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CRÍTICA: MILANOV DIRIGE A LA OSPA EN SU PRIMER CONCIERTO DE LA TEMPORADA 2012-13

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Autor: Aurelio M. Seco
1 de octubre de 2012
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Foto cortesía de la OSPA

LA OSPA COGE EL PUNTILLO DE LA TEMPORADA

Viernes, 28/09/12. Primer concierto de abono de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias. Rossen Milanov, director. Jean-Effam Bavouzet, piano. Obras de Rimsky-Korsakov, Prokofiev y Debussy.

      El primer concierto de abono de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias permitió valorar el actual estado de la institución. Era la presentación de Rossen Milanov como titular del conjunto y una ocasión perfecta para mejorar la discreta actuación del pasado "Werther" del Campoamor ante un público que, si no llenó el Auditorio de Oviedo, sí ocupó numerosos asientos. Ya se sabe que la primera impresión es fundamental para todo y, aunque la temporada pasada, Milanov ya había dirigido a la orquesta tras concedérsele su titularidad, el concierto del viernes se presentó como la primera piedra de una nueva época que, para empezar, se quiso regar con vino. Vino de la OSPA de la marca OSCA. Eso fue lo que se ofreció a los asistentes tras la primera parte de la velada. El curioso parecido entre el nombre de la bodega que patrocinó el concierto y la principal orquesta asturiana sirvió para sonreír un poco copa en mano, pero también para ser conscientes de que, los difíciles tiempos que nos están tocando vivir, están obligando a encontrar nuevas formas de financiación. Esperemos que la tan esperada Ley de Mecenazgo ayude.

      Milanov leyó su discurso en español, dentro de un tono muy agradable y políticamente correcto, como no puede ser de otra forma. Transmitió su agradecimiento a la consejera de Cultura, que estaba presente en la sala, dedicó algunas palabras amables a Ana Mateo, gerente del conjunto, y a la propia OSPA, de la que reconoció haberse "enamorado" en su momento. Ahora ya sabemos que el enamoramiento fue mútuo. También mencionó su intención de poner a la orquesta al servicio de la "comunidad", una idea que, desde que llegó a la sinfónica asturiana, siempre ha estado presente en su discurso y que, además, es muy del gusto de la moral estadounidense, que conoce de cerca.

      La velada dio comienzo con el conocido "Capricho español" de Rimsky-Korsakov, una obra que sirvió para revelar las virtudes del director y la orquesta, pero también las carencias de alguno de sus mimbres. Milanov llevó al conjunto con un nivel de exigencia rítmica estimulante y fresco que sentó muy bien a la composición, hasta que alguna participación puntual destempló su energía, estilo y atmósfera. Es una pena que estas cosas sucedan porque, como espectador, es muy incómodo percibir cómo el fluir musical se desestabiliza, haciéndonos conscientes del debate artístico que se produce en el seno del conjunto, así como de la voluntad del director y los músicos por recomponer la unidad de espíritu de la obra. Ya hemos dicho en alguna ocasión que Milanov es un director que posee notables virtudes. Su nivel de exigencia rítmico y sonoro es alto. Sin embargo, en sus versiones echamos en falta una mayor claridad a la hora de expresar la esencia de la partitura. La obra del compositor ruso estuvo pintada con verdadero gusto, pero el músculo sonoro resultó algo rígido y encorsetado. En sus versiones nunca falta energía, contundencia expresiva y una notable factura sonora. Todo esto está muy bien, pero sin olvidar delimitar con claridad y serenidad las cualidades musicales de la obra, mostrando su jerarquía con más elegancia y menos interés por epatar. Estos aspectos ya los echamos en falta cuando oímos su impetuosa versión de la "Novena Sinfonía" de Dvorak, que resultó algo inestable y desordenada en sus ideas, aunque estuviera llevada por una reconfortante energía y brillante convicción rítmica.

      La velada tuvo el aliciente de contar con un notable pianista, el francés Jean-Efflam Bavouzet, un artista de gran talento, de estilo bastante peculiar y personal. Desde los primeros compases del "Concierto para piano y orquesta nº 1" de Prokofiev, fue evidente que podría haberse mejorado la adhesión entre orquesta y pianista pero, en cualquier caso, la interpretación fue de altura. Bavouzet respondió con un admirable nivel técnico, jovial, alegre y pintoresco. La "Fantasía para piano y orquesta" de Debussy, sin embargo, programada para conmemorar el 150 aniversario de su nacimiento, dejó una cierta sensación de insustancialidad, en parte por la obra, en parte porque quizás faltó un mayor refinamiento en la versión. La orquesta respondió con profesionalidad, en ocasiones con un volumen excesivo. Debussy es un compositor muy difícil de dirigir y tocar. Es necesario estar muy familiarizado con su toque pianístico y, en lo que se refiere a la orquesta, a sus sonoridades. Desde este punto de vista, la interpretación de "Imágenes: Iberia" estuvo pintada con talento por Milanov, que dejó ver detalles coloristas de buen gusto en el carácter de ciertos fragmentos melódicos. La versión, sin dejar respirar del todo la sutil expresividad de la atmósfera impresionista, se disfrutó, más por su buena factura que por la profundidad de inspiración.

 

 

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