Crítica de David Santana del concierto ofrecido por el Quinteto de cuerdas de la Filarmónica de Berlín en la temporada de la Sociedad Filarmónica de Zaragoza
Una tarde cómplice
Por David Santana
Zaragoza. 12-III-2025. Auditorio de Zaragoza. Sociedad Filarmónica de Zaragoza. Quinteto de cuerdas de la Filarmónica de Berlín, Miguel Ángel Tamarit, clarinete. Andante y rondó húngaro para viola y cuerdas, op. 35; Quinteto para clarinete en si bemol mayor, op. 34 y Romanza y aria para soprano y viola de “El cazador furtivo” de C.M von Weber; Obertura de “Las bodas de Fígaro” de W.A. Mozart; Aria de Lenski de “Eugenio Onegin” para violonchelo y cuerdas de P.I. Chaikovski; Fantasía sobre “Lucia di Lamermoor” de Donizetti para contrabajo y cuerdas de G. Bottesini y Fantasía sobre “Carmen” para violín y cuerdas, op. 25 de P. Sarasate.
La Sociedad Filarmónica de Zaragoza trajo a la capital maña un concierto imprescindible para cualquier amante de la música de cámara o estudiante de instrumentos de cuerdas. Con un programa capaz de atraer a cualquier tipo de público, mezclando obras de gran virtuosismo con temas que hasta el oyente más aficionado sería capaz de reconocer, cualquiera diría que el éxito estaba asegurado y, sin embargo, el público fue muy escaso, algo que me resulta completamente inexplicable.
En cualquier caso, la escasa comparecencia no pareció afectar al resultado artístico. Ya desde el Andante y rondó pudimos escuchar un sonido muy equilibrado por parte del quinteto. Los timbres podían ser claramente diferenciados, incluso entre el violín primero (más brillante) y el segundo (un poco más apagado), mientras que los graves empastaban perfectamente creando un fondo armónico exuberante sobre el que la viola pudo cantar con gran lirismo y resonancia.
Para el Quinteto de Weber, el clarinete sustituye al contrabajo. Miguel Ángel Tamarit no ofreció su mejor versión, con un sonido muy plano y un timbre falto de armónicos en el registro agudo. Especialmente grave fue el caso del Rondo final en el que repitió el tema principal constantemente de forma idéntica, lo que provocó que el resultado final fuera carente de interés. Si bien su precisión fue exquisita, esta no puede ir en detrimento de la musicalidad de una pieza.
La segunda parte arrancó con la Obertura de “Las bodas de Fígaro” adaptada para quinteto de cuerdas. El resultado fue excelente, los músicos demostraron una agilidad extraordinaria, igual en todos los instrumentos a la que debemos añadir una amplia gama de matices que permitió sorprender al oyente con fraseos muy dinámicos.
En la Romanza y aria de “El cazador furtivo” el violín segundo sustituyó a la soprano, manteniendo el lirismo y fraseo propios de una cantante y con gran compenetración con la viola. Le siguió la Fantasía sobre “Lucia di Lamermoor”, en mi opinión la mejor obra de la velada en la que pudimos admirar el extraordinario talento de Gunars Upatnieks al contrabajo, instrumento cuyo amplísimo registro explotó con una agilidad pasmosa.
En el Aria de Lenski de “Eugenio Onegin” el violonchelo estuvo elegante, con unos graves profundos y cargados de armónicos y unos agudos livianos. Finalmente, en la Fantasía sobre “Carmen”, Luiz Felipe Coelho estuvo licencioso y, aunque hizo las delicias del público con sus alardes de virtuosismo, me pareció que a veces al resto de instrumentistas les costaba seguirle.
En cualquier caso, esto último fue una excepción, pues el concierto transcurrió en un ambiente de complicidad entre los distintos miembros al que dos divertidas propinas: la Pizzicato Polka de Johann Strauss II (del que se celebra el bicentenario) y Plappermäulchen de su hermano Josef Strauss, pusieron la guinda del pastel.
Foto: Enrique Lafuente