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Crítica: Pietro Rizzo con la Orquesta Joven de la Sinfónica de Galicia

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Autor: Julián Carrillo Sanz
22 de abril de 2022

La Orquesta Joven de la Sinfónica de Galicia ofrece un concierto centrado en obras de Chaikovski bajo la dirección musical de Pietro Rizzo

Pietro Rizzo

De la emoción a la confusión


Por Julián Carrillo Sanz | @Quetzal007
La Coruña, 8-IV-2022, Palacio de la Ópera. Orquesta Joven de la Sinfónica de Galicia. Raquel Areal, violín. Pietro Rizzo, director. Programa: Piotr Ílich Chaikovski, Concierto para violín y orquesta en re mayor, op. 35; Sinfonía nº 5 en mi menor, op 64.

   Si, como muchos pensamos, la emoción es el fin último de la música, el concierto con el que culminó el encuentro de Semana Santa de la Orquesta Joven de la Sinfónica de Galicia tuvo como gran protagonista a Raquel Areal (Tui, 1999). La violinista gallega, que acaba de sacar plaza como violinista en la Orquesta y Coro Nacionales de España [OCNE] apenas terminados sus estudios en la Escuela Superior de Música Reina Sofía, demostró su técnica a lo largo de su interpretación del concierto de Chaikovski. Pero, lo que es más importante, marcó el carácter de cada sección de la partitura y transmitió sentimientos de principio a fin de la obra. 

   Sirva como resumen la cadenza del primer movimiento, en la que los distintos momentos de fuerza y delicadeza fueron expresados con gran criterio y sentido, y cómo hizo fluir el Andante central dando pleno significado a su título de Canzonetta. A partir de esta, se pudo pasar de escuchar a dejarse llevar por el torrente de sentimientos y emociones al que Chaikovski dio cauce en el Allegro vivacissimo final. Y si, como arriba queda dicho, la música sirve sobre todo para emocionar, música fue y de la grande lo que hizo Raquel Areal. Como merecida fue, y de las grandes, la ovación que le dedicó el público del Palacio de la Ópera. 

   En cuanto a la parte orquestal, se podría decir que no fue todo lo cuidadosa que podría con la solista; o, por poner un ejemplo, que la orquesta tapaba en los forte y sepultaba en los fortissimi el sonido del violín solista. Esto, que puede ser resultado de una mala comunicación entre director y solista, no parece que fuera así en este caso. 

   Vino a confirmar esta sospecha la ejecución de la Quinta por Pietro Rizzo, con un exceso de contrastes dinámicos y de retórica, con unos silencios demasiado prolongados entre temas o secciones de la partitura. Algo que puede surgir del concepto que el director tiene de la obra o de una cierta falta de control sobre el entusiasmo y la energía de 80 o 90 jóvenes músicos. O de ambas circunstancias, lo que se tradujo en una insuficiente distinción entre planos, que desembocó por momentos en una cierta confusión sonora. Cabe destacar las buenas intervenciones de los solitas de clarinete (que cambiaron entre una y otra obra del programa), trompa, oboe (cambiados entre el segundo y el tercer movimiento de la sinfonía), flauta y fagot. 

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