Foto: Javier Salas
Óscar del Saz entrevista a Pablo Heras-Casado para Codalario ante su debut en el Festival de Bayreuth el próximo 25 de julio con Parsifal de Wagner, título que abre el mítico festival en su actual edición. El director de orquesta español hace historia al convertirse en el primer director musical de nuestro país en ocupar el podio del Teatro de Bayreuth –con excepción de las funciones de La valquiria que dirigió Plácido Domingo en 2018-.
Foto: Javier Salas
PABLO HERAS-CASADO: «Nunca jamás me he alejado del Albaicín»
Una entrevista de Óscar del Saz | @oskargs
Muchas gracias por atendernos en plenos ensayos de su debut en el Festival de Bayreuth, el próximo 25 de julio, con la ópera Parsifal de Wagner ¿Se ve Heras-Casado como un maestro al estilo Barenboim, Muti, etc... en el futuro, o será muy distinto?
Para mí es completamente imposible describir un tipo de director porque de los directores que has citado sólo hay uno, son seres únicos… Cada uno tiene que buscar su esencia… Ese tipo de personalidades al final llegan a ser leyendas que se forjan a través de la personalidad, de tener convicciones y de ser inquebrantables en la persecución de sus ideales y nunca traicionar tus principios. Yo me veo ahí, siendo yo mismo. Yo me recuerdo cuando salí del cascarón en Granada donde me forjé con mis ensembles, mis grupos de música antigua y contemporánea y empecé a dirigir por todo el mundo, poco a poco… Eso es a lo que me comprometí y me di cuenta que la autenticidad del intérprete y de la persona es lo que al final abre puertas. Por supuesto, con la mirada y el espíritu abiertos a todos los artistas con los que trabajas. Así es como me veo.
¿Y el balance de todo este tiempo se puede resumir en una frase?
Pues no sabría… Yo me encuentro en un momento, desde hace ya algunos años, y retomando esa cifra comentada de qué son 60 años para un director, donde ya hay una madurez… Para mí, se atisba desde hace algunos años una cierta madurez por el tiempo y la experiencia vividos que es muy satisfactoria y necesaria de experimentar. Tener unos pilares en los que basar todo es muy importante. No soy nuevo en algunas cosas y, además mi pasión y ansia de descubrir están intactas. Siento que ahora hay un punto de inflexión, pero yo me siento como hace 30 años en muchos aspectos, con un bagaje que no es acomodaticio, que me da más seguridad para seguir buscando y buscando.
Llegar a Bayreuth, ¿verdad?
Sí, Bayreuth es un muy importante hito para mí. Ya he tenido oportunidad de ensayar con la orquesta tres días y hacerlo de la misma manera a como yo me he presentado con mi Anillo en Madrid o en otros sitios, y la orquesta recibe con muchísima curiosidad y con mucha apertura sangre nueva, ideas nuevas y oportunidad de revisitar las grandes obras maestras.
En qué proporción le ha sorprendido lo que ha encontrado. ¿Es lo que esperaba?
Como te puedes imaginar, ya hace más de dos años que me preparo -como siempre- por la significación tan importante que tiene Bayreuth, por la tradición, la historia, para este momento, pero luego he encontrado de nuevo que los grandes templos y las grandes orquestas resulta que al final hallas gentes con la mente y el espíritu muy abiertos. En Bayreuth todo el mundo es muy consciente de dónde está, de lo que representa, de la tradición que continúa. Cada músico de la orquesta tiene en cada uno de los camerinos por secciones instrumentales la lista de todos los músicos que han estado allí desde 1876, con nombres y apellidos… Aún así, hay un ambiente familiar y abierto donde todos acuden por pasión y devoción y con ganas de descubrir y aprender, cosa que siempre ocurre cuando abrimos de nuevo todas y cada una de estas obras de arte. En estas tres semanas que llevo aquí, todo lo que he vivido con el coro, con la orquesta, con los cantantes, con Katharina Wagner…, es eso, que hay mucho espacio para seguir redescubriendo y eso es fantástico, porque hay un ímpetu maravilloso.
¿Ha tenido ya contacto con la escena y el montaje previstos por Jay Scheib? ¿Le ha influido de alguna forma ese montaje en su concepción de la obra?
