La Voz de Asturias (Jueves, 5/5/2011)
UN ACIERTO INCUESTIONABLE
Conceder el Premio Príncipe de las Artes 2011 al director italiano Riccardo Muti es un acierto incuestionable. Muti es uno de los grandes directores musicales de la actualidad, un músico que, al igual que sucede con otros artistas como Pollini, Abbado, Zimerman, Maazel, Mehta o Barenboim, se ha situado por encima del resto, gracias a una trayectoria profesional que admite muy pocas comparaciones. Pero con este galardón no se premia sólo a uno de los más grandes talentos musicales que existen. Al mismo tiempo se reconoce una manera de dirigir, trabajar y pensar la música que, por desgracia, no se puede decir que abunde demasiado. A la mediocridad reinante en el mundo de la interpretación musical actual, donde parece que lo que más prima es la superficialidad y el espectáculo, casi siempre asociado a la juventud, Muti responde con solidez técnica, enjundia interpretativa y, lo que es más importante, la autoridad de un verdadero director musical, poseedor del carisma, formación, fuerza de carácter y claridad de ideas necesarias para convertir a toda una orquesta sinfónica en el espejo de sí mismo. Es ahí donde reside el elemento diferenciador de este gran artista. Hombre polémico donde los haya (Todavía se recuerdan las controvertidas circunstancias de su salida de la Scala de Milán) no ha dudado en defender con autoridad sus posturas artísticas, siempre desde una situación de poder que le ha granjeado una imagen autoritaria, seguramente no del todo cierta.
Muy al contrario, es frecuente oír de sus colaboradores y compañeros de profesión, comentarios relativos a su cercanía, sencillez personal y pronunciado sentido del humor, del que ha dado buena muestra en muchas ocasiones, por cierto, bien documentadas en internet. Musicalmente, sus versiones resplandecen de color, fuerza, solidez, tersura y perfección técnica. Cuando se asiste a uno de sus conciertos lo primero que llama la atención es su autoridad y carisma, que se plasma en una gestualidad enérgica y clara, contundente de necesidad, al que toda la orquesta parece plegarse. Con Asturias ha mantenido una relación corta. Pero intensa y placentera que, a buen seguro, volverá a acercarle a nuestra región. Hasta la fecha la ha visitado en dos ocasiones: en 1999 y 2007, dentro del ciclo de Conciertos del Auditorio de Oviedo. La primera vez con su orquesta de La Scala y, la segunda, con la Philharmonia Orchestra, en un concierto para el recuerdo. Muti no solo conoce Asturias por el galardón que la otorga la fundación. Ni por los conciertos ofrecidos en el Auditorio Príncipe Felipe, donde, por cierto, el propio director descubrió una placa que homenajea su trayectoria. Él fue, además, uno de los primeros en fijarse en el talento de la joven soprano asturiana Beatriz Díaz, a quien seleccionó en 2009 para debutar en la Ópera de Roma y realizar una gira por toda Europa, previa audición.
Tras su marcha de La Scala de Milán, ha dirigido a los más importantes conjuntos del mundo en los ciclos musicales más prestigiosos, con una agenda casi inhumana, que en los últimos meses le ha llegado a producir un agotamiento extremo, cuyo síntoma más preocupante fue el desmayo que sufrió cuando ensayaba con la Sinfónica de Chicago la Quinta Sinfonía de Shostakovich. En la actualidad, alterna el trabajo en Chicago con sus compromisos con la Ópera de Roma y participaciones puntuales en las más salas más importantes del mundo. Para el aficionado conocedor Muti representa la cada vez menos frecuente oportunidad de hacer de un concierto una experiencia artística de primera magnitud, gracias a un talento capaz de conjugar la más absoluta brillantez técnica con el magisterio y carisma de un auténtico mito viviente de la música.
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