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CRÍTICA: 'OTELLO' DE VERDI EN LA DEUTSCHE OPER DE BERLÍN. Por Alejandro Martínez

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Autor: Alejandro Martínez
4 de marzo de 2013
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OTELLO NO CONVENCIÓ, DESDÉMONA MARAVILLÓ

Otello, Verdi. Deutsche Oper Berlín. 27/03/13

       El pasado año Peter Seiffert debutaba como Otello en Viena. Volvió a intepretar el rol en Munich y ahora lo ha hecho en Berlín, en la Deutsche Oper. Su adecuación o no al rol despertaba mucha curiosidad. Seiffert es un cantante veterano, un intérprete consumado, pero especializado ciertamente en el repertorio alemán y ajeno, generalmente, a los roles italianos.
     Por si eso fuera poco, Otello no es precisamente un rol cualquiera del repertorio italiano, sino quizá el papel más complejo de Verdi, junto con el Arrigo de Vísperas Sicilianas. Vivimos días curiosos, por decirlo de algún modo, en los que en ausencia de un tenor dramático de referencia, son voces tan dispares como la de Kunde, Botha, Antonenko, Lance Ryan o el propio Seiffert. También voces como Cura o Galouzine lo siguen cantando, e intérpretes como Alagna lo tienen apuntado en su horizonte para los próximos años. De todos los citados, seguramente sea Antonenko el que más se acerca a cubrir las demandas de esta exigente partitura. No podemos decir lo mismo de nuestro admirado Seiffert, a tenor de lo escuchado en Berlín. No domina el rol y son muchas las flaquezas de su interpretación. Además, creemos que no tuvo un gran día, lo que lastró en buena medida su labor. Para empezar, la voz de Seiffert muestra una progresiva tendencia a abrir el sonido en el agudo, donde abundan sonidos áridos y calantes.
      No posee tampoco la suntuosidad en el centro y en el grave que son precisos para recrear el fraseo de Otello. La voz tampoco ofrece, en general, la articulación dramática que cabe esperar en un intérprete de este papel. Por si eso fuera poco, Seiffert se mostró errático con el texto, pendiente a menudo del apuntador, confundiendo el texto en no pocas ocasiones. Eso le obligó a cantar sin soltura y seguridad suficientes como para ofrecer una recreación más implicada y teatral del texto, con un fraseo poco incisivo. Se echó de menos, además, una familiaridad más depurada con el italiano, no tan con la pura dicción, como sí con la prosodia, con el fraseo y el acento. Francamente, nos sorprendió encontrar a Seiffert en tal situación vocal, porque le hemos escuchado en gran forma en varios papeles durante estos dos últimos años: como Lohengrin en Munich, como Tannhäuser en Viena y hace tan sólo unos meses como Siegmund, en Berlín. De ahí que, además de la inadecuación general de su instrumento para el rol, creamos que no tuvo un gran día, quizá debido a alguna afección que no se nos anunció. En todo caso, en términos interpretativos, su Otello es más bien de un solo trazo, optando por la fácil encarnación de un amante desquiciado, sin más aristas. Lo mejor de su trabajo lo encontramos en los momentos de mayor lirismo con Desdémona, lo mismo que en un detallado "Dio mi potevi". Lo mismo en toda la escena que va desde el "Desdemona rea!" al "Si pel ciel", que resultó un tanto más desbocado y tenso, en general, pasando por un más que notable "Ora e per sempre". La valoración general, así las cosas, es que el rol de Otello está en el límite de sus posibilidades, no tanto por la pura disposición vocal, porque podría recrearlo al modo de un Vickers o un Windgassen, sino por la falta de familiaridad con el lenguaje de este repertorio. Si a ello sumamos que no tuvo un gran día, en términos de forma vocal, lamentamos decir que no nos convenció como Otello, a diferencia de lo que nos esperábamos.

 

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      Todo lo contrario sucedió con la paradigmática Desdémona que nos ofreció Adrianne Pieczonka, con un instrumento de lírica plena que casa a la perfección con las demandas de esta inspiradísima partitura. Pieczonka se mostró espléndida en el juego de dinámicas y en la transición hacia la media voz, buscando un sonido etéreo y un acento poético. Acertó en todo momento recreando a una Desdémona tan vulnerable como temperamental. Detuvo el tiempo con su maravillosa escena del cuarto acto. Haciendo gala de un constante canto sul fiato, reguladísimo, consiguió estremecer al público con su preghiera, con un canto logradísimo en piano. Lo mismo cabe decir de sus "Sterrefatta fisso" y "A terra! Sì, nel livido fango", cantados con toda el alma, haciéndonos sentir verdadera compasión por Desdémona. No se mostró menos diestra, en todo caso, en los momentos de más temperamento y énfasis, como el gran concertante del tercer acto. Quizá, por ponerle un leve inconveniente, se echó de menos un grave más sólido y guarnecido en algunas páginas. Peccata minuta, en todo caso. Es una suerte contar en estos días con dos Desdémonas tan espléndidas, dentro de una misma concepción del rol, como las de Pieczonka y Harteros.
      Lucio Gallo era Iago y no ofreció otra cosa que un instrumento leñoso, llevado por una emisión mugiente, que nos recordaba a Protti y a Carrolli, sólo que por debajo incluso de éstos, dentro de ese estilo tosco y grueso. Se antojó teatral, sí, pero a base de unos trazos primarios y rudos, por lo general, y haciendo pie en una actitud vocal más bien envarada, buscando el puro sonido antes que el matiz y el texto. Apreciable se antojó la labor de Yosep Kang como Cassio y de Dana Beth Miller como Emilia.
      La Orquesta de la Deutsche Oper ofreció una estupenda prestación a manos de Runnicles, que se mostró espléndido en el acompañamiento de las escenas más líricas, en las dinámicas más lentas. Todo el cuarto acto fue modélico. Runnicles nos dejó un buen sabor de boca: un concertador esmerado y una batuta atenta a destacar el acento teatral de la música en cada escena. El coro se limitó a cumplir, no siempre bien empastado y poco consistente en líneas generales.
      La noche fue un tanto accidentada en términos escénicos, ya que no pudimos disfrutar de parte de la escenografía de Harald Thor que sostiene la propuesta de Andreas Kriegenburg. Conforme llegaban los primeros acordes del dúo de amor entre Otello y Desdémona, el telón se fue cerrando hasta que la música cesó y salió un responsable del teatro a comunicarnos que la maquinaria se había atascado y ira imposible descolgar el dormitorio de Desdémona (sic.) De modo que no cabe una valoración demasiado completa de la propuesta de Kriegenburg, que no obstante, por lo visto, se antojaba bastante decepcionante, tanto por su torpe dirección de actores como por lo ineficaz de su traslación temporal y espacial. Sorprende que Kriegenburg firme una propuesta tan tosca, porque recordamos un maravilloso Wozzeck a su cargo, visto el pasado verano en Munich.
      Resumiendo, pues, una función con altibajos, comenzando por la decepción de Seiffert en el rol titular y terminando por el incidente escénico. Por el camino, las buenas impresiones del foso y la maravillosa recreación de Desdémona a cargo de Pieczonka. No por casualidad se dice aquello de que detrás de todo gran hombre hay una gran mujer.
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