Esta obra maestra de Umberto Giordano, antaño popularisima pero hoy en día programada de pascuas a ramos (ojalà!), ha salido practicamente de repertorio. Se culpará a la falta de voces: mentira. En Turín se han podido juntar dos repartos practicamente de igual interesantes. Por motivos de agenda nos ha sido imposible poder asistir a una funciòn con el primer reparto, pero el interes de escuchar al valiente tenor argentino de Cordoba, Marcelo Alvarez, ya estaba abundantemente satisfecho tras haber podido asistir a las funciones de Chénier que se dieron hace no mucho en el Teatro Real de Madrid y de las que fue protagonista. José Maria Siri, la excelente soprano uruguaya, hace no mucho que la pudimos escuchar en Bolonia y antes en Venecia en Il Trovatore de Verdi, lo que no quita que su Maddalena haya sido interesante; y a Alberto Mastromarino, Carlo Gerard, se le ha apreciado en una Cavalleria y Pagliacci hace dos meses en Bolonia.
Por eso se tenía curiosidad por oir al tenor Gustavo Porta, voz generosa donde las haya, en el rol del desdichado poeta y victima del terror en la Francia Revolucionaria. Se le ha encontrado pletorico de voz, con un control definitivo del istrumento, que se dobla también en los pianos que la parte romantica -lo de Verismo para esta ópera es sólo una cómoda etiqueta de este dramòn historico- requiere.
Por lo tanto, compartimos el entusiasmo del publico -escaso, todo hay que decirlo, en una función fuera de abono- tras su vehemente improvviso "Un dì, dall'azzurro spazio". Aplauso que interrumpió espontáneamente el relato del tercer acto "Si, fui soldato!" y el momento mágico de los últimos versos "Come un bel dì di maggio". El tenor, casi conmovido, agradeció su gesto al público llevándose la mano al corazón en los saludos del final de la ópera. Valiente y con gran temperamento el Carlo Gerard del baritono Silvio Zanon. Voz realmente timbrada, de grato y aterciopelado color, intérprete controlado sin los desmadres que a veces el rol del temible revolucionario comporta. Una autentica revelaciòn en este papel la soprano Chiara Taigi, que al principio de su carrera era una excelente Reina de la noche en La flauta mágica de Mozart y Amina en La Sonnambula de Bellini. Su precedente actuación en Medea de Cherubini, en el mismo Teatro Regio y luego en Palermo y Catania, hizo entrever esta evoluciòn hacia un repertorio dramatico.
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