Una entrevista de Agustín Achúcarro
El director valenciano Roberto Forés Veses se ha forjado una carrera internacional desde Francia, país en el que es el director titular y artístico de la Orchestre National d´Auvergne, una formación con solera, aunque su carrera no se centra solamente en el país galo. Compagina la dirección sinfónica con la ópera, en la que debutó en 2008 en el Teatro Regio de Turín. Un músico integral que tras recorrer medio mundo, siente predilección por lugares como Japón, y aspira a poder dirigir con regularidad en España, su país. El próximo 28 de enero dirige a la Orquesta de Valencia en el Palau de la Música de Valencia, con Josu De Solaun como solista. En el programa, la Sinfonía nº 3 de Sibelius y el Concierto para piano nº 1 de Tchaikovsky. Roberto Forés acaba de grabar un nuevo disco con su orquesta aprovechando que en Francia solamente se permitían ensayos y grabaciones, y es por este tema por el que comienza..
Háblenos, pues, de la grabación que ha realizado con su Orchestre National d´Auvergne
En Francia todas las orquestas se han lanzado a grabar como locos, y esto ha hecho que los ingenieros de sonido no den abasto con el trabajo. Ellos tienen un gremio muy fuerte, con enseñanzas muy bien reguladas en el Conservatorio de París, por lo que hay una escuela buenísima de esta profesión.
La nuestra era una grabación que se había pospuesto por el virus y es un disco todo Schubert respetando las normas de prevención de la Covid-19. Hemos realizado la versión para orquesta de cuerda con el Quartettsatz en do menor, que se quedó incompleto, y La muerte y la doncella, con el arreglo de Mahler/Schubert. Con este compositor no nos habíamos metido todavía y consideré que era el momento. Una grabación que saldrá en formato digital y en vinilo. La orquesta abandona el cd, aunque se sigan haciendo algunas copias, pues se está viendo que cada vez está más en desuso, por lo que se apuesta por el formato digital, tras estudiarlo bien, contemplar la cada vez mayor demanda en el mercado, y sacarlo también en vinilo.
El sello es de la Orchestre d´Auvergne, que tiene ya una colección de conciertos en vivo, y la apuesta aquí es por lo digital, como la grabación que tenemos con el pianista Nicholas Angelich, el Concierto para piano nº1 de Chopin, en vivo para Warner, pendiente de edición, que también será para el mercado digital, concretamente el americano. Y acabamos de grabar las Sinfonías nº2 de Honegger y Rivier, respectivamente, y la Sinfonietta de Roussel. También hemos hecho grabaciones para cd como el de La noche transfigurada de Schoenberg y Metamorfosis de Richard Strauss.
¿Cuáles fueron las circunstancias que tuvieron que darse para que acabara siendo director?
Mi padre dirigía bandas de música, con lo que nos vamos a mi infancia, e incluso en un momento dado estuvo al frente de la Orquesta del Conservatorio de Valencia. Así que, quieras que no, has visto eso durante toda tu vida, y evidentemente, yo he participado en la orquesta y tocaba la trompa en las bandas. Y en un momento dado, de joven, dije que iba a ser director de orquesta y me sonrieron todos. Entonces me comentaron que antes tenía que tocar un instrumento, estudiar armonía… Y pensé: ¡Ah! me han engañado, no sabía que esto fuera así. Por lo que llegar a ser director, si de por sí es un proceso muy largo, en mi caso duró mucho más. Yo después de estudiar trompa y violín, entré como violinista en la orquesta de Valencia, cuando era relativamente joven y estuve ocho años.
¿Qué le hizo dar el paso definitivo?
En la orquesta ves pasar muchos directores y el gusanillo estaba ahí. Algunos te marcan y te hacen pensar que te gustaría estar en su puesto. Dirigir es algo fascinante, pues tiene un encanto y un misterio que hace que te preguntes qué hay detrás, cómo se preparan las obras, cómo se vive ese proceso.
Tenía los estudios, hice cursos de dirección, un día dejé la orquesta, cuando lo hice ya tenía más de treinta años, y me puse a estudiar en serio dirección de orquesta. Por tanto mi llegada a la dirección es bastante atípica, pues lo normal ahora es empezar directamente y más joven.
¿Y qué descubrió que había detrás de un director?
Lo primero mucho trabajo, mucho amor por lo que hacen y un gran sacrificio. En mi caso en la Orchestre d´Auvergne a las horas de trabajo individual hay que sumar las horas de gestión, que no tienen nada que ver con la música, como son labores de personal, de programación, de contratación de artistas, de cuestiones extramusicales, y todo en base a un presupuesto que hay que controlar. Abarcas un mundo muy rico, ya que no hablamos solamente de música, sino de contacto humano, de interrelaciones personales y de descubrimiento de nuevas culturas.
