La Oquesta Sinfónica y Coro de RTVE ofrece un concierto en memoria de Antón García Abril en el Teatro Monumental de Madrid, bajo la dirección de Marco Antonio García de Paz y Ramón Tebar, con la participación del pianista Eduardo Fernández.
Por Abril
Por Aurelio M. Seco | @AurelioSeco
Madrid, 11-XII-2021. Teatro Monumental. Concierto en memoria de Antón García Abril. Orquesta Sinfónica y Coro de RTVE. Director coral: Marco Antonio García de Paz. Director musical: Ramón Tebar. Pianista: Eduardo Fernández. Obras de Antón García Abril.
La temporada de la Orquesta Sinfónica y Coro de RTVE acogió el pasado sábado un interesante concierto en memoria del gran compositor español Antón García Abril. Fue una cita importante que sólo se pudo disfrutar durante una sesión. Una pena, por el esfuerzo realizado por la orquesta, pianista y directores a la hora de preparar obras tan complicadas y difíciles de ver programadas. Quedará la grabación realizada por RTVE, que se retransmitirá por La 2 el día de Navidad y que esperamos entre a formar parte de la cada vez más interesante y nutrida lista de vídeos que componen el canal de Youtube de la Orquesta Sinfónica y Coro de RTVE.
La ocasión se puso en manos de dos interesantes directores. La parte coral, que ocupó la primera de las tres en que podemos dividir la cita, estuvo protagonizada por el trabajo de Marco Antonio García de Paz, quien asumió la dirección del Coro de RTVE el pasado mes de mayo. De Paz ha entrado en la historia del mundo coral español por la puerta grande, al haber llevado a un talentoso conjunto de cantores que un día se unieron casi por casualidad y por amor a la música en un bar familiar del pequeño pueblo asturiano de Luanco a lo más alto del contexto coral europeo. Gracias a él y a su esposa, la extraordinaria directora coral Elena Rosso, El León de Oro es hoy uno de los coros más galardonados y valorados de nuestro país, un proyecto apasionante en el que se integran diferentes conjuntos.
Estamos ante un director sensible, de unas cualidades artísticas realmente especiales que ojalá la entidad madrileña sepa apreciar y valorar en su justa medida. Hay una calidez y sencillez en la forma de poner en sonido las partituras que en De Paz resulta natural pero que no es fácil de obtener. Poco importa que en las versiones no todo suene perfecto. Las Tres polifonías turolenses de García Abril se ofrecieron, bajo su prisma, como un dulce y resonante dance de Jorcas. «Rompellón», por ejemplo, con su melodía escogida del folclore, porque a Antón García Abril le inspiraban los aires de su tierra, se mostró de forma sencilla y amena, como un delicioso y pulido juego de imitaciones. Creemos importante, en cualquier caso, que en el seno del Coro se reflexione sobre el estado vocal de sus voces. Estamos hablando de un coro muy importante en Madrid que, a nuestro juicio, debería aspirar a una mayor calidad en sus mimbres. Dos villancetes cerraron una parte coral que nos pareció cercana, entrañable y también algo nostálgica: sólo han pasado ocho meses desde el fallecimiento de Antón García Abril.
Su Concierto para piano y orquesta tuvo como solista a Eduardo Fernández bajo la dirección del fascinante director de orquesta español Ramón Tebar. La obra cuenta con algunas versiones conocidas. La propia Sinfónica de RTVE, con Fedor Veselov al piano bajo la dirección de Carlos Garcés la hizo en enero de 2017 en el propio Teatro Monumental. Incluso se ha grabado en disco, en manos de Daniel Ligorio, con la Sinfónica de la Región de Murcia dirigida por José Miguel Rodilla. Es una obra preciosa y destacada en el repertorio español de piano y orquesta en la que el estilo de Abril resplandece con una especie de cosmopolitismo español. No hay ni una nota vacua en esta partitura jovial y evocadora, de sonoridades como gershwinianas, pasadas por el filtro lacónico de un aragonés universal que ha sido capaz de unir a lo largo de su trayectoria con gran magisterio materiales sonoros del siglo XX con los del XVII y el XXI.
