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Crítica: Patricia Petibon en el Ciclo de Lied del CNDM

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Autor: Óscar del Saz
22 de abril de 2025

Crítica de Óscar del Saz del recital ofrecido por Patricia Petibon en el Teatro de la Zarzuela, dentro del Ciclo de Lied del Centro Nacional de Difusión Musical [CNDM]

Patricia Petibon en el Teatro de la Zarzuela dentro del Ciclo de Lied del CNDM

Un viaje de obstáculos vocales

Por Óscar del Saz | @oskargs
Madrid, 21-IV-2025. Madrid. Teatro de la Zarzuela. XXXI Ciclo de Lied del Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM). Recital 4. Obras de Jean-Philippe Rameau (1863-1764), Aaron Copland (1900-1990), Christian-Pierre La Marca (1983), Samuel Barber (1910-1981), Joseph Canteloube (1879-1957), Didier Squiban (1959), Jean Cras (1879-1932), Marin Marais (1656-1728), Manuel de Falla (1876-1946), Fernando Obradors (1897-1945), Agustín Lara (1897-1970), Maurice Ravel (1875-1937), Benedetto Marcello (1686-1739), Erik Satie (1866-1925), Francis Poulenc (1899-1963), Francisco Mignone (1897-1986), Alberto Ginastera (1916-1983), Nicolas Bacri (1961), y algunas anónimas o populares. Patricia Petibon (soprano), Christian-Pierre La Marca (violonchelo), Alfredo Abbati (piano).

   La camaleónica, mediática, surrealista, de público multiforme -y muy fiel-, pero valorable soprano francesa, Patricia Petibon (1970), se presentó como debutante del Ciclo de Lied en un muy largo recital que sobre el papel resultó difícilmente justificable dado su estado vocal actual -sobre todo por la exigencia en la dispersión de estilos, épocas y temáticas-, aunque el hilo conductor se correspondió con el último trabajo discográfico de la artista en torno al «Amor, la Muerte, el Mar: Un viaje vertiginoso a través del espacio y el tiempo» que ideó engranando -como en un rompecabezas- piezas de distinta temática -la potencia del barroco, la pasional evocación española, la triste profundidad celta, el colorismo lirista francés, etc.-, a partir de la extensa nómina de compositores que aparecen en la cabecera.

   Alguna vez ya hemos comentado el peliagudo asunto de las voces con problemas. Patricia Petibon -que se presentó en la fecha que nos ocupa después del aplazamiento de la fecha original (17 de febrero) por una laringitis aguda- ha experimentado un ostensible deterioro vocal desde la pandemia a la actualidad, deterioro que a nuestro juicio necesitaría una parada en su actividad para intentar revertir los daños producidos por excesos vocales, enfermedades mal curadas o malas praxis técnicas. 

   Parece obvio decirlo, pero el requisito innegociable para poder disfrutar de un recital -además del canto- es contar con una voz que no tenga excesivos problemas técnicos o desgaste manifiesto. No basta con esforzarse en sonar emotiva o sensible, graciosa, pizpireta, jovial, ocurrente…, o buscar una emisión alterada para expresar lo que se quiere comunicar… Sólo se necesita que el instrumento responda, que se encuentre sano. 

Patricia Petibon en el Teatro de la Zarzuela dentro del Ciclo de Lied del CNDM

   Afortunadamente para la soprano, pudo contar con la ayuda y descansos -4 piezas de las 13 de la primera parte y 7 de las 14 de la segunda parte-, proporcionados por las intervenciones de sus compañeros -en dúos o por separado en el escenario-, como así hicieron el violonchelista francés Christian-Pierre La Marca, y el pianista ítalo-brasileño Alfredo Abbati que obtuvieron un notable éxito y ejercieron su labor de forma adecuada.

