Por Beatriz Cancela
Santiago de Compostela. 18/II/16. Auditorio de Galicia. Temporada de la Real Filharmonía de Galicia. Director: Paul Daniel. Piano: Nicholas Angelich. Narrador: Luis Tosar. Obras de Mendelssohn, Prokofiev y Shostakovich.
A lo largo de toda la semana diversos medios de comunicación se hacían eco del gran evento e incluso, en las horas previas al concierto, se percibía ya cierto revuelo en las inmediaciones del Auditorio de Galicia. Máxima expectación en este recital que quería rememorar los 400 años del fallecimiento de Shakespeare a través de la interpretación del Hamlet de Shostakovich narrada por el actor Luis Tosar.
Las ansias se apaciguaron con la interpretación de la Sinfonía para cuerdas número 10 de Mendelssohn. La obra, de precoz juventud del de Hamburgo y compuesta únicamente en un movimiento, causó las delicias del público asistente. Una orquesta reducida a las cuerdas y magníficamente temperada ofreció una demostración de buen gusto y saber hacer: matices sutiles, juegos de intensidades comedidos y sinuosos pasajes de mayor nerviosismo configurados por escalas ascendentes y trémolos que se intensificaron de forma más agitada ya al final de la obra, cuando un fortísimo episodio plagado de agilidades nos dejaría en un contundente final. Magnífico aperitivo, ejemplo de tratamiento de un conjunto unificado, un tour de force sutil, paulatino y equilibrado que desprendió una sensación amable pero nada violenta, contenida y comedida.
Y bajo esta atmósfera de quietud tomaba asiento un reconocido Nicholas Angelich preparado para sorprender a los presentes con su interpretación del Concierto para piano número 3 en do mayor, op. 26, de Prokofiev. Desbordando virtuosismo con gran comodidad y aparente facilidad, ejecutó un concierto que vio interrumpida su continuidad tras los aplausos del público que, sin poder reprimirlo, reconoció la ejecución del primer movimiento. Obra de gran precisión y expresividad, de rico colorido tímbrico y efectividad instrumental, donde destacamos el papel del clarinete ya desde el comienzo, ejecutando una bella melodía rusa; las trompas, muy presentes a lo largo de la partitura; los incisivos metales; o en el segundo movimiento las maderas, entre las que destaca la flauta; sin obviar la percusión y las cuerdas, con gran presencia a lo largo de la obra y que los músicos de la RFG defendieron de forma excepcional. Angelich, por su parte, se mostró en todo momento resuelto y en equilibrio con director y orquesta; arrojó dominio en las dificultades, maestría en la técnica y expresividad desbordante. El auditorio correspondió fervorosamente con aplausos a esta obra que había pasado más desapercibida en la promoción de la velada y que realmente fue el momento de mayor exuberancia musical de la noche.
La segunda parte la constituía la esperada adaptación –controvertida en su momento- sobre aquel Príncipe de Dinamarca producida por Akimov y que Shostakovich colma con 15 números musicales. Irrumpía Luis Tosar presentando la obra, sumiéndonos en el contexto del estreno para, a continuación, imbuirse en este Hamlet en gallego y en tercera persona. Tosar, cual solista, acató las directrices de Daniel, que imprimió especial sensibilidad al desarrollo de la obra, evocadora per se. Marchas donde los metales se erigen, un entierro en el que los bajos retumban sobre la orquesta, la fanfarria de metales acompañados de una dulce flauta en la boda, un espectro ejemplificado en la funesta melodía del fagot, las agilidades de las cuerdas en los momentos de mayor inquietud, unos tenues violines que se desvanecen a la vez que Ofelia se ahoga, o un duelo donde unos enérgicos metales acompañados de la caja emulan el fragor de la lucha… El momento de máximo dramatismo fue sin lugar a duda en el que el narrador lanzó su grito desgarrado mientras la orquesta se quebrantó en un forte tutti, logrando un efecto estremecedor. En definitiva, resultó ser una estudiada y cuidada visión de este Hamlet donde incluso Daniel se aventuró a replicar a Tosar, como parte de la historia.
Paul Daniel, como excelente anfitrión, desprendió en todo momento elegancia y mesura, sin malgastar energía en momentos que no lo mereciesen. Claro, seguro, su conexión con la orquesta, con solista, narrador y público fue latente en todo momento. La agrupación hizo gala de su profesionalidad, demostrando la madurez que le otorgan los casi 20 años que está a punto de cumplir; y por su parte, el público respondió ovacionando enérgicamente tanto a los intérpretes como al programa.
Fotografía: Mónica Amarelle
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