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Crítica: Pablo González con la Orquesta de Córdoba

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Autor: José Antonio Cantón
1 de diciembre de 2024

Crítica de José Antonio Cantón del concierto de la Orquesta de Córdoba bajo la dirección del español Pablo González

Pablo González con la Orquesta de Córdoba

Diáfana dirección de Pablo González

Por José Antonio Cantón
Córdoba, 28-XI-2024. Gran Teatro. Orquesta de Córdoba. Director: Pablo González. Obras de Ludwig van Beethoven y Johannes Brahms.

   Con el título «Caminos Trazados», la Orquesta de Córdoba (OC) ha presentado su cuarto concierto de la temporada de abono teniendo en el pódium como director invitado al maestro ovetense Pablo González, que ha dirigido un programa sinfónico integrado por las respectivas segundas sinfonías de Beethoven y Brahms, verdaderas obras maestras y, por tanto muy significativas de sus repertorios orquestales como creaciones de absoluta referencia. Conocedor al detalle del panorama orquesta español, Pablo González ha calado desde el primer momento en la realidad de la OC como instrumento que se encuentra en un proceso de reencuentro consigo mismo y transformación interna que ha de ser alentado y propiciado por las nuevas titularidades que rigen a esta orquesta en su dirección artística, Salvador Vázquez, y gerencia, Roberto Pálmer, ambos profesionales de reconocida experiencia musical, que les permite conocer con gran capacidad de análisis y consecuente diagnóstico los retos que tiene que superar en el futuro la formación cordobesa.

   Las dos obras escogidas sirvieron para que el director pusiera a prueba la flexibilidad del instrumento experimentando con apuntes novedosos de lectura y montaje que tuvieron en su conjunto un resultado esperanzador en las exigencias que determinaban sus planteamientos. Así hay que entender la recreación que el maestro comunicó de la obra de Beethoven, bastante bien ahormada en su conjunto desde la métrica y balance de sonoridades. Para el primer aspecto, el director contó con la colaboración certera y segura de la percusionista Cristina Llorens, que se erige siempre, con máximo respecto a la dirección de turno, en un metrónomo inserto dentro de la orquesta marcando constantemente su pulso, que el director quiso que fuera intenso y vital desde el primer compás. Con acentos mozartianos, Pablo González indicó el doble aire adagio y allegro del primer movimiento. No tan lento como suele hacerse, en el Larghetto generó una etérea sensación de ágil volatilidad que servía para afianzar una respuesta de la orquesta con gran sentido expresivo, produciéndose un salto cualitativo de cohesión de conjunto que supuso uno de los momentos más logrados de la sinfonía. Las exigencias rítmicas simultáneas a las dinámicas resintieron de alguna manera la capacidad de articulación de la orquesta en la viva danza que refleja el Allegro molto final.

   Pablo González dejó destellos de sus amplios conocimientos reafirmados durante su etapa en la prestigiosa Guildhall School of Music and Drama londinense y en el muy aprovechado tiempo en su especial relación como asistente del admirado maestro Sir Colin Davis, cada vez más sólidos en su carrera como la puesta en práctica de ese gesto extático de gran musicalidad con el que deja que en algunos momentos la música fluya por sí misma como queriendo que tome su propia inercia, para lo que puso de manifiesto el peso de sus brazos como factor que favorece naturalmente la cinética de una distinguida dirección musical, al dejar una sensación plástica más favorable para el oyente, que ve y escucha en una confluencia sensitiva de vista y oído que refuerza el atento disfrute que requiere el ejercicio tan importante arte de la interpretación.

   Esta cualidad la puso en práctica en su versión apasionada de la Segunda sinfonía, Op. 73 de Johannes Brahms, que ocupó la segunda parte de la velada. La orquesta, que se esforzaba en la lectura, no llegó a profundizar todo lo deseable en el mensaje musical que de manera clara y diáfana transmitía el director, exponiendo una adecuada discriminación de las tensiones encontradas que contiene esta obra, en la que es fundamental construirla desde una previa introspección que posibilite naturalizar la complejidad de su desarrollo, proceso muy bien entendido por el maestro González, de modo especial en el Allegro con spirito que cierra la obra, donde alternó constantemente una cambiante energía cinética para expresar los contrastes que impulsan este movimiento hasta su estimulante fanfarria final en Re. 

   Una respuesta favorable del público determinó que el encuentro entre este director y la Orquesta de Córdoba había sido fructífero para ir experimentando nuevos senderos sobre el pensamiento musical de dos de los más importantes sinfonistas de la historia.

Foto: Rafael Alcaide

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