Por José Amador Morales
Sevilla. 20-III-2019. Teatro de la Maestranza. Giuseppe Verdi: Il trovatore. Angela Meade (Leonora), Piero Pretti (Manrico), Agnieska Rehlis (Azucena), Dmitri Lavrov (Conde de Luna), Romano Dal Zovo (Ferrando), Carolina de Alba (Ines), Gerardo López (Ruiz), Jesús Becerra (Un gitano), Álvaro Bernal (Un mensajero). Coro de la Asociación Amigos del Teatro de la Maestranza (Iñigo Sampil, director del coro). Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Pedro Halffter, dirección musical. Stefano Vizioli, dirección escénica. Producción del Teatro Verdi de Trieste.
Casi dieciocho años después, Il trovatore ha vuelto a subir al escenario del Teatro de la Maestranza con el habitual éxito de una taquilla que ha colgado el cartel de «no hay billetes» para casi todas las funciones programadas. La presente puesta en escena ha contado con la producción del Teatro Verdi de Trieste, hasta cierto punto eficaz a la hora de seguir la ampulosa y extravagante trama del gaditano Antonio García Gutiérrez, que Verdi y Cammarano siguen casi a pies juntillas, y de facilitar el disfrute del despliegue canoro de los protagonistas, lo cual no es poco en los tiempos que corren. Sin embargo, la mayoría de los movimientos escénicos rozaron el infantilismo, con demasiados momentos de vacío sobre el escenario y, sobre todo, rechina el hecho de cambiar el importante factor «gitano» o zíngaro de la obra asociando la oposición al bando aristocrático (o sea, Manrico y sus secuaces) al mundo musulmán, lo cual revela un gran desconocimiento del Medievo español, pues la figura de los trovadores está genuinamente inmersa en el ámbito sociocultural de los reinos cristianos del momento.
Pedro Halffter ha demostrado reiteradamente su escasa afinidad con el universo verdiano, pero apoyado en un sonido depurado de la Sinfónica de Sevilla y en un coro atentísimo, ofreció una versión desde luego no idiomática e intensa, pero menos extravagante y lastrada que en anteriores ocasiones. Aun así no faltaron la irregularidad en los tempi, con momentos plúmbeos junto a sonoras precipitaciones, los ruidosos finales y los desajustes entre foso y escena (el más significativo en el coro de la primera escena o en el aria del barítono).
Si en la versión de 2001 asistimos a un reparto al menos homogéneo (si mal no recordamos compuesto por Dario Volonté, Zvetelina Vassileva, Luciana D’Intino y Roberto Frontali dirigidos por Maurizio Arena), la presente propuesta ha destacado por una evidente desigualdad, adelantemos ya que con victoria absoluta – y por goleada – de las voces femeninas. Y es que Angela Meade, que ya sorprendiera en el coliseo sevillano en 2016 con su contundente versión de la Anna Bolena donizettiana, volvió a convertirse en la protagonista absoluta de la velada gracias a una hermosa línea de canto y a una intachable técnica que le permitió moldear, con reguladores y detalles de exquisito gusto, una voz algo impersonal pero de enorme presencia. Su actuación fue un continuo in crescendo de intensidad dramática que fue coronado con un Miserere de gran impacto y la consiguiente cabaletta a la que supo adornar con una coloratura tan creativa como musical. A su lado, resultó una agradable sorpresa la Azucena de Agnieska Rehlis, de gran proyección vocal, homogeneidad de emisión y, sobre todo, intensidad interpretativa musical y actoral. El público así lo entendió y agasajó a la mezzo polaca en los aplausos finales, evidentemente junto a Angela Meade.
Pietro Pretti cedió todo el protagonismo de su parte y hasta que no cumplió con un aseado aunque discreto agudo al final de la esperada «Di quella pira» se mantuvo más bien ausente a todos los niveles. A partir de ahí asistimos a una interpretación con cierta nobleza en el idiomático fraseo – no en vano era el único italiano del cuarteto protagonista – aunque siempre lastrado con un material canoro más bien discreto. Con una voz gutural y aún menos dotada así como con un volumen por momentos inaudible, Dmitri Lavrov estuvo muy por debajo de lo exigible a todo un Conde de Luna pese a sus buenas intenciones y profesionalidad. Voz clara arriba, entubada abajo y sin el requerido empaque que se le presupone a la autoridad de un Ferrando (al menos autoridad que le concede ser el conocedor de todos los matices de la historia desde el comienzo), Fernando Dal Zovo tampoco estuvo a la altura de las circunstancias.
Eso sí, fantásticos y con un inusitado realce los comprimarios, destacando la Ines de Carolina de Alba y el Ruiz de Gerardo López.
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