Homenaje a Joaquín Rodrigo
Por Aurelio M. Seco | @AurelioSeco
Oviedo, 21-X-2021. Concierto Premios Princesa de Asturias. Homenaje a Joaquín Rodrigo. Pablo Sáinz-Villegas, guitarra. Director: Josep Vicent. Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias. Obras de Joaquín Rodrigo.
Hay que conceder a Pablo Sáinz-Villegas algunas de las más interesantes interpretaciones del Concierto de Aranjuez de los últimos años. Villegas ha llevado esta obra a ambos lados del Atlántico, convirtiéndose con todo merecimiento en la voz de la guitarra española en el mundo. Estamos sin duda ante el guitarrista español más conocido del presente, que además protagonizó el Concierto Premios Princesa de Asturias 2021, una cita en la que se rindió homenaje a uno de sus galardonados ilustres, el compositor Joaquín Rodrigo. Una de las versiones más interesantes que le recordamos fue ofrecida con la Sinfónica de RTVE, bajo la dirección de Carlos Kalmar. Puede degustarse en Youtube la intimidad y alto grado de comunicación entre la orquesta y Villegas, quien ha conseguido cierta identidad propia, muy meritoria y distintiva, pero también algo arriesgada si se lleva a ciertos extremos.
Nos referimos al gusto del guitarrista por el sonido grande, opción estética que somete a las cuerdas (y a su sonido) a cierta tensión, muy reconfortantes en la versión junto a Kalmar, pero que Villegas parece haber llevado un poco al límite en alguna ocasión, hasta el punto de distorsionar un tanto el sonido del instrumento, perdiendo calidez la versión, redondez los sonidos, y dando quizás cierta sensación estética arisca. Ya en su última visita al Auditorio de Oviedo observamos el sonido tan grande que conseguía extraer de su guitarra y manera de tocar. No necesitó entonces amplificación como tampoco en el Concierto de los Premios Princesa. Y es posible que esta imagen de artista de gran sonido, sin duda un mérito, pueda haberse convertido también en un elemento a controlar dentro del interesante mensaje de este músico.
El concierto dio comienzo con la Fantasía para un gentilhombre de Joaquín Rodrigo, en una versión que dejó momentos guitarrísticos hermosos, como no puede ser de otra forma al hablar de un músico de esta calidad, pero también esta sensación de sonido arisco en exceso, que se aumentó con un uso del vibrato excesivo. El vibrato no es, en absoluto, un adorno (Leopoldo Mozart lo clasificó así en su día), o por lo menos no es un adorno como los demás (como un mordente, como una apoyatura, como un trino). Se trata de un recurso sonoro, otra manera de hacer el mismo sonido (es algo que los «grupos historicistas» todavía no han entendido). Pero el sonido de referencia debe, en cualquier caso, ofrecerse como norma general en sus contornos bien definidos o, por o menos, lo suficientemente claros como para que se identifique bien. Villegas explora al máximo el concepto de vibrato en la guitarra, hasta el punto de haberlo convertido en una de sus más características señas de identidad. En numerosas ocasiones durante el concierto encontramos este recurso saturando los sonidos, deformándolos un poco, en una versión que a veces, y sin querer exagerar, nos recordó, por el tono general, a un guitarrista rock.
Esta forma de tocar, en la que el guitarrista se recrea incluso en su último disco (por ejemplo en una interpretación del famoso Romance anónimo un tanto contemplativa, en la que su uso del vibrato parece retener la obra, paralizándola), creemos que enturbió un poco sus interpretaciones y, en general, su desarrollo artístico. Hay en su forma de tocar y de presentarse en público cierta perspectiva expresiva hacia el exterior, más que enfocada hacia la guitarra. No es, desde luego, una actitud como la de Narciso Yepes, Andrés Segovia o John Williams, cuyo arte parece recogerse con decisión en torno al instrumento. En Villegas hay un saber estar fuera del instrumento, una forma de presentarse sin duda espectacular y atractiva para cierto tipo público, pero que poco tiene que ver con la música.
En cualquier caso, las versiones resultaron notables por su parte, sin menosprecio de algunos errores, sobrellevados con enorme entereza y musicalidad por el artista. Hay errores que importan y otros que no, pero perfeccionar la técnica de la guitarra hasta el límite suele ser siempre un camino seguro para encontrar la excelencia.
Fue muy agradable su interpretación del Concierto de Aranjuez, que el guitarrista domina totalmente, dejando una versión, sino para el recuerdo, de buen nivel. Agradable trabajo de la orquesta, con preciosas participaciones del corno inglés.
No podemos decir lo mismo del director, Josep Vicent, cuya labor no estuvo a la altura. No entendimos su manera de gesticular, con frecuencia sin relación con la respuesta de la orquesta, ni tampoco su falta de capacidad para reconducir algunos obvios desajustes que se produjeron en el transcurso del concierto. No se trataba de dirigir la Novena de Mahler ni la Segunda de Brahms, obras muy complicadas de poner en sonido, sino de acompañar con gusto, cuidado y precisión estas dos bonitas joyas del matrimonio musical universal, partituras que no están desde luego entre lo más difícil del repertorio sinfónico. No hubo conexión entre director y orquesta, y no era fácil que la hubiera habida cuenta del trabajo tan discreto de Vicent, quien tampoco cuidó la continuidad entre distintos instrumentos en algún momento. En otros, por ejemplo en el famoso tiempo lento del Concierto de Aranjuez, la sonoridad de la orquesta parecía desaparecer. Una cosa es acompañar con cuidado para no tapar al guitarrista y otra que la base sonora sea endeble. Incluso en la segunda parte del Himno de Asturias («Tengo de subir al árbol») la música se ralentizó en exceso. ¡Y La música nunca debe decaer!
Creemos que una entidad de la categoría de la Fundación Princesa de Asturias tiene una responsabilidad a la hora de elegir a los artistas para dirigir conciertos tan importantes como éste. Bien podrían haberse fijado para la ocasión en muchos directores de talento, y no otorgar un privilegio tan importante a alguien a nuestro juicio de tan discretas cualidades.
Foto: Fundación Princesa de Asturias
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