Por Óscar del Saz | @oskargs
Madrid. 16-III-2018. Teatro Auditorio de San Lorenzo de El Escorial. Concierto B/14. Orquesta Sinfónica de RTVE. Sinfonía 6.ª en La menor, Trágica, de Gustav Mahler. Pablo Heras-Casado, director.
Nos atrevemos a calificar de excelente oportunidad -que siempre el buen aficionado debe aprovechar- al hecho de ver programada en España una obra como la Sexta sinfonía de Gustav Mahler (1860-1911). Quizá una de las sinfonías que más preparación, estudio y ensayos necesita para su adecuada interpretación y que, ciertamente, algunas veces se echa de menos en las temporadas cuando se trata de elegir de entre todas las perlas del catálogo mahleriano. Quizá la singularidad de esta sinfonía radique en que plantea un universo moderno, postromántico, complejo e intrincado en lo instrumental, en algunos momentos agresivo y extremo; en otros, tierno y quejumbroso, frontera quizá de una nueva etapa en el devenir de la producción del genio bohemio-austriaco. Recordemos que la Sexta pertenece a la Trilogía de sinfonías puramente instrumentalesde Mahler (la Quinta, la Sexta y la Séptima), compuestas en Maiernigg entre 1901 y 1905, habiendo abandonado hasta la Octava (compuesta en 1906, en ocho semanas de actividad frenética) la voz humana como ingrediente esencial de sus sinfonías.
Dado que éste era el primer concierto de temporada de la Orquesta de RTVE después de haberse producido el fallecimiento del maestro Jesús López Cobos, antes de comenzar el concierto, el maestro Pablo Heras-Casado (1977) propuso dedicar el mismo en su memoria, así como un respetuoso minuto de silencio. Heras-Casado eligió la configuración en el orden Scherzo-Andante para los movimientos centrales, que creemos se ha generalizado –aunque todo es discutible- como la versión que respeta más los deseos del compositor y el sesgo general, o esencia pesimista de la obra, que llevó a los propios editores de la partitura a imprimirle el subtítulo de “Trágica”.
Si se ha interpretado algunas veces en la sucesión contraria –por aquello de que en las versiones en música siempre se intenta ofrecer algo distinto- es porque cambia el espíritu de la interpretación y da lugar, en suma, a una sinfonía distinta. A nuestro parecer, ese planteamiento adelanta en exceso el remanso a que da lugar el Andante, y rompe la atmósfera de necesaria continuidad entre el comienzo (Allegro energico, ma non troppo) y el Scherzo, que sugiere -en su inicio- los compases del primer movimiento, pero que en realidad luego se desarrolla hacia una atmósfera más pesante y con algunos pasajes en forma de danzas, de carácter más bien tétrico, y una rítmicapropia de características fluctuantes.
Sobre la disposición de la orquesta, el maestro emplazó los contrabajos tras los segundos violines, enfrentando las dos secciones de violines entre sí, con violas junto a violines segundos y violonchelos como puente sonoro entre ambos, de manera que se consiguió un balance mejor entre los diálogos de todos los componentes de la sección de cuerda.
En el primer movimiento, el carácter marcado por Heras-Casado a la Orquesta de RTVE es netamente impetuoso, incluso muy marcial. Su lectura no deja nunca de ser planificada, muy medida y compacta, sin dar la sensación en ningún momento de que el discurso se desajuste o se trastabille, mostrándolo como un todo indivisible, enérgico y transparente, y despuntando el final mediante un contraste en la sonoridad y una mayor ironía en el carácter. En suma, una dirección de nervio y fuerza, sin batuta, con una dedicación absoluta a cada sección de la orquesta.
El Scherzo, como comentábamos, se une homogéneamente al número anterior, pero el maestro le dota de unos tintes distintivos, tanto en el tempo como en el carácter, en pos de la búsqueda de un “lado oscuro” –en algunos casos, se ha sugerido que representa una escenificación de la cara menos amable de Alma Mahler-, de una versión macabra del número que antecede. De esta manera, Heras-Casado transita esa tenue atmósfera inicial hacia otra más densa, pero de una forma en la que “todo se ve y todo se nota”.
En el Andante moderato todo se torna paz y tranquilidad, poesía y emoción, destacando la sutilidad y la flexibilidad de la Orquesta de RTVE para seguir las indicaciones del maestro, sobre todo en la sección de cuerda, que se mostró muy empastada y nítida durante toda la sinfonía. Resaltamos también la solvencia de los solistas (trompa, primer violín, maderas...,) todos ellos muy notables. El morendo final se delinea por parte del maestro como una gradación dinámica, muy matizada, realmente hermosa.
Por último, el modernísimo –para su época- y rotundo Finale, nos envuelve en un engarce de melodías que se retuercen o modulan y que transitan hacia o provienen de sucesivos microclímax que Heras-Casado va dosificando en cada momento, en pos de una sonoridad que pocas veces hemos escuchado a la Orquesta de RTVE. De hecho, y en consonancia con ello, diremos que tampoco hemos visto a menudo el entusiasmo de los profesores de la orquesta como en esta ocasión, en perfecta empatía con el maestro. Subrayamos también el muy notable trabajo de los metales que movieron el sonido con agilidad, muy concentrados y vivos, tuba incluida. En relación a la percusión, muy activa y efectista durante toda la obra, toca el momento de fijar nuestra atención en el martillo como metáfora de los duros golpes que el destino siempre propina a nuestras vidas, así como saber o poder encajarlos. En este caso, dos, muy ponderados -y para nada estridentes- pero sí bastante expansivos y reverberantes.
En este final, planteado en oleadas por Pablo Heras-Casado, como algo que se aleja, pero que se rememora -como los ecos-, donde reina el sombrío metal, se desprende un mensaje quizá no tan fúnebre ni plúmbeo como en otras interpretaciones a las que hemos asistido. En todo caso, la interpretación alcanzó las deseables cotas de excelencia, dado que el final de la música no fue el final de la obra. De hecho, el final lo marcó la terminación con ese silencio “eterno” que duró todo el tiempo que el maestro tardó en bajar los brazos consiguiendo que nadie aplaudiera, diez eternos y sublimadores segundos. Después, el premio de los aplausos del público y el reconocimiento del maestro, sección por sección, a todos los profesores de la Orquesta de RTVE.
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