Por Inés Tartiere | @InesLFTartiere
Zúrich. 12-III-2017. Opernhouse Zurich. Otello, Verdi. Zoran Todorovich (Otello), Maria Agresta (Desdémona), Zeljko Lucic (Iago), Benjamin Bernheim (Cassio), Yulia Mennibaeva (Emilia), Ian Milne (Rodrigo), Dimitri Pkhaladze (Lodovico), Roberto Lorenzi (Montano), Stanislav Vorobyob (Ein Herold). Dirección musical: Marco Armilliato. Dirección de escena: Paul Brown. Productor: Graham Vick.
Después del éxito de Aída, Giuseppe Verdi consideró que ésta sería su última ópera. El genio de Busseto sí pudo saborear el éxito en su vida. Por aquel entonces ya era el compositor más famoso y querido en Italia. Otros colegas murieron sin saber que sus óperas serían inmortales, como es el caso de Bizet, que murió injustamente viendo cómo su obra maestra Carmen era un fracaso.
Ricordi sabía que para que volviera a componer necesitaba una historia apasionante, y sabía el interés de Verdi por las obras de Shakespeare. Su propuesta no se hizo esperar: Otello fue la elegida, y Verdi aceptó. La Scala de Milán era el teatro idóneo para que sonaran los acordes de Otello por primera vez. Fue un éxito apabullante. Verdi volvía a reinventarse de nuevo. Los dieciséis años de retiro sirvieron para mostrar al mundo una madurez incuestionable en su penúltima obra, que culminaría seis años más tarde con Falstaff.
Graham Vick estrenó su moderna producción en Zurich en el año 2011 con José Cura encarnando a Otello, y la repitió en el 2013 con Peter Seiffert como protagonista. Está ambientada en la Turquía actual, con un escenario oscuro rodeado de palmeras, con la mezquita como única protagonista. Las mujeres visten el velo y los hombres de blanco, como la tez de Otello que puede llegar a crear confusiones. En el primer acto un tanque de la segunda guerra mundial irrumpe en el escenario estropeando el tierno momento en el que Desdémona y Otello se confiesan su amor, siendo reemplazado por un coche quemado en el segundo acto, aludiendo claramente a la guerra terrorista moderna. El escenario del tercer acto emula a una embajada, donde Otello graba en vídeo a Desdémona mientras ésta intenta sin éxito demostrar su inocencia. Es una producción muy interesante, dejando claro lo contemporánea que puede ser esta obra. La caracterización de los personajes (exceptuando el ya comentado Otello blanco) es magnífica, tiene momentos muy eficaces y no crea problemas para seguir la historia, aunque el continuo recurso de imágenes perturbadoras y de propaganda política se nos antoja innecesario.
Aleksandr Antonenko, era el encargado de volver a interpretar al moro de Venecia este año en la pequeña sala de Zúrich, pero como ya hiciera en Valencia y Barcelona, ha cancelado, en este caso por proceso gripal. Creo que la voz del letón hubiese sido la guinda perfecta a un Otello de muchos quilates, y que seguramente hubiese elevado sustancialmente el resultado final.
De un tiempo a esta parte se pueden contar con los dedos de una mano los cantantes que pueden cantar Otello. Probablemente el papel más exigente de Verdi y el que más problemas plantea al tenor protagonista. Zoran Todorovich tuvo el difícil reto de sustituir a uno de los mejores Otellos de la última década, y quizás le pudo demasiado la responsabilidad. Su voz es más de lírico pleno que de tenor dramático, y el personaje le pesó demasiado. En "Esultate" mostró un sonido frío con un acusado vibrato y problemas en el agudo. En el dúo de amor con Desdémona no acabo de sentirse cómodo con unos filados finales prácticamente inexistentes, llegando sus mejores momentos en el segundo acto en los dúos con el malvado Yago, principalmente en el "si, pel ciel" donde ambos brillaron a gran altura. En el tercer y cuarto acto se le notó fatigado, forzando y ampliando artificialmente la voz, quedando patente que no es la suya la más adecuada para este papel. Su interpretación escénicamente fue mucho más creíble y consiguió llenar de dramatismo a su complejo personaje.
