Crítica de la ópera Pelléas et Melisande de Debussy en la Ópera Estatal de Baviera bajo la dirección de Hannu Lintu
Pelléas convertido en un prosaico drama burgués
Por Raúl Chamorro Mena
Munich, 14-VII-2024, Ópera Estatal de Baviera -Teatro del Príncipe Regente. Pelléas et Melisande (Claude Debussy). Ben Bliss (Pelléas), Sabine Devieilhe (Melisande), Christian Gerhaher (Golaud), Sophie Koch (Geneviève), Franz -Josef Selig (Arkel). Felix Hofbauer (Yniold). Projektchor de la Ópera de Baviera. Orquesta Estatal de Baviera. Dirección musical: Hannu Lintu. Dirección de escena: Jetske Mijnssen
El Teatro del Príncipe regente, inaugurado en 1901 y situado al Este del río Isar, fue la sede de la Ópera Estatal de Baviera de 1944 a 1963, año en que se reinauguró el Teatro Nacional de Munich, después de su destrucción en la Segunda Guerra Mundial. Su sala es como un Bayreuth en pequeño. Actualmente participa en la extensa programación del Festival de Julio de la Ópera Estatal de Baviera y la programación de una nueva producción de Pelléas et Melisande de Claude Debussy, con un interesante reparto, constituía, a priori, un aliciente para culminar este periplo operístico de tres días en la capital bávara.
Y otra vez, desgraciadamente, una puesta en escena que va contra la obra y sus presupuestos fundamentales. La atmósfera onírica, el misterio, el profundo simbolismo y dimensión irreal que fundamentan la única ópera de Claude Debussy sobre texto de Maurice Maeterlink, brillan por su ausencia en la producción de Jetske Mijnssen, que reduce todo a un prosaico drama burgués. Golaud y Melisande son dos marginales o asociales, que, en un baile de sociedad, son incapaces de emparejar ni socializar con nadie y por ello se conocen. El texto, que alude al bosque en el que caza Golaud y encuentra a la solitaria y enigmática Melisande, resulta grotesco y provoca la hilaridad de algunos espectadores. La llegada de Melisande a esta familia burguesa decimonónica produce una alteración de la convivencia que recuerda a la película Teorema de Pier Paolo Pasolini.
Ni rastro del misterio tan esencial en esta ópera, para el que es fundamental la Naturaleza,que enmarca al imaginario, enigmático y atemporal reinado de Allemonde. El bosque profundo, el mar, las fuentes, las grutas quedan reducidas a un pequeño conducto de agua en la parte delantera del escenario. El movimiento escénico es convencional y todo queda reducido a un drama de celos común y realista con la convivencia de una familia alterada por la nueva esposa del hermano mayor, que se siente atraída por el hermanastro menor. Qué lejos de la magia del Pélleas que presencié en el marco de ensueño del Teatro Olimpico de Vicenza el pasado Octubre o el de Willy Decker en lo escénico y Michel Plasson a la batuta, visto en Sevilla.
La vocalidad etérea y volátil de Sabine Devieilhe resulta ideal para el personaje de Melisande. Igualmente su canto refinado y dominador del estilo, así como de la prosodia francesa. Notable creación la suya, que hubiera brillado más en otro contexto escénico.
La declamación lírica en que se basa la escritura vocal de Debussy se adecúa a los medios declinantes actuales de Christian Gerhaher, muy desgastado tímbricamente y acortado de registro, pero acreditado fraseador y de sólido fondo musical.
El papel de Pelléas pertenece a la particular vocalidad del baritono Martin, que requiere registro de barítono, así como ligereza y color tenoriles. Por ello, lo afrontan muchos representantes de dicha cuerda, como el norteamericano Ben Bliss que fue capaz de reproducir los graves de la parte con solidez, además de cantar con corrección y propiedad estilistica, frente a un timbre más bien modesto y falta de personalidad interpretativa. De libro el anciano ciego rey Arkel, en este montaje el patriarca familiar, por parte del muy experimentado bajo Franz-Josef Selig, aún plausible vocalmente y capaz de expresar toda la serena tristeza del personaje.
Al día siguiente de verla como Lisa en La Pasajera, Sophie Koch demostró su camaleonismo caracterizador en el papel de Geneviève, hija de Arkel y madre de Golaud. Además de su labor escénica, destacar su musicalidad y buen concepto del canto. Muy buena actuación del niño Félix Hofbauer como Yniold, particularmente en esa tremenda escena en que es interrogado, casi acosado, con agresividad por su padre devorado por los celos. Magnífica la dirección musical de Hannu Lintu, plena de orden, colorido y detalles con una orquesta estatal de Baviera de espléndido y transparente sonido. Si acaso faltó un plus de genuino idiomatismo y estilo francés para redondear una notable labor musical.
Fotos: W. Hoesl
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