La Asociación de Amigos de la Ópera de La Coruña pone en escena la ópera Pagliacci de Leoncavallo bajo la dirección músical de José Miguel Pérez Sierra.
Meta-teatro, ossia ponga teatro
Por Julián Carrillo Sanz | @Quetzal007
La Coruña, 24-IX.2021, Teatro Colón. Pagliacci, de Ruggero Leoncavallo. Alejandro Roy, tenor, Canio. Vanessa Goikoetxea, soprano, Nedda. Zeljko Lucic, barítono, Tonio. Enrique Alberto Martínez, tenor, Beppe. César San Martín, barítono, Silvio. Producción del Teatro Lírico Nacional La Zarzuela. Dirección de escena, Ignacio García. Escenografía: Miguel Ángel Coso Marín y Juan Sanz Ballesteros. Ayudante de director de escena, Ana Cris Abreu. Iluminación, Antón Cabado. Figurinista, Pepe Corzo. Ayudante de vestuario, Isabel Cámara. Repertorista, Alfredo Abbati. Regidor: Luis López Tejedor. Orquesta Sinfónica de Galicia. Coro Gaos. Director coro, Fernando Briones Dirección musical, José Miguel Pérez Sierra.
Cuando conoció el éxito de Cavalleria rusticana, de Mascagni (1890), Leoncavallo se lanzó a la aventura de escribir libreto y música para la que sería su tercera ópera, Pagliacci, su primer y único gran éxito tras el fracaso de Chatterton, el más que discreto estreno de I Medici y una veintena entre óperas y operetas posteriores prácticamente olvidadas. Demandado por plagio de La femme de Tabarin, de Catule Mendès (1887) -muy similar incluso en su estructura metateatral-, arguyó en su defensa que la inspiración le vino de unos hechos reales similares investigados por su padre. En cualquier caso el libreto y la música de Leoncavallo viene a demostrar una vez más la condición teatral de la ópera y que cuanto más teatro se le ponga mejor se entiende y se siente lo que se ve y se oye.
El estreno en el Teatro dal Verme, de Milán (1892), fue un gran éxito que ha continuado hasta nuestros días, y la sitúa durante los últimos años entre las 15 o 20 óperas más representadas. Y su interés deriva no solo de que Pagliacci siga siendo una ópera que se escucha y ve con interés musical y teatral, sino porque, lamentablemente, su argumento sigue siendo de una terrible actualidad, cuando los asesinatos por violencia de género siguen siendo una realidad presente en nuestras sociedades.
La producción del Teatro de La Zarzuela –o lo que de ella se ha visto en A Coruña- se basa en una escenografía muy eficaz y evocadora. La pieza central es una especie de carromato cuyas caras anterior y laterales son utilizadas en diferentes momentos de la representación como plaza del pueblo o tablado en el que se desarrolla la función de los cómicos ambulantes. El movimiento del conjunto de solistas, coro y figurantes no acusa apenas la diferencia de tamaño entre el escenario del Teatro de la Zarzuela, para el que se proyectó, y el del Teatro Colón de A Coruña. El vestuario -de Pepe Corzo y totalmente adecuado- añadió un punto de brillantez a la función junto con la eficaz iluminación de Antón Cabado.
La dirección de actores y conjuntos ha sido de una altura bastante superior a la de las últimas programaciones líricas de A Coruña, con lo que el espectáculo en su conjunto ha alcanzado unas cotas de calidad realmente notables. El metateatro –poner la función de los cómicos protagonistas dentro de la representación de la ópera- está idóneamente logrado al presentar bien distinguidos los dos planos de realidad y comedia y logrando una gran tensión dramática en la fusión de ambas, cuando Canio se sale del papel de la Commedia dell’arte y asesina a Nedda y Silvio.
Alejandro Roy tiene una voz potente y bien timbrada y un gran manejo del instrumento, entregándose totalmente al papel de Canio, tanto en lo vocal con unos agudos llenos de fuerza –y no solo en cuanto a dinámica-, como en lo actoral. Hizo una gran versión de «Vesti la giubba», que levantó una sonora ovación del público del Colón. Mostró adecuadamente la relación tóxica de su personaje con Nedda acentuando convenientemente frases como «Tengo derecho a comportarme como cualquier otro hombre» o «El hombre reclama sus derechos».
La Nedda de Vanessa Goicoetxea es quizás el personaje más desdoblado entre la realidad de Nedda -la persona de carne y hueso representada- y la ficción de la Colombina. En ambos da vida al papel con una buena línea de canto, con agudos refulgentes y un registro medio y grave de buena densidad sonora. Fue particularmente conmovedora su interpretación de «Qual fiamma avea nel guardo». Gran interpretación teatral también, especialmente en las escenas con Tonio, Canio y Silvio..
Zeljko Lucic es tal vez el cantante que mejor integró las partes vocal y actoral de su rol de principio a fin de la función. Su gran presencia escénica, el dominio de su instrumento, con una gran musicalidad al servicio del papel le hicieron estar siempre en el centro de la trama. Su voz es sólida en todos los registros y llega no solo los oídos sino a la sensibilidad de quienes lo escuchan.
Enrique Alberto Martínez hizo también un buen desdoble de su personaje entre el Beppe de la vida real y el Arlequín de la función de los cómicos. Su voz bien timbrada, de potencia suficiente y buena proyección le augura un buen futuro. El Silvio de César San Martín lució en las escenas a dúo con Goikoetxea insuflando tanto el lirismo como el dramatismo necesario en cada momento de su parte.
El Coro Gaos tuvo una buena actuación, con mayor brillantez en las voces femeninas que en las masculinas, superando todos limpiamente la barrera de las mascarillas. La orquesta sonó a lo grande, pese al escaso número de efectivos, tanto en el Preludio como muy especialmente en el Intermezzo, lo que le valió una gran ovación. Los emotivos solos de oboe y violonchelo reforzaron el dramatismo de la acción y la dirección siempre atenta de José Miguel Pérez Sierra controló siempre la dinámica hacia un buen equilibrio con las voces. Gran ovación final para todos, que derivó una vez más en palmas a compás. Pues vale.
Foto: Amigos de la Ópera de La Coruña
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