Crítica del concierto de Ramón Tebar y Steven Isserlis con la Orquesta de Valencia
Un encuentro inolvidable
Por Alba María Yago Mora
Valencia, 25-V-2023. Palau de Les Arts Reina Sofía. Steven Isserlis, violonchelo. Orquesta de Valencia. Director: Ramón Tebar. Obras de Haydn y Mahler.
El Palau de Les Arts fue testigo de una noche musicalmente inolvidable. Dos gigantes de la «música clásica» se unieron para ofrecer una experiencia musical sin igual. El virtuoso violonchelista Steven Isserlis y la Orquesta de Valencia, bajo la dirección del maestro Ramón Tebar, nos transportaron a un mundo de emociones y belleza sonora a través del Concierto nº 2 para violonchelo y orquesta en re mayor, Hob. VIIb/2, op. 101 de Haydn y la majestuosa Sexta sinfonía de Mahler.
La velada comenzó con la interpretación del Concierto para violonchelo de Haydn, y fue en manos del concertista británico Steven Isserlis donde el violonchelo cobró vida de manera excepcional. Isserlis, que toca un Stradivarius «Marquis de Corberon» de 1726, mostró maneras estilísticamente ilustradas, transmitiendo así su profundo entendimiento de la música de Haydn. Su forma de tocar fue gentil y sofisticada, y la cálida sonrisa no estuvo nunca lejos de sus labios. No exageró nada y se contentó con dejar que Haydn fuera Haydn, que es más de lo que se puede decir de algunos de los violonchelistas más famosos. Ya desde los primeros acordes demostró su virtuosismo. Cada nota, cada frase musical fue ejecutada con una técnica impecable y una expresividad cautivadora. Presentó una especie de mezcla entre modales barrocos y galantes, con un primer movimiento enérgico, parecido a una marcha de ritmos pavoneándose. La Orquesta de Valencia, reducida en esta ocasión para ejecutar una interpretación «históricamente informada», respondió con fluidez y complicidad, creando un diálogo musical que envolvió al público en una atmósfera de encanto y elegancia. El británico regaló al público dos bises excepcionales que cautivaron a todos los allí presentes. Con un estilo personal y una emotividad desbordante, sus interpretaciones nos sumergieron aún más en un mundo de sensaciones, y consolidaron esa conexión única con la audiencia. Un verdadero placer.
La Sexta sinfonía de Mahler es conocida por su amplitud y complejidad, y la Orquesta de Valencia no decepcionó en su entrega. Desde el primer movimiento, el conjunto mostró una notable cohesión y precisión en la interpretación de los diferentes pasajes, estableciendo un sólido fundamento para el resto de la sinfonía. El equilibrio entre las diferentes secciones fue impecable, permitiendo que cada línea melódica y cada detalle fueran claramente audibles. Los solistas destacaron en su desempeño, aportando una dimensión adicional a la obra. Si bien cada uno merece un reconocimiento especial, cabe destacar las intervenciones en el segundo movimiento del trompa solista Santiago Pla, que fue especialmente conmovedor, con una interpretación cálida y expresiva. El concertino, Enrique Palomares, y el primer violonchelo, Iván Balaguer, ejecutaron sus solos con una técnica impecable y una intensidad emocional que capturó la esencia del dolor y la tragedia que Mahler pretendía transmitir. El papel destacado de la percusión también fue notorio. Toda la sección resonó con fuerza y energía, aportando un impulso rítmico vital a la obra. En general, la orquesta mostró una versatilidad y una sensibilidad excepcionales, capturando toda la complejidad y el alcance emocional de esta sinfonía monumental.
Por otro lado, Tebar, con su estilo enérgico y carismático, logró extraer lo mejor de la orquesta y de la partitura en el que fue su último concierto como director asociado después de dos años. Su interpretación magistral fue evidente en cada gesto y en la manera en que guiaba a los músicos a través de los cambios de tempo y las transiciones emocionales. Su comprensión profunda de la obra de Mahler se manifestó en su capacidad para resaltar los momentos más dramáticos y crear una tensión palpable en el auditorio. Sin embargo, es importante señalar que, en algunos momentos, la orquesta pudo haber equilibrado mejor el sonido entre las diferentes secciones. En ciertos pasajes de mayor densidad orquestal, se percibió una ligera falta de equilibrio, donde las cuerdas dominaron en exceso a otros instrumentos, ocultando su aporte al conjunto. Esto no desmereció en gran medida la calidad de la interpretación, ya que los momentos de belleza y emoción superaron ampliamente los pequeños contratiempos, pero es un aspecto que podría haberse mejorado para lograr una experiencia aún más enriquecedora. La riqueza sonora, la pasión y la emotividad transmitida por la orquesta fueron sobresalientes, sumergiendo al público en un viaje musical inolvidable.
En definitiva, un encuentro musical verdaderamente inolvidable. La técnica impecable y la expresividad de Isserlis, combinadas con la pasión y la maestría de Tebar y la Orquesta de Valencia, nos transportaron a través de universos sonoros extraordinarios. A pesar de algunos pequeños desajustes, de los típicos «problemas» con la acústica de la sala, y de las tensiones pasadas, la noche destacó por su excelencia artística. Sin duda, un testimonio elocuente de la capacidad de la música para superar obstáculos y unir a los artistas en una búsqueda común de excelencia. Hacía tiempo que no disfrutábamos de una Orquesta de Valencia a este nivel.
Foto: Foto Live Music Valencia
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