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Crítica: La OSG Camerata cierra el Festival Resis de La Coruña

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Autor: Pablo Sánchez Quinteiro
22 de junio de 2022

La OSG Camerata clausura el Resis Festival de La Coruña bajo la dirección musical de Vladimir Rosinskij

Festival Resis de La Coruña

Estimulante cierre

Por Pablo Sánchez Quinteiro | @psanquin
La Coruña, 8-VI-2022. Teatro Colón. Resis Festival. OSG Camerata. Director: Vladimir Rosinskij. Obras de  Scelsi, Xenakis, Rihm y Rosinskij.

   La presente edición del Festival de Música Contemporánea Resis de La Coruña llegó a su punto final con una estimulante velada en la cual se cumplió más que satisfactoriamente uno de los principales objetivos perseguidos por sus organizadores: Contextualizar las creaciones actuales con las obras clásicas del repertorio vanguardístico del siglo XX, y al mismo tiempo, hacer justicia a un vasto corpus musical, que por desgracia apenas es abordado en las programaciones musicales de nuestro país. 

   Fue la OSG Camerata, conjunto de cuerdas constituido por miembros de la Sinfónica de Galicia, dirigido por Vladimir Rosinskij, el ensemble designado para dar vida a las obras de tres nombres fundamentales de dicho corpus: Scelsi, Xenakis y Rihm. Junto a ellos, se llevó a cabo un estreno mundial del propio Rossinskij, viola de la OSG pero al mismo tiempo muy activo y prolífico compositor.

   Es llamativo y desde luego estimulante, que cada vez sea más habitual el contemplar como grupos orquestales nacidos directamente a partir de orquestas sinfónicas tradicionales, vayan más allá del repertorio dichas orquestas, mayoritariamente centrado en la música del XIX y primera mitad del siglo XX, adentrándose en el espectro de las músicas de vanguardia. Es algo que ejemplificaba a la perfección este concierto, pero que sin ir más lejos, tan bien se está dadno estas semanas en Galicia con la presencia estelar de la Joven Orquesta Nacional de España en las Xornadas de Música Contemporánea de Santiago de Compostela. No sólo es positivo que estas músicas salgan del círculo cerrado de los grupos especializados, sino que, en el caso de la OSG, constituye un excelente ejemplo de como el Festival Resis es capaz de implicar a las entidades musicales más importantes de La Coruña en un proyecto común.

   La velada se abrió con una breve pero clarividente charla a cargo de Rosa Fernández, Doctora en Musicología y al mismo tiempo, magnífica comunicadora; no sólo contextualizó a la perfección las cuatro obras presentadas, sino que sus reflexiones sobre la creación contemporánea constituyeron una magnífica introducción a un concierto en el que se concitaron cuatro estilos musicales diametralmente opuestos. Fernández destacó diversas singularidades que definen a la confrontación entre los compositores de hoy y el público: el carecer de un criterio formado de época, las músicas han de ser valoradas en el mismo horizonte estético en el que están compuestas y no menos importante, no contamos con el crisol, fundamental y decisivo, que la historia constituye. 

La OSG Camerata en el Festival Resis

   Natura renovator (1967) de Scelsi, uno de los mayores iconoclastas del siglo XX, abrió la noche de forma impactante. Aunque los músicos de la OSG Camerata tuvieron que lidiar, de forma constante a lo largo de toda la noche, con la sequísima acústica del Teatro Colón, este hecho fue especialmente limitante en la interpretación de la obra de Scelsi, construida sobre sonoridades extremadamente densas y rarificadas. Inevitablemente el sonido proyectado gravitó sobre las frecuencias más agudas, perdiéndose parcialmente las texturas más graves, sobre las que buena parte del impacto de esta música descansa. Esto fue más apreciable en la primera mitad de la pieza, estática y contemplativa al máximo. Sin embargo, en la segunda sección, de dinámica y textura más amplia y polifónica, el sonido denso y envolvente obtenido por la Camerata hizo justicia a una partitura sublime. Fue un momento especialmente mágico la aparición del acorde de la cuerda grave; punto de apoyo hacia un clímax que por supuesto no fue resuelto, dejando al espectador atrapado por la infinitud circular que define a la música de Scelsi. Era la segunda ocasión en pocos meses en las que disfrutaba su música; la anterior, con la Orquesta Sinfónica de Porto con sus Quatro Pezzi de 1959 y ambos casos no sólo fueron experiencias sensoriales paradigmáticas, sino que en ambas quedó patente, el acierto, pero también la necesidad de la programación de su música en estos tiempos de dudas e incertidumbres.

