Por Alejandro Martínez
28/02/2014. Gante. Vlaamse Opera. Rossini: Otello. Gregory Kunde, Carmen Romeu, Maxim Mironov, Robert McPherson, Josef Wagner, Raffaella Lupinacci. Alberto Zedda, dir. musical. Moshe Leiser & Patrice Caurier, dir. de escena.
La Vlaamse Ópera es una interesante institución con doble sede, en Amberes y Gante, que presenta una temporada breve en títulos aunque dotada de una singular personalidad y atractivo. Así lo confirma la inclusión en su temporada 13/14 de este Otello rossiniano que nos ocupa, ni más ni menos que con Zedda en el foso y con Kunde como protagonista. Palabras mayores. Las expectativas eran altas y quedaron sobradamente colmadas por ambos y por la española Carmen Romeu como Desdémona.
Vayan por delante los mejores elogios para el maestro Alberto Zedda, que hizo gala de la maestría absoluta que cabía esperar de él en este repertorio, sacando auténtico oro de una orquesta por lo demás modesta, digna, pero que parecía redoblar sus capacidades espoleada por tal batuta. Derrochando energía, firmó un bárbaro concertante al final del primer acto, lo mismo que un vibrante dúo entre Otello y Iago, para rematar con un conmovedor acompañamiento a Desdémona en su canción del sauce. Sencillamente, no se puede dirigir mejor esta partitura. Zedda, dicho sea de paso, piensa retirarse muy pronto, así que pocas serán ya las ocasiones para verle en el foso. Una de ellas, en mayo en el Teatro de la Zarzuela, con un Stabat Mater de Rossini con Albelo, Romeu, Amoretti y Mouriz.
Un viejo rossiniano como Gregory Kunde volvía por su senda natural para dar vida al moro de raíz shakesperiana. Lo más sorprendente de Kunde no es que haya debutado este año con el protagonista de Grimes y con el Vasco da Gama de L´Africaine, al tiempo que triunfaba con el Otello verdiano; tampoco que en su horizonte esté debutar con Forza y Trovatore; lo más sorprendente es que mantenga entre tanto prácticamente intactas sus capacidades originales para enfrentarse a Rossini. Y es que es un hecho histórico: Kunde es el único tenor de la historia que ha sido capaz de cantar estas dos partes en la misma temporada.
La verdad es que su Otello fue excitante, vibrante y estilísticamente intachable. Rossini bulle en su sangre y además de cantarlo con dotes insultantes consigue aportarle una faceta dramática nada monolítica. Es cierto que su voz ha perdido ligereza y facilidad para las notas más cortas y algunos pasajes de coloratura más endiablada, pero sigue siendo una voz de las que trasladan una emoción inmediata, casi física. Todavía más en un teatro de pequeñas dimensiones como el de Gante, con apenas quince filas de patio de butacas. La función subía enteros siempre que su Otello estaba en escena. Dejó instantes espectaculares en el vertiginoso dúo con Iago del segundo acto y bordó su última escena con Desdémona en el tercer acto.