La versión del sábado resultó, por parte del pianista, meritoria, pero creemos que su visión de la obra, un tanto susurrada, no terminó de engarzarse con el fulgor que emanaba de Tebar. Y no porque no estuvieran sincronizados por el compás piano y orquesta, sino por la forma de entender la obra y ejercitar su idea de música. Eduardo Fernández parecía contentarse con mostrar con cierta timidez y recogimiento sus cosas, un tanto impermeable y ajeno a las circunstancias sonoras del espacio y momento, incrustándose en el flujo con una presencia menos actualista y dinámica que la de Tebar y, por ello, algo más modesta, en sonido y perspectiva. Contar con la batuta de Ramón Tebar fue todo un lujo para la ocasión.
Pero fue una versión cálida la de Fernández, en la que se observó un cuidado exquisito y gran esfuerzo y respeto por la obra y el autor. El segundo movimiento, de una modestia profunda, fue tocado por el pianista con ternura y emoción.
Ramón Tebar, lo hemos dicho en otras ocasiones, es uno de los más interesantes directores del actual contexto europeo. En Tebar parecen unirse dos mundos: el primero, conformado por un misterioso y descomunal talento natural; el segundo, por una enjundia muy consciente, engarzada con seguridad y aplomo en un terreno roturado por grandes músicos y maestros de la dirección.
Hay que tener en cuenta que no es fácil, ni siquiera para un director titular, conseguir de una orquesta cierto grado de intimidad y comunión con la música. En realidad lo que predomina en la mayoría de conjuntos sinfónicos es el trabajo profesional, en mayor o menor medida. Pero hay una gran diferencia entre tocar haciendo un buen un trabajo y hacer música como si no lo fuera. Pocos maestros tienen cualidades musicales y humanas para, como decía Muti metafóricamente, coger el alma de los músicos en sus manos y elevar el espíritu de la orquesta hasta conseguir cierta comunión carismática.
Personalmente, a lo largo de mi trayectoria he asistido a ensayos sorprendentemente tristes, en los que un momento sonoro mágico era interrumpido fríamente y de raíz porque el tiempo de ensayo simplemente se había agotado. Qué horror vulgarizar, acotar, compartimentar, sindicalizar de esta forma la música. Es importante a nivel gestor no romper el sutil y vulnerable encanto de estas preciosas obras de arte que, más que humanas, en las mejores ocasiones parecen divinas.
Tebar, y a través de él los propios músicos, fue el protagonista de la última parte de la velada, al poner en sonido la partitura Lumen, con una disposición orquestal bastante extraña, sin duda motivada por la falta de espacio al tener que cumplir con las exigencias sanitarias.
Hay que decir que la factura del concierto destiló cierta sensación de frialdad organizativa difícil de doblegar, tanto como espectadores como desde la perspectiva de los músicos. Un concierto nada menos que en memoria de Antón García Abril precisaba de más medios e incluso cierto lujo y oropel, empezando por las notas al programa, más necesarias que nunca en un caso como éste.
En cualquier caso, Tebar consiguió, con su magistral forma de estar al tanto de los detalles de la partitura, templar las emociones y dotar de cierta magia a la noche, con una continuidad sonora homogénea, en permanente tensión orquestal, de una plasticidad estimulante, con detalles gestuales plenamente vívidos y bien atendidos por los músicos, refinados, de una elegancia amable, ilusionante, refulgente. El director valenciano se mostró profundamente respetuoso con la música, algo que sentó bien a la luminosidad de Abril, que es de una brillantez noble, siempre dentro de una idea de ligereza y fluidez de gran distinción. Observamos el trabajo de Ramón Tebar con cierto asombro e ilusión, como apreciando un arcano privilegio.
Fotos: Facebook Orquesta y Coro RTVE
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