   El estreno mundial de Elegía y baile del propio Rosinskij, no era menos esperado. Es Rosinskij un compositor con un amplísimo bagaje, acumulado desde sus años de formación en distintas ciudades de Rusia, en Siberia y muy especialmente Viena. En Galicia hemos tenido la suerte de poder disfrutar de numerosos estrenos suyos entre los que destaca por encima de todos, su gran creación, el Concierto misterio, una auténtica locura musical cuya premiere tuvo lugar en 2017, bajo la dirección de Dima Slobodeniouk. 

   La Elegía se abre con una concisa explosión sonora, que da paso a un impredecible diálogo entre las cuerdas del piano, manejadas por Dasha Rossinsky, y el expresivo cello de Ruslana Prokopenko. Inesperadamente, la música adquiere un carácter frenético, una y otra vez abruptamente interrumpido; pasaje que se podría considerar un digno continuador de tantos ejemplos afines en la música soviética, y buena muestra del declarado eclecticismo del compositor. En sus momentos más explíctos, la partitura adquiere una vehemencia y angustia que está inspirada en los trágicos acontecimientos bélicos que nos rodean y que Rosinskij y su familia, dedicatoria de la partitura, viven en sus propias carnes. La sección central concede un especial protagonismo al paino, en concreto a una aforística melodía abordada con seguridad desde el fondo del escenario, por la joven Rosinskij, quien ya ha iniciado una estimulante carrera como solista. La resolución del movimiento es especialmente dramática. Un efímero pasaje, sereno y luminoso, da paso a una vívida escena en la que el registro más amenazador del cello se proyecta frente a un taquicárdico ostinato de la pianista. No sólo la música se apaga repentinamente, sino que ¡¡La propia solista escenifica su colapso sobre el instrumento!!

   La breve y vertiginosa danza Danza, construida sobre los exacerbados ritmos sincopados del violonchelo de una grandiosa Ruslana Prokopenko, entroncó una vez más a Rosinskij con sus ilustres predecesores. Unas ruminativas escalas del piano sobre los pizzicati del violonchelo conducen a una inesperada y desquiciante resolución. Música tensa e intensa; un lujo poder disfrutar en nuestra ciudad de un compositor de esta talla. 

   Era Aroura (1971) de Xenakis la obra más esperada de la noche, no sólo por lo emblemático de su autor, sino también por tratarse nuevamente de un estreno en España. Con ella nos adentrábamos en un mundo sonoro mucho más cerebral, al menos en lo epidérmico, que en las obras previas. Las expectativas no defraudaron lo más mínimo. Si tantas veces hemos celebrado el altísimo nivel que las cuerdas de la Sinfónica de Galicia han alcanzado a lo largo de esta década de trabajo conjunto con su titular Dima Slobodeniouk, no fue ninguna sorpresa constatar como ese sonido redondo, empastado, que tanto nos ha maravillado en la música de los grandes orquestadores del repertorio clásico, Tchaikovsky, Mahler, Ravel, Shostakovich, etc. era perfectamente extrapolable al repertorio de vanguardia. Detrás de la interpretación de la OSG Camerata y su director Rosinskij, era evidente el trabajo y el entusiasmo a raudales. Por un momento no puede uno dejar de soñar que la energía que los distintos ensembles que de la orquesta han surgido, tal como la propia Camerata o el Ensemble Instrumental Siglo XXI, o el propio Zoar, cristalizase en un único grupo estable con una programación de abono centrada en la música contemporánea, que permitiese disfrutar al público de interpretaciones como las de esta Aroura; sin duda el plato fuerte de la noche. Es de alabar la forma en que director y músicos interiorizaron la pieza, haciendo que esta fuese más allá de un mero catálogo de efectos sonoros, imprimiéndole un sentido, una coherencia y un impulso sinfónico equiparable al de las grandes obras del pasado.

   Concluyó la velada con otra vertiente bien diferente del panorama de las vanguardias; la música de Wolfgang Rihm. Su breve Nature morte, enlazó desde una perspectiva bien distinta, con el Natura renovatur de Scelsi. Ambas obras coinciden en su carácter envolvente, hipnótico, pero en Rihm la búsqueda de lo esencial se logra mediante un sincretismo que reune en su música todo tipo de tradiciones sin ningún tipo de filtro, pero siempre de forma cohesionada. Una vez más las cuerdas de la Sinfónica, aportaron virtuosismo, precisión rítmica y, sobre todo, una convicción absoluta. 

   En resumen, una noche de gran música a un gran nivel interpretativo, que constituyó un broche de oro a la Quinta Edición del Festival Resis. Nos consta que su director Hugo Gómez-Chao y su equipo trabajan a conciencia en una nueva edición que sin duda vendrá cargada de sorpresas y significativas novedades. Y es que a lo largo de sus cinco ediciones el Festival ha experimentado una mejora y un crecimiento imparable. 

 

Fotos: Festival Resis

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