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CRÍTICA: PERRY SO DIRIGE LA 'SEXTA SINFONÍA' DE BRUCKNER EN LA TEMPORADA DE ABONO DE LA OSPA

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Autor: Aurelio M. Seco
21 de abril de 2012
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Foto cortesía de la OSPA

Lugar: Auditorio de Oviedo. Fecha: 20 de abril de 2012. Ciclo: Temporada de la OSPA

PERRY SO, LA ALEGRÍA DE DIRIGIR

Da gusto encontrarse con un director de las características de Perry So, un joven y carismático artista, poseedor de una sólida formación técnica y una energía y entusiasmo difícil de encontrar hoy día. El programa del décimo concierto de abono de la OSPA era otro de los alicientes de la velada. La inclusión de la "Sinfonía nº 6" de Bruckner debería haber sido reclamo más que suficiente para llenar el auditorio; pero no fue el caso. Al contrario, el recinto presentó unos preocupantes vacíos que parecen agrandarse concierto tras concierto. Alguien en el seno de la entidad debería empezar a pensar con seriedad y sensatez en ello con vistas a corregirlo porque, lo que parece evidente a estas alturas del año, es que el público asturiano no está siguiendo con tanto entusiasmo como los músicos de la orquesta esta nueva etapa artística. La velada dio comienzo con la interpretación del "Concierto para piano y orquesta en la menor" de Schumann, clásica pieza de concierto muy del gusto de los aficionados, que la pianista brasileña Cristina Ortiz interpretó con solvencia y algún defecto de fondo de cierta importancia. Su relación con la orquesta estuvo muy lejos de ser natural y fluida. El estilo del director y de la pianista parecían divergir. Desde los primeros acordes fue evidente el contraste entre el pulso firme y la notable energía con que acompañaba el director, y la excesiva relajación rítmica de la pianista. Tampoco ayudó su gusto por el fraseo inestable. Una cosa es el "rubato" y, otra muy diferente, la precipitación que da la inseguridad o simplemente su propio estilo interpretativo, que obligó al director y orquesta a seguir sus pasos con cierto atropello. Por estas razones, la concertación y carácter de la versión resultó un tanto forzada, sin menosprecio del gran trabajo realizado por Perry So desde la tarima. La propina ofrecida por la pianista dejó la misma sensación. Cristina Ortiz interpretó el "Estudio en la bemol mayor, nº 1, op. 25", también llamado "Arpa eólica", sin conseguir relajarse en su belleza, dentro de un estilo un tanto tosco, pero sin duda meritorio. La artista dio la sensación de preferir demostrar su facilidad para tocar la pieza que usar su talento para indagar en su deliciosa musicalidad desde una visión sosegada, profunda, cuidadosa y sentida. La "Sexta Sinfonía" de Bruckner es una partitura hermosísima, una obra maestra que no resulta fácil ver programada pero que, esta temporada, ya hemos podido oír dos veces en Asturias: el pasado octubre, en manos del maestro español Víctor Pablo Pérez, que visitó el ciclo de Conciertos del Auditorio junto a la violinista Anne Sophie-Mutter y la Orquesta Sinfónica de Galicia, y ahora en la temporada de la OSPA, con un director y una orquesta de muy diferentes características.

La "Sexta Sinfonía" de Bruckner no es una composición fácil de dirigir, y menos a una edad tan temprana como la de Perry So. No hubiera estado mal que la OSPA hubiera incluido en conciertos anteriores alguna obra de estilo parecido, que permitiera a los músicos, sobre todo a la sección de cuerda, incidir en este tipo de sonoridad tan especial. Desde el punto de vista estrictamente técnico, Perry So y la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias realizaron un espléndido trabajo, de una factura notable, que dejó detalles interpretativos ciertamente bellos, a nivel particular y de conjunto. Lo que sucede es que la intencionalidad del discurso de Bruckner no estuvo presente del todo. Fue una versión  pastoral, aligerada, festiva si se quiere, de una obra que, en realidad, lo tiene todo para resultar sobrecogedora, quejumbrosa, presuntuosa incluso, densa y melancólica. Desde el conocido esquema rítmico inicial de los violines, la OSPA sonó ligera, volátil y entusiasta, sensaciones propias de un director como Perry So, lleno de un talento desbordante y optimista. Pero la obra no lo es en absoluto. Por eso se echó en falta profundizar en su sentido dramático, respecto a la manera de entender la sonoridad instrumental, el "tempo", la articulación melódica y el arco general de la pieza. Y no es una cuestión de remarcar la línea de contrabajos en un determinado momento; es una perspectiva de fondo,  que parte de la grisura de su estética. Por su parte, Perry So aportó una postura optimista, quizás esperanzadora. El choque de conceptos, entre lo que parece sugerir abiertamente la obra y lo que leyó en ella el director, sin duda resultó atractivo e incluso emocionante, por la frescura, talento y bizarría con que fue presentado. Queremos finalizar llamando la atención sobre otro de los sonidos más familiares del auditorio. El que producen los fotógrafos de los diferentes medios asturianos con sus máquinas durante los primeros segundos del concierto. Echamos de menos la presencia de alguno de los fotógrafos de La Voz de Asturias. No ver a Pablo Lorenzana buscar la mejor foto para publicarla al día siguiente sin duda fue lo peor de la noche.

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