Por Aurelio M. Seco
Oviedo. 1/IV/16. Auditorio Príncipe Felipe. Temporada de abono de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias. Alena Baeva, violín. Dirección musical: Pablo González. Obras de Brahs, Humperdinck y Nielsen
Magnífico concierto el ofrecido anteayer por la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias de la mano de Pablo González, con la pena de que asistiera poco público. La orquesta tiene que cambiar la forma en que se relaciona con los asturianos. No es aceptable que haya asistido tanta o más gente a un concierto ofrecido la semana pasada por la Joven Orquesta de la Sinfónica de Galicia en el Palacio de la Ópera de La Coruña que a uno de abono de la OSPA.
Ya nos pareció oportuno el cambio realizado por el director en la disposición de los músicos. De hecho, consideramos que los cambios realizados por González, con los timbales al final y en el centro, los chelos y contrabajos a la derecha del público y los violines juntos es lo mejor y más lógico acústicamente en general y como modelo de colocación. Lo han dicho muchos grandes directores de orquesta mientras otros, también grandes, siguen moviendo a los músicos a su capricho, sin ton ni son. Una disposición, la de la OSPA, que Rossen Milanov, su titular, ha cambiado radicalmente desde su llegada, cometiendo en nuestra opinión un error. Se nota que hay un respeto de los músicos hacia González. Las orquestas no siempre admiten estas variaciones, pero donde hay lógica y talento….
Director y orquesta marcaron el nivel de la velada desde el propio comienzo, con una magnífica versión de la obertura de la ópera Hansel y Gretel, de Humperdink. Versión refinada, bien templada y dirigida con gran conocimiento de causa, que sin duda mereció muchos más aplausos. El público no entendió del todo el nivel. Sucede casi siempre. Todo el concierto dejó ver el gran talento de un director todavía joven al que se le ve un poso y peso sobre la tarima y una mayor madurez y riqueza gestual, saber hacer mezcla de sabiduría, pasión y amor por un perfeccionismo muy atractivo, una de sus principales señas de identidad. Las trompas estuvieron fantásticas al comienzo. En realidad toda la orquesta respondió ilusionada y con seriedad. El sonido fue atractivo y las versiones le hicieron a uno estar pendiente de los detalles, tal fue el nivel.
También desprendió talento el trabajo de Alena Baeva, violinista que ha madurado su versión del Concierto para violín de Brahms. Repleta de carácter la interpretación, aunque carente también de cierto refinamiento expresivo, sobre todo si hablamos de consistencia sonora y afinación. No fue grave la cosa. El tono general fue bueno, y aunque para nuestro gusto prefiriésemos una mayor lentitud y peso en el estilo orquestal, la interpretación fue notable. Echamos en falta que la artista diese continuidad en estilo y atmósfera a algún momento especialmente conseguido por la orquesta, como fue el comienzo del segundo tiempo (Con una sección de viento madera espléndida. Muy refinado el oboe principal y con mucha presencia las flautas durante todo el concierto), cálido y bello, que la artista dio continuidad de forma menos evocadora.
Sucede con frecuencia con los nuevos violinistas que optan por una gestualidad exagerada. No hablamos ya de Baeva sino en general. Se mueven excesivamente y eso es algo que no sólo molesta a la vista sino que evita centrar la energía en el sonido del instrumento. Este aspecto nos parece muy importante. En ocasiones también se opta por un sonido delicado, excesivamente matizado o demasiado afectado, cuando, para nuestro gusto, interesa más uno de línea clara y bien definida, con los matices y vibrato justos. El estilo de Baeva en Brahms estuvo bien enfocado, salvo por un exceso de energía y pasión irregularmente controlada. Quiero decir que aún con su gran talento como intérprete, hubierámos agradecido una mayor serenidad a la hora de templar la partitura, en cuando a intención y afinación. Pero no es justo centrarse tanto en lo que nos hubiera gustado que sucediese cuando la versión fue de tantos quilates, en una intérprete tan joven, además.
La versión de la Segunda sinfonía "Los cuatro temperamentos" de Nielsen nos pareció brillante, con el director y la orquesta perfectamente conectados con la intencionalidad de la obra. González dirigió de memoria y a un gran nivel expresivo, que dejó momentos de sonoridad realmente impactante, como el final del primer movimiento. Nos pareció una pena que Pablo González no renovase con la Sinfónica de Barcelona. Hace unos años me comentaba Ros Marbà que González había conseguido mejorar el sonido de la orquesta catalana. “Que le dejen trabajar”, me decía. Pero no ha sido así. Ellos se lo pierden, porque estamos ante un artista destinado a dirigir a los principales conjuntos sinfónicos a nivel internacional. Menos sería injusto.
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