En un programa de estas características la voz necesita de un sustento instrumental poderoso, acorde con la calidad de su intervención, y a fe que el Ensemble Il Profondo -nacido en Basel [2008] durante la formación de todos sus miembros en la prestigiosa Schola Cantorum Basiliensis- lo consigue. Con un sonido fino, elegante, sin intentar hacer ostentación de esa supuesta frescura mal entendida que los conjuntos jóvenes deben tener porque sí, cada uno de los miembros suma, y mucho, para conseguir redondear un disco exquisito. Precisos y muy empastados los violines barrocos de Eva Saladin y Sonoko Asabuki, contando con la suma en las cuerdas altas de la viola barroca de Germán Echeverri Chamorro, de poderoso y cálido timbre. El continuo resulta deslumbrante, sabedores sus componentes de que supone el absoluto pilar armónico-rítmico en este tipo de composiciones. Así brilla especialmente el violoncello barroco de Amélie Chemin, de sonoridad brillante y contundente, destacando sobre manera en los pasajes más complejos de las arias y acompañando con tersura los recitativos. Fabuloso también el clave de Johannes Keller, de digitación rigurosa y presencia en su punto justo -gran trabajo en la labor técnica de Johannes Wallbrecher. Por último, la tan necesaria cuerda pulsada está representada aquí por Josías Rodríguez Gándara [archiláud] y Daniele Caminti [tiorba], aportando ese color tan hermoso y dotando a la interpretación el refinamiento y la finura innatas en estos instrumentos. Gran labor la suya.
Y si estamos, finalmente, ante un disco absolutamente redondo, es porque se completa con un diseño, calidad en las notas críticas -impresionante la labor aquí, pues son prácticamente una guía de audición-, producción, aporte documental... de un calibre superlativo. Cantus no es por ausencia de méritos uno de los sellos discográficos más cuidados y bellos del panorama mundial. Hemos de alabar aquí y felicitar con toda nuestra efusividad la ingente y extraordinaria labor de su creador y cabeza visible -única cabeza, habría que decir-, José Carlos Cabello, por haber dado vida un sello casi artesanal que alcanza las mayores cotas de excelencia.
En definitiva, y si leemos las breves notas de Flavio en el disco -que sirven realmente como una auténtica declaración de intenciones-, en las que aboga por el poder de la música y la voz como evocadora de los más puros sentimientos humanos, podemos asumir que, a pesar de lo elevado de sus pretensiones en esa empresa, Ferri-Benedetti puede estar más que satisfecho con lo conseguido en este registro, pues son muchas las sensaciones que afloran al escuchar tan magnífico despliegue de belleza y honestidad. Solo cabe esperar, pues, una pronta comunión entre intérpretes y discográfica.