A ver, esto va de la mano. Yo estoy acostumbrado, desde que empecé a dirigir ópera, a estar presente desde el primer minuto de la producción en los ensayos de escena. Esto lo aprendí de personalidades como Gerard Mortier, que pensaban que la ópera es trabajo en equipo y que comienza con el compromiso individual de crear equipo, un colectivo que funciona de la mano, pero incluso mucho antes del primer ensayo. Así ha sido con Jay Scheib, conociéndonos un año antes, entablando conversaciones. Él incluso vino a España para presenciar el Parsifal que dirigí en Badajoz en versión concierto, estuvo cuatro días conmigo en cada ensayo, en cada concierto y fue una ocasión fantástica. Y así ha sido desde el 5 de junio en los ensayos de Bayreuth para absorberlo todo, y él estar presente en mis ensayos musicales con piano, con el cast, con los conjuntos, con los ensayos a la italiana… Y al final, una vez que hemos absorbido todo de todos, no hay, por tanto, que plantearse un compromiso de acuerdo a la escena ni cambiar nada radicalmente. En Bayreuth hay un espíritu intacto en el cual la música y la escena son importantísimos… Pero la música y el foso generan todo.
Sí, de acuerdo, ¿pero entonces define la puesta en cartel de este Parsifal como arriesgada, novedosa, continuista?
No lo sé (risas), para mí es difícil definirlo… Cada presentación y cada propuesta debe ser original, única y sincera. Cada director o cada cantante debe presentar su versión. Yo no puedo definir mi Parsifal saliéndome de mí mismo y decir si es rupturista, continuista o radical, porque debo limitarme a escudriñar la partitura desde el conocimiento profundo de la misma y los principios del respeto al autor según mi visión. Lo mismo entiendo que hace el director de escena…, y por último, el público debe recibir esa nueva visión conjunta. Es verdad que repetir no tiene sentido y todos conocemos el histórico de los Parsifal que se han sucedido, pero como digo, en todos ellos cada director musical habrá tenido que ser fiel a sus principios, a su tradición y a su bagaje. En este caso, yo hago lo mismo, sin complejos, haciendo el Parsifal que yo creo que tengo que aportar… Que, además, por eso entiendo que el Festival y Katharina Wagner han apostado por mí y por mi criterio, al igual que por Jay Scheib, que aportará nuevas perspectivas y aproximaciones, sobre todo en estas obras que son interminables en cuanto a los matices.
¿La versatilidad de su repertorio cree que puede haber influido a la hora de haber sido elegido con respecto a otros directores clasificados como más “wagnerianos”?
Yo estoy absolutamente en contra de esto que se dice de que “uno no sea wagneriano”, al igual que ser o no ser mozartiano o ser o no ser monteverdiano… Esto es un precepto o prejuicio que no entiendo y que creo que está pasado de moda y fuera de lugar. Actualmente, cualquier director debe ser capaz de dirigir a Verdi, Stravinski, Mozart o cualquier otro. Esto es lo normal. Wagner viene de una tradición que proviene de Bach, demostrado en Die Meistersinger. Si no conoces a Bach, ¿qué haces dirigiendo Die Meistersinger? De igual forma, si no conoces a Beethoven, ¿qué haces dirigiendo Wagner? También Wagner bebe de Mendelssohn y de von Weber y de todos los románticos de su generación… Esa categorización comentada no funciona. Yo soy wagneriano porque conozco su música y porque la he dirigido mucho, pero igual que otras músicas también.
Entonces, ¿la especialización en los repertorios?
Pero eso es de hace 20 ó 30 años… Ahora no prima eso. No entiendo que para ciertas “regiones” de repertorio haya que tener ciertos carnets para que a uno le den o no paso para dirigirlas. Al final uno es músico y artista… Porque los que tocan en Bayreuth no sólo tocan Wagner, ni tampoco los cantantes de coro cantan sólo Wagner. Y los directores que lleven 10 o 40 años dirigiendo Wagner es sólo una cuestión de tiempo.
¿El siguiente hito a dirigir Parsifal en Bayreuth sería repetir en Bayreuth en años posteriores o, sencillamente, explorar nuevos territorios de repertorio o geográficos… ¿Qué vector considera más importante en su estrategia como director?
Repetir en Bayreuth sería un sueño y sería fantástico y que formara parte de mi vida, porque creo que ya he tenido tiempo suficiente de encontrarme confortable y a gusto. También es muy importante mi relación con la StaatsOper de Viena que continua. La temporada que viene la inauguro con La Clemenza di Tito, después con Le grand macabre, de Ligeti, y continuo en las siguientes temporadas también como colaboración regular, al igual que mi colaboración con el Teatro Real, que valoro muchísimo y es muy importante para mí. Hay ciertos anclajes que son importantes como estos que estoy comentando. También quiero seguir dirigiendo ópera en Berlín y en París. Se trata de combinar todo ellos con el resto de mis proyectos concertísticos y de grabaciones.
