El premio a la Mejor Dirección Escénica se entregó a Àlex Ollé y Valentina Carrasco por Le Grand Macabre de Ligeti ofrecido por La Fura dels Baus en el Liceu de Barcelona, quienes recurrieron a sendos cartelitos para agradecer el premio en nombre de sus compañeros Alfons Flores, Franc Aleu, Peter Van Praet y Lluc Castells. Tras ellos, la música de Richard Wagner volvió a adquirir protagonismo y José Ferrero ofreció el "Winterstürme" del primer acto de Die Walküre, papel que interpretó en el Maestranza de Sevilla y que le ha valido el reconocimiento como Cantante Revelación. Ferrero empezó bien, con una voz fresca y de un timbre inusitadamente cálido, ajeno al prototipo de tenor wagneriano. No obstante, nos pareció que su prestación final se resintió porque la voz no parecía suficientemente "riscaldata" para un fragmento de esta enjundia. Se apreciaron buenos acentos aunque el grave presentaba una peligrosa oscilación y cierta artificialidad así como la zona de paso que parecía que estuviese en pleno atasco adelgazándose el sonido a medida que ascendía en el pentagrama cuando, si algo exige Wagner, es tener una zona de fa y sol ancha, robusta y con presencia. Esperemos que no se autoconsuma demasiado pronto en este tipo de roles.
El momento más entrañable de la velada llegó con la presencia en el escenario del veteranísimo Alberto Zedda, auténtico icono del rossinianismo y que, como en él es habitual, transmutó su aparente fragilidad en una explosión de energía y vivacidad cuando subió al podio y sonaron los primeros acordes de la obertura de Il Barbiere di Siviglia. La ovación recibida tras su interpretación fue la más larga y sentida de toda la velada acompañada de numerosos gritos de "¡bravo!" y "maestro". A su vuelta al podio, Marzio Conti pidió la palabra para narrar la anécdota según la cual Rossini, consultado acerca de su opinión sobre el mejor compositor del mundo, declaró que "Mozart es la Música". Su intervención sirvió de pie para que de nuevo Xavier Sabata ofreciese una pieza handeliana, en esta ocasión " Fammi combattere"del Orlando, en la que volvió a dejar un estupendo sabor de boca a pesar de estar a punto de resbalar con los restos del "combate floral".
La presidenta de la Asociación ÓPERA XXI, Remedios Navarro, recogió a continuación el Premio Contribución al Mundo de la Lírica. Tras ella le llegó el turno a la soprano Sondra Radvanosvsky, cuya aparición tras los acordes iniciales del "Pace, pace mio Dio" de La Forza verdiana resultó escénicamente impactante, como no lo fue menos la irrupción de su voz, que inundó el teatro con ese sonido personalísimo de la artista estadounidense, inconfundible, con un punto de melancolía innato y ese auténtico sonido verdiano, messe di voce y filados tan aparentemente inalcanzables para un instrumento de su naturaleza. Nunca deja de sorprender la engañosa facilidad con la que los consigue. En su defecto, la consabida dicción americanizante y a veces ininteligible, sacrificándola en favor de la impostación, así como cierta tendencia a una afinación no siempre perfecta pero, en cualquier caso, una voz con mayúsculas. Tras su intervención, el vivo entusiasmo del público pareció conmoverla realmente y en inglés se dirigió al respetable manifestando lo a gusto que siempre se ha sentido en España y su deseo de tener la oportunidad de regresar en futuras ocasiones y ser acogida con idénticos amor y calidez.
El último galardón entregado fue para la Mejor Nueva Producción que recayó en el Peter Grimes representado en el Teatro Campoamor a principios de 2012 y que recogió Jaime Martínez, presidente de la Fundación Ópera de Oviedo. Una vez que los presentadores se hubieron disculpado por si quedaba alguien del público a quien no hubiesen ofendido, se abrazaron tiernamente para bailar al son del "Sweet Lady!" de Pepita Jiménez de Isaac Albéniz, entonado por el coro. Finalmente y como ya es tradición, todos los intervinientes saludaron bajo una lluvia de confeti dorado poniendo así broche final a esta edición.