La Voz de Asturias (viernes 26/02/10)
Roberto Forés dirige hoy, a las 20:00 horas, en el Auditorio de Oviedo, a la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias en su octavo concierto de abono. En el programa, la "Sinfonía nº 1" de Schumann, "La bruja del mediodía" de Dvorak y el "Concierto para oboe en re mayor" de Strauss, que será interpretado por el oboísta suizo Emanuel Abbühl.
- ¿Cómo afronta el trato con las orquestas?
- Doy mucha importancia a la educación. Intento que el trato no sea distante ni despectivo. Evidentemente, tiene que haber una figura que impone su criterio pero desde el respeto y el razonamiento. Con frecuencia, al tocar un pasaje pregunto a los músicos el por qué de esa interpretación. Es una pregunta retórica que yo mismo respondo. Los músicos tienen que saber el resultado musical que pretendemos conseguir y el porqué de repetir un pasaje concreto para conseguirlo.
- ¿Habla mucho en los ensayos?
- Lo necesario, hasta que llega el momento de demostrar las cosas haciéndolas. Soy un director que intenta mostrarse con naturalidad ante la orquesta, porque entiendo que debo ser yo mismo para poder expresar mi sensibilidad musical. Necesito ser yo mismo delante de una orquesta. Y si en un determinado momento pienso que hablar del curling -que es un deporte que conocí tras mis cuatro años de estudio en Finlandia- puede servir a la orquesta para visualizar un determinado modo de tocar, lo hago. ¿Por qué no?
- ¿Ha hablado a la OSPA del curling?
- Sí, claro. Estoy convencido de que una buena imagen puede ayudar a la interpretación. Ayuda mucho a estimular la imaginación del músico al hablar de la "Sinfonía nº 1" de Schumann, que el propio compositor subtituló "La primavera". Hablamos precisamente del espíritu de la primavera. En mi opinión, el compositor quiso plasmar con toda claridad lo que el término "primavera" significa en toda su amplitud. Tras pasar cuatro años en Finlandia creo saber lo que puede llegar a significar la llegada de esa estación, un momento en el que las personas explotamos emocional, comunicativa e incluso hormonalmente. Schumann pensaba que las imágenes eran importantes en la música, por eso subtituló su obra. Tras un invierno de cinco meses, habitualmente con temperaturas bajo cero, le aseguro que cuando llega la primavera es una auténtica explosión de energía. Y de esto también hemos hablado para preparar este concierto.
- ¿Es tan importante el aspecto psicológico en la dirección?
- Sí. El 80% del trabajo que debe hacer un director es psicológico. Es imprescindible en cualquier trabajo en el que intervengan seres humanos.
- ¿Y cuando hay un músico que no hace lo que se le dice?
- En todos los oficios hay malos profesionales, pero también personas con problemas cotidianos. Es posible que un determinado día, un músico me dé sólo el 10% de lo que puede, pero quizás mañana consiga que me dé un 20% aceptando ese 10 y motivándole para mejorar su rendimiento. No creo en que el "machacar" a la gente ayude a mejorar.
- También puede exigirle el 100%, y si no lo da, echarlo
- Eso lo podría hacer con mi orquesta, no sin antes agotar todos los recursos posibles. Pero creo que mi trabajo como director invitado no es ese. Los problemas estructurales de las orquestas no son una cuestión que deba subsanar un invitado, sino un titular. En cualquier caso, soy consciente de que tenemos que trabajar cada vez para hacer "el concierto de nuestras vidas".
- ¿Hace un estudio previo de su gestualidad respecto de las obras que dirige?
- La técnica es la base. Sin ella un director ya puede irse a casa. Personalmente no hago un estudio previo de la gestualidad que voy a usar. Evidentemente sé dónde están los gestos básicos de las obras que dirijo, pero mientras lo hago, no tengo una idea exacta predeterminada de cómo voy a resolver un determinado gesto hasta dos segundos antes de afrontar un pasaje. Intento dirigir de manera natural. La técnica sirve a la música. Hay directores que tienen un gestualidad muy peculiar, pero que artísticamente funcionan. Eso es lo que realmente importa, que la obra funcione.
- ¿Cómo marca usted el comienzo de la "Quinta" de Beethoven?
