta, añoranzas, la obra más ambiciosa del programa. A pesar de su título, que podría sugerir un carácter romántico, la obra tiene una inclinación expresionista y, al estar exenta de referencias folclóricas, se sitúa más próxima al neoclasicismo musical. El Allegretto inicial se despliega con un carácter vehemente, creando un diálogo ácido entre solista y orquesta que mantiene la tensión de principio a fin, sin nunca llegar a una resolución. Tras demostrar en el movimiento previo su habilidad para manejar tanto el ritmo como las dinámicas más complejas, sin sacrificar la expresión musical, Fernández destacó en el Adagio molto por su forma de explorar el registro más cantabile de su instrumento, desplegando un sonido profundamente hermoso en las cuerdas graves y un legato fluido. En la sección central, Groba opta por el máximo contraste, contraponiendo la voz aguda de los violines y creando un crescendo de tensión, haciendo la obra más enigmática y dolorosa. Todo este clímax confluye en el Presto final, un perpetuum mobile mecanicista e incisivo que supuso un cierre brillante a una excelente interpretación.

   En un gesto final lleno de emoción, el chelista Joaquín Fernández obsequió al público con una interpretación conmovedora: la Canción de cuna para cello y orquesta de cuerda, compuesta por Rogelio Groba en honor a su hija Clara Groba. Esta pieza, de una delicadeza y ternura excepcionales, no solo rindió homenaje a Clara, sino que también evocó el profundo vacío y la conmoción que su prematura partida causó en toda la ciudad. La interpretación de Fernández, cargada de sentimiento y delicadeza, hizo que la sensación al final del concierto fuera de intensa emoción y recogimiento. Pero también de satisfacción palpable. No hay muchas ocasiones de realizar un recorrido tan denso e intenso por la vasta obra de Rogelio Groba. Vale la pena recordar sus palabras: «Componer, en mí, es una necesidad biológica, como el comer o el beber». Con esto en mente, el concierto no fue solo un tributo, sino también una vivencia de la pasión inextinguible de Groba por la música. Sólo queda desear que ojalá este homenaje se repita año tras año, manteniendo viva su inolvidable huella en el mundo de la música.

Fotos: PSQ