Crítica de Raúl Chamorro Mena del concierto protagonizado por Pablo Sáinz-Villegas, Josep Vicent y la Orquesta Nacional Belga en Ibermúsica
Arrollador Pablo Sáinz Villegas
Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 12-IV-2023, Auditorio Nacional. Ciclo Ibermúsica. El cazador maldito (César Franck). Concierto de Aranjuez para guitarra y orquesta (Joaquín Rodrigo). Pablo Sáinz-Villegas, guitarra. La Valse (Maurice Ravel). Bolero (Maurice Ravel). Belgian National Orchestra. Director: Josep Vicent.
Como presentación de la Orquesta Nacional Belga en el ciclo Ibermúsica, bajo la dirección del español Josep Vicent, el programa elegido contenía dos obras cuya popularidad ha traspasado las fronteras de la llamada música clásica y que han sufrido adaptaciones, transcripciones y versiones, de todo tipo y nunca mejor aplicado el término «sufrido», dada la discutible calidad de algunas de ellas. Se trata de El concierto de Aranjuez de Joaquín Rodrigo, la obra más interpretada de la música española y el archifamoso Bolero de Maurice Ravel.
Sin embargo, el concierto comenzó con una magnífica pieza de presencia menos habitual en las salas de concierto. Las llamadas de la trompa, un pelín inseguras bien es verdad, anunciaron la jornada de caza que se dispone a afrontar un noble del Rhin desafiando con ello el preceptivo descanso dominical. Por supuesto, el transgresor será castigado a ser perseguido eternamente por una bandada de demonios. Esta es la historia, como corresponde en una pieza de música programática, en que se basa el poema sinfónico de César Franck El cazador maldito estrenado en 1883 y que muestra influencias Wagnerianas y de la Sinfonía fantástica de Hector Berlioz. La obra, muy bien construida y sabiamente orquestada, fue expuesta por Josep Vicent y la Orquesta de forma vehemente, pero demasiado aparatosa y embarullada. Se echaron de menos sentido de la organización diferenciación de planos orquestales, una articulación mejor perfilada y unas texturas orquestales más limpias.
El gran protagonista del evento era el guitarrista riojano Pablo Sáinz-Villegas, el de mayor prestigio internacional en la actualidad, heredero y continuador de la trayectoria de los Regino Sáinz de la Maza, Andrés Segovia, Narciso Yepes, Renata Tarragó, Pepe Romero… que, desde luego, acreditó su condición de gran músico con una magnífica interpretación de la pieza concertante para guitarra más importante e interpretada, el inmortal Concierto de Aranjuez de Joaquín Rodrigo. Estrenada por el burgalés Regino Sáinz de la Maza en 1940, la obra logra arropar a la guitarra y su limitada sonoridad, de una orquestación suficientemente consistente, pero que nunca la tapa ni confronta con la misma. Lejos de las afinidades con el folklore andaluz, tan propias de la guitarra, la música del concierto es de origen neoclásico y de raíz tradicional castellana. Emparentada con el estilo galante, la partitura evoca, en palabras del compositor murviedrés, «la fragancia de las magnolias, el canto de los pájaros y el chorro de las fuentes» de los jardines de la bella ciudad madrileña.
Sáinz-Villegas interpretó la obra sin amplificación, pues es capaz de obtener de la guitarra un sonido torrencial, de gran presencia, anchura y calidez. Irreprochables la factura técnica, la seguridad, así como el poder comunicativo del guitarrista riojano que transformó la extroversión demostrada en el primer movimiento en concentración expresiva en el celebérrimo segundo. Después de la introducción del corno inglés, la guitarra de Sáinz Villegas cantó apropiadamente la hermosísima melodía, pero sin poder evitar la sensación de que el solista se preocupa especialmente del caudal sonoro, por encima de la variedad de colores y un fraseo aún más torneado. Bien es verdad que tampoco la batuta fue precisamente estimulante en ese aspecto. De altos vuelos resultó el virtuosismo en la cadenza para concluir con un brillantísimo tercer movimiento pletórico en su ímpetu rítmico y gracia danzable.
Dos suculentas propinas ofreció el carismático guitarrista riojano. En primer lugar, la espectacular Jota de concierto de Francisco Tárrega, de la que Sáinz Villegas realiza una apabullante creación, momumento al virtuosismo, variedad tímbrica y vigor sonoro. Y para terminar, otra de las piezas más emblemáticas del fabuloso repertorio para guitarra del citado compositor villarrealense, Recuerdos de la Alhambra, hermosamente interpretada por el Villegas con un sonido de una riqueza y amplitud impactantes.
Más bien anodino y ayuno de claridad, elegancia y detalles, el acompañamiento entusiasta de un inquieto y agitado sobre el podio Josep Vicent, que, al menos, acreditó conocimiento de la obra y cierto pulso.
La capacidad para la pintura sonora y el enorme talento como orquestador de Maurice Ravel brillan en La Valse, obra en principio de carácter impresionista, pero con un latente expresionismo provocado por las consecuencias del desastre de la primera guerra Mundial. Vicent y la Orquesta nacional Belga –una agrupación de nivel medio- ofrecieron una interpretación borrosa, sin diferenciación de planos orquestales, sin sentido del rubato, tan fundamental en una obra de estas características, y en la que faltaron sutilidades y detalles tímbricos, además de sobrar exceso de aparato sonoro.
A diferencia de La valse que fue rechazada por Serge Diaghilev, el famoso Bolero, en principio un experimento sobre dominio de la orquestación por parte de un maestro en tales lides como Ravel, fue un vehículo para el lucimiento de la mítica bailarina Ida Rubinstein en su estreno en 1928 en el Palais Garnier de París. La estructura de la obra con la sucesión de solos instrumentales permitió a la Orquesta Nacional belga subir en cierto modo la valoración de calidad frente a la demostrada hasta ese momento y la batuta entusiasta y saltarina de Vicent mantuvo bien el pulso rítmico y logró un crescendo de cierta brillantez.
El director valenciano expresó su alegría por el éxito de público del concierto y anunció como propina Amorosa de las Diez melodías vascas de Jesús Guridi y puso fin al concierto con la repetición de la parte final del Bolero.
Fotos: Rafa Martín / Ibermúsica
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