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Crítica: Ramón Tebar y Judith Jáuregui con la Sinfónica de la Región de Murcia

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Autor: José Antonio Cantón
7 de febrero de 2022

Ramón Tebar y la pianista Judith Jáuregui participan en la temporada de la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia interpretando obras de Edward Elgar, Marcos Fernández-Barrero y Lorenzo Palomo

Ramón Tebar y la Sinfónica de la Región de Murcia

Espléndida dirección

José Antonio Cantón
Murcia, 3-II-2022. Auditorio y Centro de Congresos ‘Víctor Villegas’. Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia (ÖSRM). Solista: Judith Jáuregui (piano). Director: Ramón Tebar. Obras de Edward Elgar, Marcos Fernández-Barrero y Lorenzo Palomo.

    La sexta cita de la vigésimo quinta temporada de abono de la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia (ÖSRM) ha tenido varios alicientes: ofrecer dos obras contemporáneas, la actuación de Judith Jáuregui, una de las pianistas españolas de mayor proyección y la intervención de Ramón Tebar, director con unas hechuras realmente admirables en su determinante función musical desde el pódium. Ya me llevó a la máxima atención cuando, ante la Orquesta de Córdoba a principios del año 2010 lo descubrí en un programa en el que escuché por vez primera la interesante obra Gerok, con la que la compositora vascuence Isabel Urrutía obtuvo el Premio AEOS, como ha sido también el caso en esta ocasión con Nocturno sinfónico del músico barcelonés Marcos Fernández-Barrero, composición ganadora de la novena edición del mencionado galardón patrocinado por la Fundación BBVA. 

   La primera impresión de esta obra es su concreta volatilidad sonora implementada con la asistencia de una polifónica percusión que mantiene la textura interna de su discurso, dirigido fundamentalmente a dejar una sensación impresionista de las siempre imprecisas experiencias oníricas. El director asumió el mensaje musical estimulando a la orquesta a un continuo contraste de caracteres sonoros que de manera sugestiva va generando un nocturnal sentir estático en su primera parte, Somnolencia, para tensionarse en la segunda, Pesadilla, en la que el maestro Tebar realzó los bien pensados enlaces tímbricos que el autor utiliza con sugestiva destreza técnica en sus efectos sonoros. La orquesta funcionó con resolutiva eficacia entregada a las indicaciones del director con alto grado de compromiso musical tanto en la lectura de la obra como en la conciencia de su conjunto.

   La extensa composición a modo de suite, Nocturnos de Andalucía, para piano y orquesta, de Lorenzo Palomo, originalmente escrita para guitarra, tiene una marcada orientación descriptiva en sus seis partes, donde aparecen reflejadas una serie de imágenes que tienen a la noche como inspiración, implementada con una colorista distinción folclórica que permite al oyente dejarse llevar por su fácil escucha desde la sencillez de su estructura armónica y la placidez de sus melodías. Así, su alternante concertación no genera especiales tensiones entre la parte solista y la orquesta, manteniéndose constantemente un clima de complacencia, incluso en el aire de Tempo allegro di zapateado del cuarto movimiento, Ráfaga, y el que cierra la obra, El Tablao, donde se aprecia un especial impulso rítmico que contrasta con el sentido contemplativo que irradian el resto de estos nocturnos andaluces. Fue significativo el sentido de diálogo que mantuvieron en todo momento la solista y el director, dignificando el discurso hasta el punto de llenar de emoción al compositor, presente en la sala. La complacencia fue unánime entre autor, intérpretes y público.

   Las Variaciones sobre un Tema Original 'Enigma', op.36  del compositor británico Edward Elgar se convirtieron en un campo de estudio, montaje y experimentación para poder contemplar lo que ha de ser un ejercicio de dirección musical en su máxima expresión. El maestro valenciano no perdió la oportunidad de dar buena cuenta de ello aprovechando el magnífico momento de la ÖSRM. Con una clara distinción de sus hemisferios corporales, Ramón Tebar repartió expresión y tempo entre sus brazos para convertirlos en vectores necesarios de acción musical. Atento a la fenomenología desde la que hay de desentrañar este complicado arte, basado en un  lenguaje abstracto, dibujó con su batuta en el espacio las emociones convertidas en música que al autor le produjeron el carácter de los personajes a las que están dedicadas cada una de estas variaciones, haciendo toda una demostración de fusión entre técnica y expresividad. 

   Así permitió que la sección de cuerda se luciera en la quinta, R.P.A., con ese ideal empaste que tanto la embellece. Desde la estimulante prestancia del timbalero, generó una extrema vitalidad en la exposición de la titulada Troyte, dando la impresión de un organizado desorden en el que el intenso contrapunto de los metales acrecentó su impactante vehemencia. La cuerda volvía a brillar en el hermoso tempo adagio de Nimrod, que Tebar indicó con sumo sentido reflexivo y excelente respuesta del conjunto de la orquesta, que alcanzó luminosa sonoridad en ese crescendo central, iniciado por el clarinete, con el que Elgar evoca la imagen de una dama en la Romanza, penúltima variación. La que cierra la obra fue toda una rúbrica triunfante del conjunto de esta composición con la que el director determinaba su indiscutible calidad de músico y la orquesta demostraba el extraordinario momento artístico por el que está pasando.

   Culminaba así un concierto lleno de interés en su programa, que permitió admirar a uno de los directores españoles más brillantes de su generación, que se encuentra en esa plenitud de facultades sólo explicables desde la convicción, conocimiento y compromiso musicales que irradia la figura de este maestro valenciano demostrando seguridad y denuedo.

Foto: Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia

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