Crítica del concierto de Roberto González-Monjas y Kirill Gerstein con la Orquesta Sinfónica de Castilla y León
Un concierto para recordar
Por Agustín Achúcarro
Valladolid, 22-06-23. Auditorio de Valladolid, Sala Sinfónica Jesús López Cobos. Obras: Concierto para piano nº1 en do mayor, op. 15 de Beethoven y Sinfonía nº1 en re mayor, «Titán» de Mahler. Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Director: Roberto González-Monjas. Solista: Kirill Gerstein, piano.
Roberto González-Monjas dirigió a la Orquesta Sinfónica de Castilla y León en el último concierto de la temporada, y lo hizo de una manera magnífica. González-Monjas, siempre con la participación de una orquesta capaz y que concluye la temporada con un listón muy alto, aportó ese intangible que en el arte poseen solo unos pocos; la capacidad de emocionar y traspasar unos límites indefinibles e inexplicables. Su versión de la Sinfonía nº1 de Mahler fue comunicación pura. Se percibió el aliento sugerente de la naturaleza, la energía vital que se impone con los vientos metales, los pasajes cantables, la duda, el sentir que el sonido orquestal se vuelve inestable, se tambalea, el diálogo constante de los instrumentos. Lo nostálgico se apoderó del segundo movimiento, de la misma manera que el tercero estuvo tan cerca de lo burlesco como de lo elevado.
González- Monjas demostró poseer una idea clara de cómo interpretar esta obra y plasmarla. Y lo curioso o lo más grande es que el director hizo partícipe al espectador de los detalles, del sonido más ínfimo, más individualizado, y de la concepción global de la obra. Se planteó lo más excelso y la debilidad más evidente de forma casi simultánea. Por eso, más allá de un análisis pormenorizado de la interpretación, adquirió en este concierto un valor preferencial el que director y orquesta consiguieran que la emoción, lo indescriptible, se hiciera palpable. Seguro que en la carrera de González-Monjas vendrán otros enfoques de la obra, otras perspectivas, que podrán ser mejores o no, e irá madurando su forma de entenderla, pero no por eso esta versión dejará de tener en el recuerdo algo imborrable e irrepetible. Aludir someramente a ese inicio tan en piano, con un efecto continuado y extraño, tan marcadamente sugerente, que parece nacer de la propia tierra, al sonido de las trompetas que llegaba desde fuera del escenario, la labor de las cuerdas o la inmensa dificultad de la trompa, de las trompas en general, que estuvieron tan espléndidas durante toda la obra, los acordes de las arpas, los tutti orquestales, plagados de fuerza, la irrupción de los timbales, el solo del contrabajo, el canto que palpita por toda la orquesta- la melodía del Frère Jacques o las referencias a las canciones del camarada errante, la violenta irrupción del movimiento conclusivo, el grandioso final, en el que la orquesta en sus oleadas sonoras dio todo de sí, creando la sensación de que podía crecer sin límites. En definitiva, una de esas interpretaciones de la sinfonía de Mahler tan pensada en los aspectos más técnicos, como capaz de contagiar y trasladar sensaciones y estados de ánimo, que se recuerdan con el paso del tiempo.
Antes, interpretaron el Concierto para piano nº1 de Beethoven, con el pianista Kirill Gerstein. Aquí subrayar la relación entre solista y orquesta, y el empeño por establecer una relación cuidada entre ambos, exigiendo, por parte del director, pianos expresivos y un fraseo cautivador, que no doblegara al solista, y que aprovechara los pasajes propicios para darle a la obra un determinado ímpetu. Gerstein se enfrentó a una obra realizada por un excelente pianista, el mismo Beethoven la había estrenado, con lo que eso supone. Fue, por tanto, un solista capaz de establecer diálogos fluidos con la orquesta, y con instrumentos como el clarinete, con momentos de una sutileza cantábile muy remarcada, como en el segundo movimiento. Solventó con facilidad los pasajes más complejos, ahí quedaron su manera de abordar las cadencias. El movimiento conclusivo estuvo marcado por la viva relación entre piano y orquesta.
Un final de la temporada de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León que contó con la presencia de un director-nacido en Valladolid- que mantiene una fructífera relación con la orquesta de su Comunidad, a lo que se suma el que la Sinfónica se encuentre en un momento de plenitud.
Fotos: OSCyL
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