Crítica del concierto protagonizado por Ricardo Casero y Federica di Trapani con la Orquesta Reino de Aragón
Un viaje al núcleo de la Quinta de Beethoven
Por David Santana
Zaragoza, 28-I-2024. Auditorio- Palacio de Congresos de Zaragoza. 44º Ciclo de introducción a la música. Orquesta Reino de Aragón, Ricardo Casero, director, Federica di Trapani, soprano. Così fan tutte, obertura, K. 558; Voi avete un cor fedele, K. 217; Mia speranza adorate, K. 416; Las bodas de Fígaro, obertura, K. 492; Un moto di gioia mi sento, K. 579 y Ah se in ciel, benigne stelle, K. 538 de W. A. Mozart y Sinfonía n.º 5 en do menor, op. 67 de L. van Beethoven.
Aunque acabo de estrenarme como crítico y espectador en el Auditorio de Zaragoza, el concepto de «Ciclo de introducción a la música» no me resulta extraño, pues también la Orquesta Nacional de España ha incorporado este interesante formato a su programación. No obstante, sí sorprende la longevidad del ciclo en Zaragoza que, imagino, habrá introducido ya a varias generaciones de aragoneses en el no siempre accesible mundo de la música clásica.
Mozart y Beethoven son, sin duda, dos esenciales en eso de la «introducción» debido a la fama que les precede, no solo de nombre, sino también por el uso que la «cultura de masas» o «cultura pop» ha hecho de sus obras. Sus melodías forman parte de películas, series e incluso spots publicitarios, metiéndose así irremediablemente en casa de cualquier paisano. Por si no fuera suficiente, la musicóloga Irene de Juan pudo en quince minutos —una brevedad encomiable— detallar las características tanto históricas como formales de las obras.
Escuchar una melodía reconocible siempre resulta agradable, pero a la vez, eso provoca que se creen unas expectativas en el oyente que han de ser satisfechas. Por tanto, no se piensen ustedes que un concierto de Mozart y Beethoven es algo sencillo, aunque Ricardo Casero hizo que lo pareciera.
El maestro enfiló las oberturas de Così fan tutte y Las bodas de Fígaro con un desparpajo y naturalidad que contrastan con el desafío de agilidad que los músicos sabemos que estas piezas suponen. Las cuerdas de la Orquesta Reino de Aragón sufrieron un poco más que los vientos en los pasajes rápidos del Così fan tutte, sin embargo, los bajos estuvieron bastante precisos en el arranque de Las bodas de Fígaro. Más allá del escenario, no obstante, la batuta de Casero transmitía la intensidad justa, sin más agitación de la necesaria para disponer al público para las hermosas arias de concierto de Mozart que interpretaría Federica di Trapani.
La soprano destacó en las partes melismáticas con un canto ligero y agradable. Su moderación en el uso del vibrato le costó alcanzar algún agudo de manera un tanto brusca, pero se agradeció que no abusara de un recurso impropio de este repertorio. Pudimos disfrutar también de un registro medio-grave firme y elegante en Un moto di gioia mi sento.
En cuanto a la orquesta, se notó la experiencia en el foso del maestro Casero, pues supo acomodar el acompañamiento orquestal a la cantante con gran destreza. Algo que, por otra parte, hace aún más dolorosa la ausencia de temporada de ópera en la quinta ciudad de España.
La Sinfonía n.º 5 de Beethoven es una obra imprescindible para los directores noveles —tanto de escuchar como de ver dirigir—, ya que marcar correctamente el conocido inicio es un ejercicio complejo. Casero lo tomó correctamente, quizás un poco más rápido de la habitual, pero supo conducirlo diestramente hacia el tutti en el que entra el timbal. Logró un sonido grande y bien equilibrado de la orquesta en estos tutti que fueron excelentes en el primer movimiento.
En el Andante noté algo más de tirantez. Eché en falta una mayor variedad de dinámicas tanto a nivel de orquesta como de solistas, con la notable excepción del solista de fagot, que realizó un solo brillante. Ágil y juguetón fue el Scherzo, con un final muy interesante con unos pizzcatti misteriosos y muy precisos.
El estruendoso Allegro comenzó con fuerza, quizás demasiada. Este movimiento tiene la peculiaridad de que un sonoro tutti precede al tema heroico, el punto culminante de la sinfonía, el triunfo del bien sobre el mal y que entonan las trompas. Karajan y Bernstein solían hacer la «trampa» de doblar las voces de los metales para lograr un sonido más majestuoso en una parte que va justo después de un fortissimo de toda la orquesta, pero en la versión más estrictamente correcta que interpretó la Orquesta Reino de Aragón no se echó en falta este recurso. Casero abrió los brazos, como queriendo abarcar el inmenso lirismo que emerge de este tema, haciendo fácil de reconocer al público la importancia estructural de ese breve instante. Me hubiera gustado escuchar también unas dinámicas más orgánicas y una mayor graduación en los fortissimi, pero eso es ya algo más secundario. Lo nuclear se había logrado y demostrado, ya podrían ser así todas las «introducciones» a esta Quinta sinfonía.
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