Por Gonzalo Lahoz.
Madrid. 10/06/15. Teatro Real. Gershwin: Porgy & Bess. Xolela Sixaba (Porgy). Nonhlanhla Yende (Bess). Mandisinde Mbuyazwe (Crown). Arline Jaftha (Serena). Lukhanyo Moyake (Sportin' Life). Siphamandla Yakupa (Clara). Miranda Tini (Maria). Entro otros. Orquesta Titular del Teatro Real. Cape Town Opera Chorus. Dirección musical: Tim Murray. Dirección de escena: Christine Crouse. Escenografía: Michael Mitchell.
Hay óperas que por su naturaleza – los más puristas dirán que todas – resultan verdaderamente complejas a la hora de descontextualizarlas para llevar su acción hacia otras coordenadas, geográficas o temporales. ¿Cómo situar Tosca fuera de Roma o más allá del verano de 1800? Desde luego es tarea difícil para un director de escena que pretenda ser novedoso, coherente y además, para terminar de complicarlo, respetuoso.
Con Porgy & Bess ocurre algo similar. Primero de todo porque su música lleva la firma del incomparable George Gershwin, cuyas melodías forman parte del acervo musical estadounidense más reconocible en cualquier latitud. También por su texto, inspirado en la obra de DuBose Heyward y situado en Carolina del Sur (la misma Carolina del Sur por la que, representándola, su ancestro Thomas Heyward firmó la Declaración de Independencia en 1776). Porgy no sólo está arraigada geográfica y temporalmente al sur de Estados Unidos, está, además, enraizada socialmente con cada compás, con cada palabra que escuchamos.
Con todo, de las posibles producciones sugeridas fuera de los Estados Unidos, la presentada por la Compañía de la Cape Town Opera, ambientada en el Soweto de los años setenta, con dirección escénica de Christine Crouse y escenografía de Michael Mitchell, no parece descuadrar más allá de puntuales momentos: A Porgy se le cambia su Nuttin' por nothing en el I got plenty, pero sin embargo se respeta el “Kittiwah” en vez de volver al oficial “Kiawah” de la isla del sur de Charleston que tantas veces se nombra en la obra. Y es que el trabajo con los acentos y las declamaciones originales de Gershwin se diluían en muchos momentos sobre las inflexiones del inglés de Sudáfrica, país que reconoce hasta once lenguas oficiales; tal y como le ocurría a Miranda Tini como Maria, por lo demás en un figurín realmente conseguido y logrado que nos recordaba constantemente dónde nos encontrábamos, entre tanta vestimenta setentera que bien podía inspirarse en el Black Power estadounidense de Carmichael.
La peculiar comunidad de este Catfish Row al sur de Carolina del Sur la forma, como decía, la compañía al completo de la Cape Town Opera. Hubo unos tiempos, todos los anteriores, en los que las compañías de ópera cumplían un papel fundamental en el ecosistema operístico. Y Porgy & Bess les debe mucho. Fue en los años treinta, haciendo historia en lo racial, cuando en compañía itinerante fue presentada... y rechazada, cosechando un fracaso importante. Y fue en los años cincuenta cuando resurgiendo de sus cenizas se dio a conocer gracias a otra compañía que llevó su música por toda Europa (Berlín, Londres, Viena, París...), protagonizada nada más y nada menos que por William Warfield y Leontyne Price. No parece mala opción pues que ahora, para volver a traerla al Teatro Real, se haya escogido por una compañía que, sobre el papel y sobre el escenario, pueda ofrecer una versión más que digna. Otra cosa ya es que, siendo el parche para sustituir un estreno de Elena Mendoza que no encajaba en el presupuesto, se acabe de ver y escuchar tal cual en el Liceu, realizando de nuevo Joan Matabosch un corta y pega que huele demasiado a salir del paso sin esfuerzos. Como con La Traviata. Como con La fille du régiment. Como con Rigoletto. Como con Parsifal...
La Cape Town ofrece energía, frescura, impacto. Es un Porgy vívido e impaciente. Un grito en el silencio.
La voz de Xolela Sixaba como el protagonista se presenta tan soberbia como monolítica. De una rotundidad incontestable y efectiva proyección, sumado al meritorio hecho que todo el mundo comentará: sus movimientos sobre el escenario los realiza infatigablemente siempre de rodillas o sobre una tabla con ruedas. En el resto del reparto se aprecia mejor una escuela diferente en la emisión a la que acostumbramos a escuchar. Nonhlanhla Yende es una sufrida Bess, con algunos apuros en los momentos más líricos como su escena a solas con Porgy y destacan especialmente las intervenciones de Siphamandla Yakupa como Clara y Arline Jaftha como Serena. Se ha de alabar la intervención del propio coro de la Cape Town Opera, máxime en una ópera tan embebida del folclore más coral y propio de la comunidad negra surcarolina, así como el trabajo de Sibonakaliso Ndaba al frente de las vivas coreografías que inundan la producción.
Tim Murray desde el foso pudo haber ofrecido más en una edición de la que, por otro lado, nada se nos indica, ni siquiera cómo se han dividido los tres actos (un escueto “primera parte – pausa – segunda parte"), mucho menos que números se han suprimido o modificado. Como la introducción, en la que ya entró algo descabalgado para no terminar de coger las riendas en las tres horas de función.
Enérgico Porgy al sur de Carolina del Sur.
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