Por Nuria Blanco Álvarez | @miladomusical
Oviedo. 17-III-2018. Teatro Campoamor. Semana del Audiovisual Contemporáneo de Oviedo. Vértigo, Alfred Hitchcock. B.S.O. de Bernard Herrmann en vivo por la Oviedo Filarmonía. Anthony Gabriele, director.
Este año se celebra el 60 aniversario del estreno de la mítica película “Vértigo” basada en la novela “Sudores fríos: de entre los muertos” de Pierre Boileau y Thomas Narcejac y cuyo estreno mundial tuvo lugar precisamente en España, en el VI Festival Internacional de Cine de San Sebastián en 1958, donde obtuvo ex aequo la Concha de plata y también ex aequo el galardón a mejor actor masculino, para James Stewart. Tal fue el agrado de Hitchcock en su visita a nuestro país que no dudó al año siguiente en estrenar en el mismo Festival su nueva película “Con la muerte en los talones”, rodada justo tras el estreno de “Vértigo” y que, como ella, obtuvo también ex aequo la Concha de plata. Curioso que ninguna de las dos geniales piezas se alzara con el máximo galardón del Festival vasco.
Desde el Teatro Campoamor se ha querido rendir homenaje a esta obra maestra del séptimo arte con la proyección de la versión restaurada de la misma, realizada en 1995 para la Berlinale. A pesar de no haberse anunciado así, se proyectó la versión sin doblar, sin duda un interesante aliciente, unido al hecho de contar con una banda sonora en directo gracias a la Oviedo Filarmonía que, bajo la dirección de Anthony Gabriele, actuó desde el foso. La sección de percusión, sin embargo, se situó en el propio escenario, a ambos lados de la pantalla, contribuyendo así a crear un efecto parecido al sonido surround de las salas de cine, un sonido realmente envolvente que recorrió el espacio del coliseo y que llegó a integrarse sobresalientemente en la propia película. Si no es por la referencia visual de los percusionistas en escena, bien podía pensarse que la banda sonora era la grabada en el mismo film. La Oviedo Filarmonía brilló en esta fascinante partitura de Bernard Herrmann, el tantas veces colaborador en obras de Hitchcock, como “Psicosis” o “Los pájaros” donde a pesar de no haber ni una sola nota musical, el cineasta no quiso dejar de contar con su músico de cabecera para el asesoramiento sonoro sobre los graznidos de las aves.
La conocida película cuenta con varios temas recurrentes del cineasta. La esbelta rubia platino de pelo recogido, esta vez encarnada en la figura de Kim Novak, con un moño acabado en una evidente espiral que sirve como imagen recurrente en la película, empezando ya en los magníficos créditos iniciales elaborados por Saul Bass donde el círculo del iris del ojo de la chica desemboca en una espiral que evoca la sensación de vértigo que padece el protagonista masculino, James Stewart, al sufrir de acrofobia y también es premonitorio respecto al proceso de transformación que sufrirán ambos personajes a lo largo de la película, él psicológicamente y ella a nivel físico. La música de Herrmann en esta secuencia contribuye a destacar esa sensación circular y obsesiva que invade especialmente la segunda parte de la película; los contrastes dinámicos no hacen más que enfatizar el suspense de la acción que ha de venir y la Oviedo Filarmonía ofreció una versión muy conseguida de este momento.
La película narra la historia de Madeleine, una sofisticada joven que tiene lapsus de memoria en los momentos en los que parece ser la reencarnación de su antepasada Carlota Valdez. El detective Scottie es contratado por el marido para que la siga y proteja en esos momentos de enajenación en los que incluso intenta suicidarse. Nace el amor entre ellos pero en un segundo intento de quitarse la vida, ella se precipita desde un campanario sin que él pudiese hacer nada al respecto debido a su vértigo. Tras una profunda depresión, se encuentra con Judy, una mujer un tanto vulgar pero que le recuerda profundamente a su amor. Comienza entonces un proceso de obsesiva transformación para conseguir hacerla una copia casi exacta de Madeleine. Finalmente se descubre que ambas eran la misma mujer contratada por el marido de la verdadera Madeleine para llevar a cabo un rocambolesco plan para deshacerse de ella sin destapar sospechas.
Estuvo muy bien resuelto el tema de Madeleine, mucho más lírico asociado al amor que se empieza a fraguar mientras Scottie la sigue por las calles de San Francisco y que desemboca en un apasionado momento orquestal con el primer beso entre los protagonistas con una imagen casi de 360º que de nuevo de forma circular, recorre el momento rodeando a los protagonistas. Se presenta a la mujer como un puro objeto de deseo, casi sin voluntad propia, a merced de los hombres, primero por dinero, cuando la contratan para hacerse pasar por otra, y después por un amor obsesivamente recíproco, dejándose transformar a imagen y semejanza de una difunta a la que se pretende rescatar de entre los muertos.
Otro de los temas de la obra es la habanera que representa a Carlota Valdez, la mujer presuntamente reencarnada en la propia Madeleine, confiriéndole así un carácter hispano y que se repite de manera recurrente cada vez que sale a colación el personaje. De nuevo la Oviedo Filarmonía supo dotar a cada momento de la sensación oportuna ya se desarrollara la escena en un museo o en un cementerio.
Sin embargo, los momentos más realistas, las escenas entre Scottie y su antigua novia, donde Herrmann recurre a la música de Mozart en un disco, no fue interpretada en vivo por la orquesta, sino que se dejó el sonido original de la película.
Como en todas las películas del director británico, puede uno jugar a encontrar al propio Hitchcock en escena que, como es bien sabido, siempre aparece fugazmente en sus obras a modo de sutil cameo. En esta ocasión lo hace en el minuto 10 cruzando la calle con un traje gris, el mismo color que el ceñido traje con el que fallece Madeleine y que Scottie se esfuerza en encontrar para completar la transformación de su nueva pareja.
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