Foto: Javier Salas
¿Qué hará lo primero el 26 de julio, un día después de su debut en Bayreuth? ¿Irá corriendo a leer la crítica para ver qué opinan los demás de lo que hizo el día anterior?
(Risas) Primero, seguramente no… Yo sí que leo las críticas con el interés suficiente, con la distancia suficiente, sabiendo apreciar y sabiendo leer… Pero no será lo primero que haga porque voy a tener conmigo a mis padres y a mi hijo y lo primero que haga será pasar una mañana muy tranquila y tratar de asimilar lo vivido. Una noche como esa -en la que yo ya estuve como público el año pasado-, la apertura del Festival y que, por supuesto, ya conozco lo que es, lo que significa, y la cantidad de atención que concentra a nivel mundial. Pero estoy seguro de que teniendo mi familia cerca, como la he tenido siempre, todo es mucho más relativo, más cercano y más bonito. Los días siguientes, por supuesto que iré leyendo con mucho interés todo lo que se diga. Sin olvidar que mi propia sensación, con el equipo, con la orquesta, el coro, es lo que te queda como más íntimo después de la actuación.
Seguro que vivir en El Albaicín le permite gestionar mejor todo eso que comenta porque debe haber allí una energía especial, incluso para ser mejor músico, ¿verdad?
Seguramente, todo influye, tus raíces, tus sonidos… Yo nunca jamás me he alejado del Albaicín. Este verano es especial porque no estaré allí dado que estaré en Bayreuth. Al final es el contacto con tu raíz cultural que puede ser la cultura con mayúsculas, pero también el sonido, el aire, el jardín, los cipreses, el jazmín, el agua, el silencio, las campanas, los pájaros… En definitiva, ese lugar donde parece que se detiene el tiempo y donde voy a renovarme.
Hablando de renovarse y de perpetuarse… Las grabaciones, por las que Ud. también tiene un alto interés… A qué se debe.
Me considero un afortunado de poder grabar tanto. Sobre todo, siendo director de orquesta, que necesita congregar a un número mayor de artistas que un solista… Para mí grabar es guardar un gran proyecto al final de una gira, por ejemplo sinfónica, atesorarlo y que eso perdure en el tiempo. Lo bonito de la música es su inaprensibilidad. La agarras, pero a la vez se escapa, y perdura dentro de uno pero de una manera subjetiva, individual, al igual que en el escuchante. Y pensar que eso se puede guardar en una “cajita” y eso puede viajar a otras personas que no han podido estar en ese momento, viajar en el espacio y en el tiempo, y escuchar en cualquier dispositivo, me parece fascinante. También el concepto de legado y perdurabilidad en el tiempo -para mis hijos, para mis nietos- es bonito de pensar… Y luego también es que lo disfruto mucho porque es volver a vivir momentos de esa gira y también el transmitir en esas grabaciones el riesgo de no querer ser mecánicamente perfecto, el momento excitante que se vive con riesgo. Se necesita mucha energía para hacer esas grabaciones y luego afrontar escuchas y correcciones, pero merece mucho la pena y lo disfruto mucho.
Por último, nos gustaría conocer por sus palabras cuál cree que es su estilo de dirección, diferenciando el trabajo en los ensayos y lo que resulta luego en los conciertos
Es difícil autodefinirse. Como bien decía Ud, los ensayos son la clave de todo. En los ensayos no negocio que pueda o no haber energía. Tiene que haberla. Pero eso también se ensaya. Se ensaya la precisión, se ensaya el detalle, se ensaya conectar con la partitura. Qué queremos hacer en cada momento es muy importante si luego queremos que eso se reproduzca luego en el concierto. Hay que estar seguro de que hay un guion, un plan. Pero aunque haya un guion, para mí es muy importante ensayar con emoción. Si no, todo queda vacío (el crescendo, el acento, etc.). Eso por una parte, pero luego el concierto es otro momento sublime, un grado más, y creo que es importante manifestar a la orquesta de que estamos en otro nivel y que sabemos lo que va a pasar, porque tenemos un guion, pero a partir de ahí tenemos que saltar a un abismo en el cuál nos entendemos y confiamos todos en todos porque hemos trabajado esa confianza y entonces pasan muchas cosas. Para mí es una combinación entre lo que se sabe y lo que surja, estando todos conectados por ese “hilo rojo”, pero nunca debemos temer al “salto”.
Compartir