¿Cómo se mantiene el equilibro entre la dirección y la gestión de una orquesta para evitar que surjan problemas?
No trabajamos con ordenadores sino con personas, y evidentemente para los músicos de la orquesta yo soy con el que hacen música y al tiempo el que gestiona. Y esto hace que incluso te confíen problemas de índole personal, por lo que es necesario que haya un mínimo respeto por la posición de cada uno.
Por tanto, qué hace para evitar que lo personal no entre en conflicto con los intereses de la orquesta
Con muchísimo dialogo. No me sale otra palabra, pues las decisiones fáciles de tomar no generan dificultades, pero las complicadas es necesario explicarlas para que se comprendan. Lo principal es que exista dialogo y respeto, pues si algo aprendí tocando ocho años en Valencia es que el director nunca deja de ser un músico de orquesta, con lo que para mí los instrumentistas son colegas.
Cómo ve el caso contrario al suyo, el que sean personas diferentes el director musical y el artístico
Ahí lo que hace falta es mucha empatía y que remen juntos. Estamos hablando de la profesionalidad, que a cada uno se le supone, y la capacidad de confrontar las ideas de ambos y saber ceder por las dos partes. El trabajo tiene que ser muy de consenso, pues si no, no funciona.
Retomando el tema de sus inicios ¿qué importancia cree que tienen las bandas de música?
Son la base de mi formación. En una banda aprendí de niño a trabajar con un grupo, a encontrar mi sitio, y al mismo tiempo he visto cómo era una dinámica de ensayo y que mucha gente, no solo en Valencia, sino en toda España, llegan a las orquestas tras salir de una banda. Motivos por los que hay que cuidarlas, ya que se trata de proteger el trabajo que se hace desde la base.
¿Cuáles son para usted los principios básicos de un director?
Intentar, ya que la verdad absoluta nunca la tendremos, no traicionar al compositor, serle lo más fiel posible a partir de tu criterio. Y de eso deriva otra cuestión importante como es ser fiel a uno mismo, ya que es la manera de que los miembros de la orquesta te sigan. Si pretendes adaptarte, gustar, y te planteas cómo van a reaccionar los músicos ante ti, eso es muy peligroso. El músico siempre tiene un gran respeto hacia el director, lo tengo claro y lo he vivido a ambos lados, pero debes demostrarles que tienes tus ideas y que estás convencido de ellas, que puedes transmitirlas y arrastrar a la orquesta contigo. Mis principios son: lealtad al compositor y lealtad a ti mismo.
¿No cree que en algunas ocasiones pueda producirse un pulso entre el director y la orquesta?
Bueno-se lo piensa unos instantes- puede darse con orquestas con muchísima tradición, con una forma determinada de interpretar cierta música del gran repertorio; llegas para interpretar un Haydn, un Mozart o un Beethoven y tú pides cierta manera de tocar, de utilizar el arco. Ahí podría llegar a producirse alguna divergencia, pero en ese caso está la habilidad del director para entender que lo que los músicos aportan es muy importante y se debe tener flexibilidad para llegar a compromisos con la orquesta y con uno mismo. Una vez más hay que pensar que la música no la hacen ni ellos solos ni el director solo. La guerra cada uno por su cuenta no sirve a nadie.
Su carrera se ha forjado principalmente en Francia ¿Qué le ha supuesto ser director titular de una orquesta allí? ¿Desea tener más presencia en España?
Ser director titular de una orquesta en Francia te da mucha visibilidad en ese país, lo cual significa que otras orquestas te ven porque estás presente en todos los foros musicales continuamente. Trabajar en Francia me ha hecho crecer como director, me ha dado un reconocimiento, muchas oportunidades, desarrollar mi carrera, grabar discos, participar en festivales importantes, hacer giras internacionales... Francia me ha dado muchísimo.
Al trabajar allí no tengo una agencia en España, entonces digamos que no he sido una persona visible en mi país, lo que es comprensible por las circunstancias que he contado. Si no tienes una agencia no hay nadie que hable de ti. Y si bien es cierto que no he estado del todo cómodo con esta situación, también es verdad que he estado volcado con mi orquesta y con las giras que surgían en otros países. Todo se ha dirigido de manera natural hacia otros países y ahora voy empezando a tener ganas de trabajar en España. Vamos a ver si hay oportunidades allí, espero que las haya. Yo he estudiado en Finlandia, en Italia, después he realizado mi carrera en Francia, luego realmente en España soy un poco extranjero, pero es algo acorde con mi trayectoria.
Vuelvo a recordar que llevo once años trabajando profesionalmente como director, por lo que mi carrera es muy joven, dado que terminé dirección a los 36, 37 años, y estaba en la calle, como todos. Empecé a trabajar de manera regular hace once años, luego todo es muy reciente.
