27/04/2013. Bilbao. Palacio Euskalduna
La Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera (ABAO) completaba su programación de esta temporada, a la espera de cerrar su calendario con la próxima
Bohème, con un concierto dedicado al belcanto, con el atractivo de dos voces como las de
Patrizia Ciofi y
Celso Albelo en su cartel. La cita prometía tanto como finalmente ofreció. Una noche de belcanto con mayúsculas.
Es una constante en el mundo de la ópera: cada generación sostiene que su panorama de cantantes ha sido netamente superior al de la generación siguiente. Así, quienes escuchaban a
Di Stefano, se acordaban de
Gigli; y quienes escuchaban a
Pavarotti, hacían lo propio con el citado
Di Stefano. Y así hasta el infinito. Es una simpática nostalgia, que esconde un cierto afán de protagonismo, como si cada generación aspirase a haber vivido un momento histórico que no volverá a repetirse. El recital del pasado sábado en el palacio Euskalduna de Bilbao fue un aldabonazo a cualquier atisbo de nostalgia. Con un presente vocal y estilístico semejante, no cabe enarbolar nostalgias impostadas.
Encontramos a Ciofi con un instrumento pleno, más fresco y menos árido que en otras ocasiones, perfectamente timbrado. Y sobre todo, manejado con una inteligencia y con un sentido del fraseo verdaderamente fascinante, imaginativo y puro a un tiempo. Ciofi domina como pocas el canto más etéreo, la recreación del sonido sfumato. Consigue así un belcantismo hipnótico, con un sonido que flota, ideal para recrear la línea del discurso belliniano. Habrá voces con más armónicos y timbres más jóvenes y epatantes, pero sólo cabe aplaudir ante un dominio estilístico tan absoluto, intencional y consciente como el que Ciofi mostró en Bilbao. Su
Sonnambula fue un ejemplo incuestionable de lo que el belcanto es y significa. Una voz convertida en melodía pura, ensoñadora. Uno de esos instantes en los que el tiempo parece, a la vez, detenerse y dilatarse. Estas mismas cualidades dieron lugar también a una hermosa lectura del 'Il faut partir' de La hija del regimiento. No quedó atrás, en cualquier caso, en los pasajes de coloratura y agilidad, como la primera página de la
Elisabetta Regina d'Inghilterra de Rossini que abría el concierto.