- No tengo una manera preestablecida de antemano, sino que interiorizo la intencionalidad del compositor y, simplemente y de manera natural se produce el gesto, que además funciona bastante claramente. Intento ser un director de gesto claro.
- ¿Mejor con batuta o sin ella?
- La batuta no es mejor ni peor, es un mero instrumento para el director. Lo importante es que la versión funcione, y eso sucede independientemente de que se tenga o no batuta en la mano. Para mí no es imprescindible. De cualquier manera, yo no concibo el arte sin riesgo. A veces ves directores que no son clarísimos gestualmente, pero a cambio consiguen resultados musicales increíbles.
- ¿Cómo han sido los ensayos?
- Estaba programado el "Concierto para oboe" de Martinu pero, finalmente, por razones artísticas, Emanuel Abbühl prefirió cambiar el programa e interpretar el "Concierto para oboe y orquesta de Strauss, que precisamente acaba de hacer con la London Symphony Orchestra, bajo la dirección de Valery Gergiev. He visto a la orquesta muy motivada con el programa, sobre todo con la sinfonía de Schumann, quizás porque normalmente están acostumbrados a un repertorio más denso.
-¿Le gusta la música popular?
- Me encanta el Jazz. He llegado a tocar algo con el violín.
- ¿Es importante para un director tocar varios instrumentos?
- Yo he tocado el violín y la trompa y, evidentemente, siempre se pueden hacer observaciones con una mayor cualificación.
- ¿Ha seguido el proceso de selección de nuestro candidato a Eurovisión?
- No, y no me interesa nada. Por lo que sé incluso la selección se ha hecho por internet. Es un circo.
- ¿Cómo la habría hecho usted?
- Risas-. No la habría hecho
- ¿Qué le parece esta moda de dar grandes responsabilidades a directores jovencísimos?
- Hay cierto repertorio para el que se necesita madurez y experiencia. De cualquier manera, no es excluyente ser buen director con ser joven. Ahora tengo 39 años y me marché a estudiar a Helsinki con 32, donde ya era bastante mayor comparado con los demás estudiantes.
- A los 40 años, un director todavía está empezando
- Personalmente debo decirle que soy un caso algo peculiar en comparación a otros colegas más jóvenes, porque mi proceso de madurez personal llegó a los 36 años, por culpa de una serie de experiencias vitales. Se puede decir que hasta los 36 años todavía era un niño, si hablamos de evolución personal. De repente te pasa algo en la vida y todo se te pone boca arriba. En tan solo medio año maduré como si hubieran pasado diez. Toda esta experiencia me ha dejado una cierta tranquilidad ante la vida, que creo que las orquestas perciben. Y este es un buen punto de partida para hacer un trabajo provechoso.
- ¿En qué ha cambiado?
- En mi caso, antes de dicha experiencia, el tener éxito en la vida lo era todo. Lo aparté todo por alcanzar el éxito: mi trabajo, mi familia... Lo dejé todo por irme a Finlandia. Pero al sentir que de verdad puedes perder a tus seres queridos y que tu vida puede perder todo sentido, los valores se empiezan a transformar. Relativizas el éxito y dices: si no consigo ser un director de éxito enseñaré violín en un conservatorio, que ya está muy bien; o incluso tocar el violín en bodas si es necesario. Desde entonces afronto la dirección con una gran tranquilidad, igual que afronté los concursos de dirección. Hay que ser consciente de que hasta el último músico de la orquesta también tiene sus problemas. La vida de cada uno es importante. Y así funciono desde entonces. Y estoy muy a gusto.
- ¿Es usted creyente?
- Sé que existe algo, pero nada más. Se puede decir que soy agnóstico. Todo se da por alguna razón. La vida me hizo aquello por una razón. Todo tiene una explicación.
- Su carrera despegó a raíz de un concurso
- Sí, en el 2007 obtuve el tercer premio en la Evgeny Svetlanov Competicion. Tenía 36 años. El primer premio quedó vacante pero, curiosamente, todo el mundo se acercaba a mí para darme trabajo: el director del Bolshoi, de las orquestas Nacionales de Lille y de Montpellier, del Reggio de Turín, orquesta Residencia de La Haya...
- Una obra
- "Noche transfigurada" de Schoenberg. La manera en que el compositor cuenta la historia de amor es alucinante.
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