¿Qué puede decir de su Orquesta d´Auvergne?
Es una formación de cámara, con una tradición muy potente, que sus últimos tres concertinos han sido Goran Nikolik, Svetlin Roussev, ahora concertino de la Suisse Romande, Loïc Rio, violín de Cuarto Modigliani. Doy estos nombres para poder entender que tiene una gran tradición de música de cámara, con concertinos estratosféricos. Qué puedo aprender cuando he llegado a una orquesta así, pues el trabajo en detalle, el poder pasar una hora de trabajo con diez compases, hasta que se llega a un resultado que nos gusta, y que es una labor de orfebrería.
¿Cómo se encontró a la orquesta? ¿En qué situación está en estos momentos?
Me encontré una formación que tocaba muy bien, muy seria, con músicos muy orgullosos de pertenecer a esa orquesta y convencidos de hacer su trabajo a tope. O sea un regalo. Y con el tiempo lo que hemos conseguido es un sello propio, un sonido que la hace reconocible. Es una orquesta muy camaleónica, que se adapta muy bien a todo el repertorio, que su estándar es altísimo, que su listón ha subido muchísimo.
¿De qué manera se conjuga el repertorio de siempre y el actual para mantener viva una orquesta?
Mi experiencia como programador es ir introduciendo repertorio nuevo y desconocido para el público. Al principio es verdad que hay reticencias, pero con el paso del tiempo se convierte en algo normal. Procuro que en cada concierto se incluya una obra nueva, que no se conoce, pues hay que estimular la imaginación del público. Es una cuestión de hábito y el espectador de mi orquesta recibe la música actual sin problemas, aunque no nos engañemos es un trabajo a la larga.
Si no, corremos el riesgo de morir el público y nosotros, pues, por ejemplo, la Sinfonía nº4 de Beethoven o la nº5 de Chaikóvski son fantásticas, pero no se pueden tocar 50 veces seguidas. No podemos vivir solamente de eso y tampoco podemos renunciar a ello.
¿Cómo definiría su experiencia con las orquestas en el foso de la ópera?
Yo siempre he creído que la orquesta de foso debe tocar como una orquesta sinfónica. Quiero decir, que la orquesta de foso debe tocar con el mismo descaro que una orquesta que está encima de un escenario y ésta a su vez debe interpretar con el mismo lirismo que la de foso.
Claro, en el foso, como director de una ópera, tienes que gestionar muchas cosas, a los cantantes, coro, orquesta y todo esto debes coordinarlo. Pero cuando hablamos de ópera nos estamos refiriendo a un arte total, en el que se producen sentimientos a través de la palabra, de la música, del baile, con vestuario, luces, una escena… Yo debuté dirigiendo Salomé en el Teatro Regio de Turín sin haber ensayado, pues fue una sustitución, y eso solamente se solventa estando preparado. Y para mi debut en el Teatro Bolshói de Moscú tuve un ensayo con la orquesta y otro general, y nada más. Y ahí está la profesionalidad de todos, y puedo asegurar que la orquesta del Bolshói es la más flexible que conozco, es un Ferrari, así que, entre comillas, resulta fácil.
¿De qué manera cree que se ha roto la vida musical con esta pandemia? ¿Cómo piensa que se va a salir de esta situación?
Se ha roto lo primordial, que es la presencia del público, se ha roto el nexo entre los músicos que no son estables en una formación, por tanto su modus vivendi, y esto es algo muy grave, y muchos directores de orquesta no pueden dirigir. Todo eso son heridas que habrá que curar poco a poco. En esta temporada no vamos a volver a la normalidad y espero que pueda ocurrir en la siguiente, pero habrá consecuencias. Creo que los gestores y programadores tienen que ser muy sensibles ante el colectivo de directores y músicos, que por desgracia no han podido seguir trabajando, que no poseen una nómina como los músicos estables. Debe pasar algo parecido a lo ocurrido en los Festivales de Santander y de San Sebastián que han contratado a artistas españoles, de proximidad, que no desmerecen en nada.
¿Le condiciona la acústica de la sala a la hora de dirigir?
Tenemos siempre la prueba acústica, pues de hecho hay que verificar que todo funcione al igual que en los ensayos de tu sede habitual. A mí personalmente me gusta escuchar a la orquesta desde distintos puntos de la sala y hacer las correcciones necesarias, y ahí sí que haces un poco la labor de un técnico de sonido, pues regulas el de la orquesta.
Cuando has trabajado ciertas articulaciones con la cuerda, te pude ocurrir que funcionen muy bien en una sala de acústica generosa, pero no en una seca, y eso tienes que cambiarlo, pero eso se hace con un poco de tiempo y capacidad de adaptación de los músicos. Por eso la prueba acústica es fundamental.
¿Qué es irrenunciable para considerar que una orquesta es buena?
