Por Gonzalo Lahoz.
13/08/14 Madrid. Jardines de Sabatini. Veranos de la villa. Chapí: La Revoltosa. Gerardo Bullón (Felipe). Irene Palazón (Mari Pepa). Trinidad Iglesias (Gorgonia). Francisco Matilla (Cándido). Javier Ibarz (Sr. Candelas), entre otros. Coro de ópera cómica de Madrid. Ensamble instrumental de Madrid. Oliver Díaz, director.
Que en agosto no hay nada qué hacer en Madrid es una de esas mentiras piadosas que nos hemos inventado los de aquí para justificar nuestra espantada estival de cada año, pero nada más lejos de la realidad. Agosto es el mes de la verbena madrileña por antonomasia, unas citas por la que hay que pasar para terminar de ser madrileño, por más que como decía aquel, por venir a Madrid uno ya sea de Madrid. Entre las de San Lorenzo y San Cayetano y La Paloma, los personajes de La Revoltosa, en un enclave privilegiado como son los Jardines de Sabatini, con vistas al Palacio Real, parecen prepararse para cruzar el viaducto de Segovia hasta Las Vistillas y echarse un buen “chotis agarrao”.
Entre los castizos protagonistas, supone una verdadera delicia encontrarse sobre el escenario a la pareja Gorgonia – Cándido en manos de dos grandes en esto de la zarzuela como son Francisco Matilla y Trinidad Iglesias, quienes sustentaron toda la tensión y brillo del texto con su estupendo saber hacer (máxime Matilla, una vez más a cargo de la dirección escénica), sin tener nada que envidiar a los míticos Pérez-Carpio y Ligero que grabaran la parte a las órdenes de Argenta. Soberbios. Sólo por ellos ya vale la pena acercarse hasta este espacio de Los Veranos de la villa.
Junto a ellos el experimentado Señor Candelas de Javier Ibarz, quien hace apenas dos meses ya diera muestras de su destreza zarzuelera en el programa doble presentado por Ópera de Madrid en el Reina Victoria.
Como pareja protagonista la bien resuelta Mari Pepa de Irene Palazón y el timbradísimo Felipe de Gerardo Bullón, en el que a pesar de la amplificación se advertía una proyección prácticamente canónica. Insisto una vez más, espero que el público madrileño pueda escucharle más pronto que tarde en algún papel principal en el Teatro de la Zarzuela.
Gran “pero” pues el de la amplificación, por más que uno sea consciente del tipo de espectáculo al que asiste y lo necesario de la misma, mas no hay amplificación buena por muy bien que esté hecha (el otro pero habría que ponerlo a una por momentos deficiente iluminación de Pedro Pablo Melendo). Así, los más perjudicados fueron el coro y el Ensemble Instrumental de Madrid con Oliver Díaz al frente, sin duda una garantía de calidad, color y calor su batuta, si bien resultó una verdadera lástima que su buen hacer se viera tan distorsionado, perdiéndose un tanto el nervio y contrastes (desdibujados, ya digo) con los que dotó a su lectura, así como una casi obsesiva atención por ayudar a la fluidez de aquello que ocurría sobre el escenario.
Con todo, zarzuela de verano para el verano en un marco excepcional, presentada con fresquísimo y prácticamente inalterado texto de Fernández Shaw y López Silva, que hará las delicias de propios y extraños al género chico.
Por despedirnos a la madrileña como Mari Pepa: ¡De verano!
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