María Agresta es hoy por hoy una Desdémona exquisita. Ya en su debut del personaje en Les Arts en el año 2013 dejó muestras de su buen hacer, y desde entonces su voz ha cogido cuerpo para poder afrontar las partes mas centrales del personaje con mayor solvencia, aunque sigue teniendo en los graves una gran tarea pendiente. Es una soprano inteligente que lleva a su terreno un rol que le está dando muchas satisfacciones. Su voz es mucho más adecuada para este papel que para Norma, como quedó patente en Madrid esta temporada. Fue capaz de mantener el alto nivel toda la noche, llegando sus mejores momentos en las partes más líricas del personaje. Su cuarto acto fue sobrecogedor, deleitándonos tanto en la canción del sauce como en el Ave María con un canto italiano exquisito, unos filados siempre bien proyectados y una emisión limpia con un fraseo de factura. La suya es una Desdémona que "ingiustamente… uccisa ingiustamente" sobre una mancha negra gigante en el suelo, enfundada en su precioso vestido de novia y asfixiada con su velo.
Zeljko Lucic es un Iago tan solvente como malvado. Poseedor de una voz de barítono muy adecuada para los papeles verdianos, su sonoridad en el registro central impresiona, con un canto elegante de líneas impecables. En "inaffia l’ugola" el serbio dejó muestras de su buen legato y estuvo fantásticamente secundado por el Cassio de Benjamin Bernheim. "Credo in un Dio crudel" fue sin duda su mejor momento de la noche, sencillamente espectacular. Se le achaca muchas veces el poco dramatismo del que dota a sus personajes, esta vez no ha sido así. Se nota que tiene el personaje interiorizado, firmando uno de los mejores Iagos que pueden verse hoy en día.
Sin duda la sorpresa de la noche fue el tenor francés Benjamin Bernheim, impecable en todas sus intervenciones, con una dicción y musicalidad simplemente perfectas. Su primer acto fue memorable, con gran presencia escénica y mucha expresividad. Si con un rol como el de Cassio fue capaz de deslumbrar y de convertirse en el mejor cantante de la noche, que no hará con un rol protagonista. Muy prometedor cantante al que habrá que seguir muy de cerca, ateniéndonos a los grandes resultados obtenidos.
Yulia Mennebaeva como Emilia sufrió en el cuarteto, pero en el último acto ganó confianza. Rodrigo fue interpretado por Iain Milne que posee una voz bonita pero no muy amplia cumplió, así como el Lodovico de Dimitri Pkhaladze y el Montano de Roberto Lorenzi. El coro estuvo francamente bien en todas sus intervenciones, principalmente en el primer acto con ‘Fuoco di gioia’, siempre muy bien empastados. Mención aparte merece el fantástico coro de niñas del segundo acto con las alabanzas y ofrendas a Desdémona.
Marco Armilliato, conocido como el director favorito de los cantantes, quizás pecó en el exceso de volumen en momentos puntuales como el cuarteto del tercer acto, pero nos deleitó con una dirección siempre eficaz en los tempi, atento a las necesidades de los cantantes, siendo pulcro en el acompañamiento y consiguiendo que la Filarmónica de Zúrich firmara una noche excepcional con un sonido vibrante y nítido.
Escuchar una función redonda de Otello hoy en día es prácticamente un milagro. Verdi no estaba convencido en su estreno con el tenor protagonista Francesco Tamagno y aún así fue todo un éxito. Algo semejante podemos decir respecto a lo que ha pasado en Zúrich. Parece que si dos tercios funcionan ya es mucho más de lo que estamos acostumbrados.
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