Para mí una orquesta debe tener respeto hacia sí misma. Debería estar siempre preparada para poder trabajar con cualquier director, y concentrarse sobre qué texturas conseguir, qué tipo de emoción se va a transmitir, qué versión se va a hacer, y olvidarse de la base técnica, que debe estar ahí.
Cuéntenos cuál es su manera habitual de trabajo desde que la obra llega a sus manos hasta el concierto
Primero, en solitario, necesito tener la estructura de la partitura, o sea que trabajo desde lo general hasta el detalle. Y al tiempo realizo mucha lectura, no me refiero a la biografía del compositor, que puede ser muy útil, sino a conocer su entorno social, político, el ambiente en el que el compositor se movía, cómo funcionaba la sociedad en la que trabajaba, sus relaciones personales, a través de cartas, si existen. Vamos, mucha, mucha lectura, para entender cómo era esa persona y qué quería decir.
Con la orquesta tienes que ser capaz de convencerla que tu idea de esa música es la mejor y los medios pueden ser muchos. Los que funcionan en una orquesta española no funcionarán en una japonesa, francesa o rusa. Y tú debes adaptarte a la realidad en la que te encuentras. Habrá orquestas que no necesitarán que le cuentes cómo trabajaba Mozart y otras quizá sí.
¿Qué es para Forés el tiempo, el ritmo y el color?
El tiempo es el estado de ánimo en el que uno está. Puedes haber tenido muchos problemas y llegar al ensayo a las nueve de la mañana y estás en un estado que será diferente al de la tarde, y no será el mismo el del concierto. Gracias a dios no somos robots y por eso la música está viva. Para mí eso es el tiempo, pues las emociones se trasmiten igual a un tiempo de 100 que de 110. Lo que cuenta es la intención.
El color en música es el timbre, y es algo que yo me imagino, que pasa en mi cabeza y que le pongo texturas. Es muy material para mí y aunque no sea igual que para un pintor, en mi caso sí que tiene paralelismo. Nosotros fabricamos el color con los instrumentos, no sé, es difícil de explicar.
¿Es muy exigente con las ediciones de las partituras?
Sí, intento trabajar con ediciones urtext, y si puedo miro la primera edición y las particellas de los músicos. Me gusta aproximarme lo más posible y fidedignamente a la idea del compositor, sabiendo que no vivo en la misma sociedad, ni dispongo de los mismos instrumentos.
¿Cuáles son sus proyectos de futuro?
Lo voy a separar en dos. Hablando de ópera tengo tres cosas que me apetecen mucho: una producción en Francia con La sonámbula y mi debut en la ópera de Zúrich en la temporada próxima con Romeo y Julieta de Gounod. También me apetecen mucho los proyectos en Japón y Rusia, países que me encantan. Tengo prevista una gira con la Orquesta Filarmónica de Nagoya y NHK de radio y televisión japonesa, y en Rusia con la Orquesta del Estado ruso. Y trabajar regularmente en España, estar más cerca de casa.
¿Será posible?
Yo espero que los programadores españoles estén abiertos a un extranjero entrecomillado, ya no tan joven, que le apetece volver a su tierra a trabajar y descubrir de primera mano en qué estado de forma están las orquestas de su país. Estoy convencido que con la experiencia que ya tengo fuera, puedo aportar lo que he aprendido. España fue la que me becó para estudiar en el extranjero y quiero devolverle lo que me dio.
Y que tienen para usted, que tanto le atraen, el público y las orquestas de Japón.
Tienen un respeto casi fetiche al artista, es algo impresionante. Te esperan al final del concierto para que les firmes los discos, te piden fotos, te reconocen por la calle. En mi última gira allí, en Kioto, me reconocieron en el hotel y me querían regalar mi estancia en él.
Y los músicos poseen un respeto absoluto hacia el director, además de que sus orquestas son de una calidad artística muy alta, y están muy abiertos a lo que puede aportar un occidental. Sé que esta afirmación suena algo tópica, pues vivimos en un mundo globalizado y ellos han visto mucho, pero siempre están predispuestos a ese punto occidental, que tienden a considerar un poco trasgresor. Corre mucha energía cuando les diriges.
¿Cómo es Roberto Forés fuera de la dirección?
Me gusta el deporte, practico natación y bicicleta regularmente, y me satisface estar con mi familia y mis amigos, algo que por desgracia mi trabajo no me ha permitido cultivar mucho.
El 28 de enero, después de 3 años, vuelve usted a su ciudad para dirigir a la Orquesta de Valencia.
La Orquesta de Valencia es mi casa, donde pasé ocho años de mi vida como músico. Son mis colegas, mis amigos, con quienes tengo una complicidad natural sin necesidad de decir demasiadas palabras. Siempre es y será especial hacer música con ellos.
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