Por Aurelio M. Seco
Oviedo. 19/12/14. Auditorio Príncipe Felipe. Fundación Princesa de Asturias. Concierto extraordinario “Europa canta a la Navidad”. El Mesías, Haendel. Dirección musical: Eduardo López Banzo. María Espada, Kristina Hammarström, Valerio Contaldo, José Antonio López. Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias. Coro de la Fundación Princesa de Asturias.
Discreta no, discretísima la versión del Mesías de Haendel ofrecida el viernes por Eduardo López Banzo al frente de la Sinfónica de Asturias. No sabemos que ha podido suceder para que la dirección musical haya dejado tanto que desear, porque estamos ante un nombre prestigioso en el contexto musical español. Es posible que no se hayan dedicado los ensayos necesarios pero, en cualquier caso, no es admisible que hayan tenido cabida tantos errores y que la sonoridad de la orquesta haya sido tan poco atractiva. Desde luego, no es habitual que un concierto salga dando tal sensación de improvisación, pero todavía es peor que esto suceda en uno tan especial y tradicional como este de El Mesías de Haendel, con el Auditorio de Oviedo abarrotado de público dispuesto a comenzar la Navidad con la obra navideña por excelencia.
Por algún motivo, este concierto atrae a gente que normalmente no es asidua del auditorio, lo que produjo más ruído del habitual y situaciones como la que llevó a buena parte de los asistentes a aplaudir al final del Aleluya. A pesar de ello, esta velada supone una oportunidad para que la orquesta y el Coro de la Fundación extraigan lo mejor de sí mismas y así influir en el gusto de los asistentes, para educar su oído. Ya desde el mismo principio de la obra, desde la famosa y preciosa obertura francesa, la impresión fue mala. López Banzo comenzó a dirigir más bien lento, algo que no está mal pero que conviene sostener estéticamente. La segunda parte de la obertura, de carácter imitativo, fue verdaderamente desastrosa, con los músicos confundiéndose en sus entradas, en un fragmento en el que las imitaciones deben sonar, por lo menos, de manera eficaz para que el edificio no se descomponga.
Fue interesante observar al chelo principal intentar poner un poco de orden en el desaguisado del director. Durante toda la velada, López Banzo dio señales de no dominar del todo la situación, lo que confundió a veces a la orquesta y otras al coro. El último Aleluya, que sirve para concluir el famoso fragmento, parecía ser motivo de desorientación para los cantores, que no daban la sensación tener claro si prolongar un poco más el final, si pararse... En fin, no sabemos qué ha pasado con este concierto, pero si se va a seguir repitiendo todos los años, y así debería ser porque es una bella tradición muy asentada en la ciudad, debería programarse con más cuidado.
La atmósfera que se respiraba no fue del todo positiva y la actitud de algunos de los cantantes solistas, tampoco lo pareció. A veces, la manera de estar en escena lo dice todo de un artista. Entre los cantantes predominó el desconcierto ante la rara colocación por la que se optó. No había necesidad de obligarles a caminar unos metros, ida y vuelta, antes de poder cantar. Al final, incluso tuvieron dudas sobre cuándo debían levantarse. Qué mala sensación. Todo parecía estar ensayándose. La mirada de María Espada a su compañera para empezar a cantar el villancico de propina - de lo más bonito de la noche-, la propia actitud de Espada, que parecía poco volcada con la función… Al final de la misma, cuando los solistas acompañaron al coro, fue la única a la que no se oyó cantar -aunque sí parecía mover la boca-. No está pasando María Espada por uno de sus mejores momentos artísticos, porque sus cualidades líricas, a priori atractivas, parecen haberse estancado en una forma de cantar muy concreta, sin vibrato y con una técnica de respaldo insuficiente.
Nos gustó la voz y carácter interpretativo de Valerio Contaldo. Su manera de adornar varios detalles de la partitura estuvo llena de elegancia y consistencia. No fue tan agradeble verle bostezar mientras esperaba una de sus intervenciones. También cantó bien el bajo José Antonio López, al que siempre encontramos entregado a la expresividad del texto. Es algo reconfortante en un artista, cuando da tanto en el escenario, incluso cuando la calidad de la función no es la esperada. Algo más discreta, pero sinceramente musical la participación de la mezzo Kristina Hammarström. El Coro de la Fundación Princesa de Asturias fue de lo más atractivo de la noche, sin haber conseguido una gran versión. Pero hay que decir que, con todas las cosas que se podrían pulir de su interpretación, que son muchas, estamos ante un coro de gran potencial, que no siempre aprovecha todas sus cualidades, por número de componentes y calidad. Hay muy buenas voces en este conjunto, pero también hay que saber sacarles mejor partido.
Foto: Facebook de la OSPA
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