   En la primera parte del recital destacó, por su sensibilidad interpretativa al violonchelo, la pieza de Marin Marais -escrita originalmente para viola de gamba y bajo continuo-, con arreglo del propio La Marca, ‘La folia’, de «Les folies d’Espagne». De igual forma, en la segunda parte brilló el dúo -piano/violonchelo- de la ornamentada «Pieza en forme de Habanera», de Ravel, con virtuosismo en ambos instrumentos y donde se percibieron las ricas texturas y el color definitorio del impresionismo raveliano. 

   Nos gustó bastante menos el dúo que reflejó la «Danza ritual del fuego», de Falla, a nuestro juicio resultado de un muy confuso arreglo de La Marca. Tampoco lució el arreglo que propinó a «El cant dels ocells», para violonchelo solo, al introducir estridentes y crispantes sonidos producidos con el arco mientras la mano izquierda deslizaba en las cuerdas del mástil, de arriba abajo.

   Patricia Petibon utilizó el parapeto por detrás del piano -sin salir de escena- para sus descansos vocales y para pertrecharse de ciertos elementos de atrezzo, como fueron una aleta de tiburón para la pieza «La rencontré [El encuentro]», de Jean Cras, escenificando el ataque del peligroso animal (ella y el pianista salieron nadando/corriendo); una cacatúa -a modo de guiñol-en la pieza en portugués «Dona Janaína», de Francisco Mignone, donde se escenifica una ruidosa pelea de agudos gritos con el mencionado animal y en la que se hizo partícipe al público; un sombrero de copa plegable en la pieza de cabaret «Les courses [Las carreras]», de Satie; gafas en forma de dos girasoles o partituras varias con tapas de purpurina para los momentos en los que no cantó de memoria, etc.   

   Nada de todo este «despliegue», que podría tacharse de superfluo o naif, aunque esperable en la estética de Petibon, pudo ocultar o despistar la escucha de un timbre desgastado, la emisión dura y desabrida, la cortedad en el fiato y, por tanto, la ausencia de fraseos y legatos adecuados, así como no poder escamotear los tirantes agudos emitidos en «modo supervivencia» y un canto, en general, «sentimentaloide», afectado y sobreactuado, como ocurrió en las canciones tradicionales escocesas, defectos percibidos en «Gloomy Winter» o en la bella canción «Black is the color of my true love’s hair». Algo mejor estuvo reflejada la tristeza intrínseca de la anónima «Oh, Danny boy».

   La situación no fue mucho mejor en el repertorio español, con un muy exagerado e interpretado fuera de estilo, «Paño moruno», o «El vito», sin atisbo de quintaesencia en un muy mejorable acento andaluz, o un «Granada», corto de fiato en lo vocal, abrupto en las formas e hiperactivo en los movimientos sobre el escenario, con confusión inicial de la letra. 

Patricia Petibon en el Teatro de la Zarzuela dentro del Ciclo de Lied del CNDM

   Finalmente, por comentarlo todo, y aun con el siempre presente mal estado vocal, hubo algunos puntos de mejora en el repertorio francés, atribuible -aunque sea- a la completa afinidad idiomática de la intérprete, que pudo facilitar algo las cosas, destacando en Satie la ya mencionada, «Les courses [Las carreras]», así como «Je te veux [Te quiero] » y «La statue de bronze», que tuvieron un pase interpretativo.

   Verdad es que hubo deserciones de público en el descanso, estando en general recatado en los aplausos, salvo al final del recital para agradecer -sobre todo, los incondicionales- el esfuerzo de los intérpretes, ofreciendo el trío dos propinas, la segunda de las cuáles -en francés- nos pareció bastante interesante, titulada como «El tiempo no es lo que viene, es lo que pasa».

   Como última cosa, diremos que últimamente se ha restablecido la calidad de los programas de mano, con notas al programa extensas, puestas en contexto de las obras del concierto (en éste, casi todas las obras fueron interpretadas por primera vez en el Ciclo), confección del histórico de cantantes en el Ciclo para la estadísticas y las traducciones luciendo a satisfacción en las pantallas al efecto.

Fotos: Elvira Megías

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